LOS LIBROS Y LA PANTALLA

18/10/2023 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

 

 

 

 

 

 

 

Por POL PLIEGUES

            He intentado en este artículo reproducir varias investigaciones, ligadas a las últimas generaciones en relación con la lectura y escritura y los distintos soportes que en ellas se depositan. Son investigaciones muy extensas y las he tratado de resumir, para que podamos entender lo que pasó en estos últimos 20 años, con la lectura y el entendimiento. Tanto en los campos del entretenimiento como en los círculos intelectuales y la actividad científica.

 

Los estudios

En las últimas dos décadas, se ha llevado a cabo un número significativo de estudios empíricos, sobre las diferencias entre la lectura en papel y la lectura en pantalla.

En 2017 y 2018 respectivamente, dos meta análisis recogieron las principales conclusiones:

Primer estudio

El primer estudio (Singer y Alexander, 2017) estaba orientado a la educación, y su objetivo principal era “conocer mejor cómo se relacionan las características de los medios impresos y digitales, con lo que los estudiantes entienden de esos encuentros textuales” y “medir sus niveles de comprensión”. Este enfoque se eligió porque los autores asumieron que el medio puede desempeñar un papel más influyente, cuando “las cuestiones de comprensión van más allá de entender la idea principal”.

El meta análisis reveló una falta de claridad conceptual en la mayoría de los estudios empíricos examinados, ya que conceptos centrales como lectura en papel y lectura digital, conocimiento, creencias y aprendizaje se definían de manera inconsistente, lo que generaba el interrogante de si quienes participaban en dichas investigaciones operaban desde una base conceptual coherente. Además, muchos de los estudios no abordaron en absoluto los problemas de comprensión. En consecuencia, de los 254 textos publicados sobre la dicotomía lectura en papel-lectura en pantalla, los autores seleccionaron 36 para su análisis. Los textos fueron divididos en dos categorías de acuerdo con su extensión (textos de hasta 500 palabras eran considerados como cortos y textos de más de 500 palabras eran considerados como largos). Además, los autores codificaron las definiciones de lectura en las que se basó la investigación (si la definición era conceptual, componencial, operativa o multiforme) y definieron los entornos de investigación (si la investigación se llevó a cabo en un entorno instructivo, de investigación o no académico).

Incluso en los estudios que se seleccionaron encontraron un conjunto de deficiencias analíticas. Solo ocho estudios proporcionaron datos sobre la extensión y el tipo de textos utilizados en la investigación. Sorprendentemente, pocos estudios consideraron como relevantes las diferencias individuales entre los participantes de la investigación, como la velocidad de lectura, el conocimiento del vocabulario y el conocimiento de los temas, y en el 63% de los estudios, las mediciones de comprensión fueron llevadas a cabo por los investigadores. Por ello, fue imposible llegar a conclusiones precisas sobre cómo el conocimiento del vocabulario afecta la comprensión y cómo se correlacionan la comprensión, el formato de lectura y la complejidad del texto. 

Conclusión primer estudio

Hubo un hallazgo predominante: en el 91% de los estudios, cuando el texto contenía más de 500 palabras (es decir, ocupaba más de una página o una pantalla), las puntuaciones de comprensión eran significativamente mejores para la lectura impresa que para la digital, además de que el desplazamiento vertical tenía un impacto negativo en la comprensión. Adicionalmente, los estudios que lograron sondear la comprensión en más de un nivel encontraron que cuánto más complejo era el texto, mejor era la comprensión cuando el texto se leía en papel. Asimismo, cuando los participantes leían buscando una comprensión profunda y no solo entender la idea general, el impreso parecía ser el medio de procesamiento más eficaz (Singer y Alexander, 2017; Mangen y otros., 2013). 

Este hallazgo es aún más convincente si vemos que el 88,89% de los estudios revisados implicó la participación de niños en edad escolar, es decir, a los llamados nativos digitales, lo que indica que es poco probable que la ventaja de la lectura en papel se disipe cuando la generación analógica desaparezca.

 

Ámbito Educativo

El ámbito de la educación y el entorno de la investigación ofrecen una confirmación adicional de que se está experimentando un efecto de superficialidad en la lectura en pantalla. Los científicos y académicos imprimen los documentos cuando tienen la intención de leerlos en profundidad, y cuando el precio y la presentación no son un problema, los lectores también eligen esta opción. Incluso los nativos digitales prefieren los libros de texto impresos a los digitales cuando se requiere un aprendizaje profundo (Mizrachi, 2015; Kurata, y otros, 2017; McNeish y otros., 2012; Feldstein y Maruri, 2013). Esta tendencia sugiere que, a pesar del crecimiento de las herramientas de aprendizaje digital (véase Merchant y otros., 2014), al menos los investigadores y estudiantes seguirán utilizando en el futuro ambos formatos de lectura según el propósito.

 

Segundo Estudio

El segundo estudio (Delgado y otros., en revisión) adoptó un enfoque algo diferente. Con el fin de respaldar la compatibilidad entre los medios impresos y digitales, los autores restringieron su revisión a aquellos estudios que se centraban únicamente en textos digitales sin hipervínculos u otra mejora digital, muy semejantes a versiones impresas. En total, estos estudios incluyeron a 171.055 participantes y se tomaron en consideración estudios con diseño entre sujetos (n = 38) e intrasujetos (n = 16).



