¿El show de la política o la política como espectáculo? – Última Parte

    Llegamos a la cuarta y última entrega de esta columna, donde trataremos de darle el cierre del caso, no sin antes sugerirles la lectura de las otras tres partes que la precedieron.

   Nos quedamos en que al grueso de los mainstream, columna vertebral y caja de resonancia como operadores de corriente de opinión del deep state, le causaba poco menos que escozor el que Trump y Putin hubiesen empatizado tan regiamente. Peor aún, cuando el presidente estadounidense, a voz en cuello, declaró ante la prensa que él le creyó al presidente ruso cuando éste le dijo que NO tuvieron injerencia alguna durante las pasadas elecciones presidenciales del 8 de Noviembre de 2016. Más todavía, cuando Trump antepuso sus certezas de credibilidad por sobre las conclusiones a las que llegó ese mismo día la comisión investigadora del juez especial Robert Mueller, culpabilizando directamente a una docena de altos funcionarios de rango del Kremlin de interferir en la mentada campaña y elección presidencial norteamericana.

   Pero para tensar todavía más la soga, el magnate presidente, en un pragmatismo digno de la realpolitik, sugería la invitación formal para que el Congreso de su país recibiera en visita de Estado – a fecha por definirse – al mismísimo demonio en persona, valga decir a su homólogo ruso, Vladimir Putin.

   Aquí es pertinente poner oído a una de las voces más prístinas de lo que aún queda de decencia en la política estadounidense. A saber de Ron Paul, un ex legislador texano del Partido Republicano y padre del influyente senador Rand del Tea Party, acusa al complejo militar industrial de Beltway de estar detrás del sabotaje de la cumbre en Helsinki: aterrorizado de realizar la paz con Rusia por cientos de miles de millones de razones – conocidas como dólares – que harán lo que sea para prevenir el acercamiento de Trump y Putin. Demasiado tarde, al parecer.

   Dice este viejo zorro de 82 años, conocedor como pocos de los vericuetos del poder en los Estados Unidos, que hoy yace en plena guerra de dimes y diretes tras la controversial cumbre de los presidentes de las dos superpotencias nucleares. Agrega Ron Paul una suerte de mancuerna entre la pérfida acusación del juez especial Robert Mueller (cercanísimo al defenestrado ex-jefe del FBI, James Comey y al entorno del nepotismo dinástico de los ex-presidentes y petroleros Bush) y del complejo militar industrial de Beltway que estarían tras la decapitación de Trump.

   Pero más interesante es saber que, otra vez el susodicho experimentado octogenario senador, afirma: “existen facciones del deep state que están contentas (sic) con las políticas del presidente Trump”. Vale decir que la aclaración es notable, ya que de otra forma no se comprendería cómo puede gobernar Trump contra vientos y mareas, si es que no tuviese el apoyo del grueso del ejército y del Poder Judicial que hoy controla.
   Es muy distinto el pleito a muerte (que traen los omnipotentes servicios de espionaje y los multimedia que controla) contra Trump, de confundir sus policiacos extravíos metaconstitucionales como la piedra basal del que todavía goza el presidente número 45 de parte del ejército, el Poder Judicial y la mayoría del Partido Republicano en el Congreso. Guste o no guste.

   Coloca por último Ron Paul en la perniciosa duda razonable las acusaciones del juez Mueller, quien nunca tendrá que defender sus asertos en un tribunal por lo que puede hacer todos los alegatos que desea. Tal es así, cuando en más del sentido común una de las empresas rusas acusadas por el juez en cuestión sorprendió a medio mundo al haber promovido una ´´petición de no culpable´´, exigiéndole mostrar de una vez una supuesta evidencia de los ilícitos de la injerencia en la campaña, ante lo cual al juez especial no le quedó de otra que entablar varias mociones para retrasar la entrega de su evidencia. Ron Paul pregunta en forma sarcástica: ¿Qué esconde Mueller?

EL FACTOR CRUCIAL DE LA JUDERÍA Y EL SIONISMO

   A pesar de lo que opina la mayoría, los judíos no son un solo puño homogéneo. Hay tres grupos de judíos que, de hecho, no se llevan nada bien entre sí, a saber:

1. Talmudistas / Wall St. – Financieros liberales (New York)
   2. Jasidistas / Londres – que están llevando el plan Salomónico de tres mil años (Rothschild)
   3. Sionistas, cuyo objetivo primordial es salvar a Israel como sea. De hecho, el propio vicepresidente Mike Pence, en plena campaña electoral, dio un discurso con carácter privado por internet (ya sacado de la web) en el que con una desfachatez y espantosa subordinación se dirigía al Estado de Israel para decirles que el co-gobierno que asumirían (en caso de ganar) antepondría los intereses y seguridad de tal Estado extranjero por sobre otro cualquier valor sobre la Tierra. Por ello, no era de extrañar que Trump sea más afín a los Sionistas que a los Talmudistas (Hillary Clinton).
   
   

   También había que tener en cuenta otra cosa. Existen tres salidas de la crisis actual:

1. Guerra mundial
   2. Nuevo mundo económico vía el cambio de patrón petro dólar a yuan de oro
   3. Revolución tecnológica hacia la convergencia NBIC (Nano, Bio, Info,
   Cogno–transhumanismo).

   Los que están en guerra hoy en día ya no son países, sino proyectos globales. Lo que se llamaría Global 3.0 (el mundo post-industrial/networking). La crisis de la sociedad industrial donde el ciclo de la acumulación de capital en el Occidente ha prácticamente acabado y empieza el ciclo Asiático donde la acumulación de capital se centra ahora en China.
   Vivimos hoy el fin del proyecto Atlántico y el cambio hacia el proyecto centrado en el Pacífico. Este nuevo mundo monetario lo están moldeando como un sistema de dos contornos: del Petrodólar al Yuan de oro y el dinero electrónico.

   Una guerra mundial (con miles de millones de muertos) es una opción para desgravar las deudas (4 cuatrillones, es decir 4 y 15 ceros) y las responsabilidades. A la élite no le interesa un comino la masa de comelones inútiles como nos llamaba David Rockefeller y Henry Kissinger. Como decía Mao: ´´si muere la mitad de la población mundial, se queda la otra mitad y nosotros tenemos 1.5 mil millones´´. Abrir la embajada de Estados Unidos en Jerusalén era una obvia provocación hacia una guerra de gran escala. ¿Por qué no?

   Por donde se le vea, parece que estamos como en el film de Ken Kesey, One Flew Over the Cuckoo’s Nest y en que tal vez, sólo tal vez, el indio con la almohada sobre la cara nos tenga que liberar para poder volar, volar y volar!
   El show de la política o la política como espectáculo nos da para la tribuna, es cierto, pero también como en esas sagas de Stanley Kubrick, nos puede estar elucubrando toda una reingeniería en lo político y social a escala mundial nunca antes visto.



Carlos G Suárez
escritor y periodista