¡No te lo puedo creer! Crónicas desde Washington

¡No te lo puedo creer! Crónicas desde Washington

11/06/2018 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

Comentar acerca de lo que pasa en un país cualquiera, es en el mejor de los casos, algo complicado, nada fácil. Ahora, comentar acerca de lo que pasaba en los Estados Unidos, era normalmente no solo complicado, sino hasta impredecible. Pero, para empeorar la cuestión, desde el pasado 8 de noviembre del 2016 y en adelante con los ya casi dieciocho meses de la presidencia de Donald Trump, el asunto de comentar los vaivenes en la nación gringa, reviste unos ribetes de cual tragicómica esquizofrenia cuasi colectiva, tanto desde el oficialismo republicano como de su contraparte demócrata.

 

Por Carlos G. Suarez

Corresponsal de El Nido del Cuco en Washington D.C.

      Quien escribe el presente artículo, lleva a la fecha, 17 años con 4 meses y par de días (al momento de publicada esta nota), de radicado en el país de la ”freeland”, de las consagradas libertades humanas -al menos como reza en su Constitución-, pero con tantas regulaciones y normativas, que por ahí, una de esas libertades te pueden llevar y acarrear a un sinnúmero de problemas, que a la larga, le terminan dando un giro total a tu vida, de esos que jamás te imaginas.

      Expuesto así entonces el reto que tan deliciosamente me participó Alejandro Braile, Director de este magazine en su número de lanzamiento al mercado, es que me propongo darles unos pincelazos de las vistas y sucesos en cada edición mensual -mas no de los ”’hechos alternos”, parafraseando a Kellyanne Conway, la tan áspera, lánguida como risible directora de prensa de la Casa Blanca-, y trataré en la medida justa y precisa, de conjugar lo sustancioso con lo anecdótico, lo serio con lo mordaz, lo informativo al final del día, con ese implícito aderezo subjetivo según nuestro enfoque y el peso que nos dan ese tiempo transcurrido (probablemente mal vivido) en esta parte del continente.

      En estos dieciocho meses de la presidencia Trump, parecería que un tornado, un tifón, una tormenta -todo junto en un combo como les gusta a los gringos-, imparable, de esas que te mojan hasta los calzoncillos y son capaces de llevarse hasta tu alma al otro mundo, pues; así es como el magnate de los bienes raíces y flamante presidente viene cumpliendo en rigor de su palabra y de la letra pequeña de la vida, con lo que nos vendió tal y cual en su campaña presidencial. Era de esperarse que así lo fuera. El análisis lejos de ser simplón, y de aguantar las mil interpretaciones, es el exacto justiprecio, para no decir castigo o premio, dependiendo de quienes lo votaron o rechazaron, ¿nos vamos entendiendo?…

      Para comprender esto de la explosión Trump en la arena política (no siéndolo hasta entonces), pues ahora, cruzado el Rubicón y bien metido en la ciénaga, pasa a serlo, había que detenerse en lo que finalmente fue el advenimiento esperanzador de un Barack Obama, que tras su ochenio, (2009 – 2016) como nunca, bien y podríamos decir que ”…hoy un juramento, mañana una ilusión, amores de estudiante, flores de un día son…”

      El monstruo que se fue, el negrito larguirucho y carismático, el versador y encantador de serpientes, con un discurso manido de la historia y eximia percha para pintar ante los reflectores de las cámaras. A quien galardonaron con el Nobel de la paz, habiéndose despachado a su santo y gracia contra 7 países con el uso de drones, de una lista singularmente calificada como los exportadores de terroristas. Misma lista que, de la cual echando mano Trump, emitía una orden ejecutiva de impedimento de entrada temporal, pero Ohhhh!…se prenderían las alarmas, saltaron los ”activistas” (no tan así y más bien bastante más que doctrinariamente coordinados) con fondos de la élite, por lo menos con George Soros, el especulador inversionista y la cabeza más visible, amigo cercano del círculo de los Clinton. Y el resultado, 0 -1 en contra de Trump. La jueza federal Ann Donnelly, del circuito judicial de Brooklyn, Nueva York, le bajaba el dedo a la ordenanza presidencial, para permitir el ingreso de los procedentes de los dichosos y controversiales 7 países.

      Con luces y pompa Obama, gastaba en un dos por tres, casi enteramente su capital político, en la hechura de un sistema de salud, conocido como Obamacare. Un sistema impuesto, que, en base a cierta escala de ingresos, debía ser adoptado por cada ciudadano estadounidense y pagar una cuota por el uso de sus servicios. El tiempo y algunas filtraciones (no muy dadas a luz pública), dirían que el tesón de Obama por pasar su Obamacare, obedecía a una especie de vuelta de favores a las grandes farmacéuticas, las mismas que (en manos de esas mismas elites), financiaron su arribo a la Casa Blanca. Pues bien; ahora, Trump, el monstruo sin caretas, se dispone a desmontar ello y a mejorarlo. Es y ha de ser probablemente -junto al muro de la frontera con México-, dos de sus principales pilares a llevar a cabo, contra viento y marea…de los ”activistas” y ustedes ya saben.

      Dicen que las palabras tienen poder. Y allá por los años ‘40, México fue empoderado por su vecino del norte. En efecto, y ante la carencia de mano de obra suficiente para las tareas de campo en los Estados Unidos, toda vez que el país se hallaba en la titánica maquinaria de guerra, se creaba la figura de los ”braceros”. En buen romance y castizo, ni más ni menos, que la fuerza laboral urgida, aunque por temporadas de idas y venidas, de todo mexicano que quisiera y estuviera dispuesto a faenar en la labranza. De paso, dígase también que al nacionalismo ya conocido de los mexicanos, se le daría ahora, la gran oportunidad de industrializar su país. No por algo el nombre de la nación charra es el de los Estados Unidos Mexicanos.

      México supo crecer, a su modo claro está. Con el PRI y por tanto con esas viejas mañas del servilismo político y corrupción de turno. Por su parte, nunca se descubrió hasta la fecha, a gringo alguno que realmente trabaje rompiéndose el trasero. Por tanto, la puerta fronteriza quedaba más que entreabierta y permeable, ya no sólo para el paso de la migración clandestina mexicana (y de ojo disimulado del Tío Sam), sino también además, y por sobre todo, de gente oriunda de Centroamérica.

      Las palabras son más que eso. Son el vagón portador del poder o de ideas. Ya que sean buenas o malas es otro cantar. Trump, es una palabra de golpe seco, que nos infiere, un pare, alto, STOP!…
México de casualidad o no, se escribe con M de MURO, y allí es pues donde, se ha de centrar el mayor choque de poder.
      Por ahora, nos bajamos aquí, la seguimos en la próxima entrega, que el tiempo apremia y las historias nunca acaban, para el infiltrado del norte.