Resultados del segundo estudio

En general, los resultados de este estudio fueron similares a los de Singer y Alexander (2017), pues “mostraron una imagen clara de la inferioridad de la pantalla” con respecto a la comprensión de lectura, especialmente cuando se requería desplazamiento vertical para la lectura de un texto digital. Estos hallazgos “fueron consistentes entre metodologías y segmentos de edad”. Sin embargo, el estudio aportó tres puntos de vista adicionales a la dicotomía “lectura en papel”, “lectura en pantalla”: la ventaja de la lectura en papel fue significativamente mayor cuando el tiempo de lectura era limitado, cuando los participantes leían textos informativos en lugar de narrativos y, sobre todo, aumentó significativamente de 2000 a 2017. 

Los autores afirman que estos resultados no cambiaron en función de todas las variables restantes, como el nivel de educación, la longitud y el tipo de comprensión evaluada, el tamaño de la muestra, el tipo de prueba, la asignación de grupos o el estado de publicación del texto utilizado para la prueba. En resumen, de acuerdo con Delgado y otros., la inferioridad de la pantalla, en lugar de disminuir, como cabría esperar, ha aumentado en los últimos dieciocho años, lo que indica que el aumento de la exposición de los nativos digitales a las pantallas no contribuye a una mejor comprensión general de los textos lineales en formato digital (véase también, Støle [2018]). Los autores especulan que esto tiene que ver con una menor calidad en la atención al leer en pantalla, lo que debilita la inmersión y la atención sostenida que se requiere para la lectura en profundidad de los textos lineales, más aún cuando su metaanálisis excluía los estudios que comparaban la lectura de textos impresos con los textos con hipervínculos, que parecen ser los distractores más obvios de la lectura en pantalla.

Por lo tanto, ambos estudios nos llevan a una conclusión clara: especialmente cuando se requiere una lectura profunda, la lectura en pantalla es inferior al papel en términos de comprensión y esto probablemente tiene que ver con una menor atención y consideración por el texto digital, así como con el exceso de confianza al leer en pantalla.

 

Las estadísticas del sector editorial y la lectura

Como hemos visto, las estadísticas del sector editorial y de los medios de comunicación de los últimos quince años indican que ha habido un impulso de la lectura de contenido textual corto, textual/visual y textual/audiovisual en pantalla, mientras que las ventas y el consumo de contenido de formato extenso, esto es, de libros con propósito comercial y académicos, están disminuyendo. Es decir, en los últimos quince años hemos sido testigos de un auge de medios de comunicación, que mejoran las capacidades de la lectura de barrido, que es la práctica predominante en su consumo. Como muestran (Twenge y otros.2018), hubo un rápido crecimiento de dichas tendencias entre los adolescentes.

Mientras que solo la mitad de los alumnos de grado 12° visitaron redes sociales casi todos los días en 2008, el ochenta y dos por ciento lo hizo en 2016. Al mismo tiempo, los adolescentes de la generación iGen*, en la década de 2010, pasaron mucho menos tiempo en los medios impresos, la televisión o las películas en comparación con adolescentes de décadas anteriores. El porcentaje de alumnos de grado 12° que lee un libro o una revista todos los días disminuyó del sesenta por ciento a finales de la década de 1970 al dieciséis por ciento en 2016.

 

Lecturas en ámbitos académicos

Hay señales de que con el crecimiento del uso de los medios de comunicación en pantalla, los hábitos desarrollados a través del consumo de contenido corto en pantalla están contaminando la manera en que nos acercamos a la lectura de contenido extenso (Carr, 2010). El hecho de que, por ejemplo, el tiempo de lectura por artículo científico haya disminuido significativamente (Tenopir et al., 2015) podría no ser un indicador de que los investigadores se han vuelto más inteligentes y son capaces de una lectura profunda más rápida que sus predecesores, sino que podría ser señal de que han comenzado a escribir trabajos más cortos y que saltan cualquier contenido que no añada valor a sus conocimientos previos. Hace cien años, Ludwig Wittgenstein, en Tractatus Logico-Philosophicus (1922), declaró que los límites de nuestro vocabulario son también los límites del mundo en el que vivimos. Si los hábitos de lectura profunda se intercambian cada vez más por los de la lectura de barrido, esto llevará a los usuarios de medios en línea hacia un mundo menos profundo y más limitado.

 

Conclusiones

   ¿Podemos concluir entonces que el mundo se está volviendo más estúpido? Esta conclusión es, por supuesto, tentadora para aquellos que ya se inclinan por un cierto pesimismo cultural. De hecho, hay análisis fascinantes que indican que este podría ser el caso (Alves- son, 2014; Alvesson y Spicer, 2016). Sin embargo, también hay un conjunto de datos que indican lo contrario (Flynn, 2016). Teniendo en cuenta los hallazgos presentados en este documento, nos gustaría argumentar un punto diferente: si las películas y los juegos tienen efectos similares (positivos y negativos) a los de la lectura inmersa de libros de ficción y de estilo de vida, entonces la exclusión de esa lectura inmersa no representa una pérdida cultural significativa, dado que también decodificamos mientras leemos en línea. Depende de las habilidades de mercadeo de los editores de libros sobrevivir en un entorno de nuevos medios de comunicación. Sin embargo, si se pone en peligro la lectura profunda de textos extensos, la pérdida cultural es mucho mayor. Es probable que la lectura profunda de textos extensos siga siendo uno de los principales caminos que permite desarrollar las capacidades cognitivas, los nuevos conocimientos y el vocabulario y alcanzar valores culturales tan importantes como el pensamiento crítico, la empatía y el desarrollo de puntos de vista.

 

* La “iGen” es una generación más hogareña, más inmadura y más propensa a problemas de salud mental. Esta es la descripción que hace Jean Twenge, profesora de psicología de la Universidad de San Diego, Estados Unidos, para describir a los jóvenes y adolescentes nacidos después de 1995. Esta generación es el resultado de la combinación de teléfonos inteligentes y redes sociales.

  

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