¿El Show de la política o la política como espectáculo? – Parte I

   Apenas si hace un par de semanas, el presidente Donald Trump estando en visita oficial en el Reino Unido le metía una tremenda zarandeada a la Primera Ministra británica Theresa May, no sólo al criticar la actitud de su gobierno por la tibieza en el tema del Brexit, toda vez que entonces los EEUU estarían negociando con la Unión Europea a la que Trump, en definitiva, no tiene en buena guisa. Para mayor cuajo del presidente y fiel a su inconfundible estilo cual copete amarillo de su peinado, le batía las palmas a Boris Johnson (defenestrado ministro de RREE del UK por discrepancias con la May) al turno de reseñarlo como a alguien que “tiene lo que hace falta y tiene la actitud adecuada para ser un gran Primer Ministro” (sic).

   Luego, en rueda de prensa conjunta con su anfitriona, de algún modo se desdijo y más bien acomodaba la versión al decir que él lo hubiera hecho mejor, pero aun así, lo que la Ministra hiciera también estaba bien. Al fin y al cabo, una más de las fake news.

   Ahí no acababa la cosa. Trump disparó con todo – acaso mejor de lo que lo haría un francotirador de la NRA, la National Rifle Association – al también hablar y criticar las políticas de inmigración al interior de las islas británicas y, por extensión, al grueso de Europa. “Permitir la llegada de millones y millones de personas a Europa es algo muy, muy triste. Están perdiendo su cultura”, dijo.

   Permítaseme relativizar en este punto, por cuanto este escriba – inmigrante al fin y al cabo – en tremebundo pago kármico, porta esa estupidez de los que en esta parte del continente crecemos con un par de chuletas en los ojos con respecto del norte y su referente de vida del American Dream del cual alguna vez escribimos hasta la saciedad. De buena cuenta me presto la frase de Kundera, que más o menos decía: ´´Si uno pudiera vivir la vida por lo menos unas seis veces y repetirla de ser posible, se quedaría con la mejor´´.

   Evitar los errores propios, que cada uno construye su destino es cierto pero también, en la medida que las naciones y sus estados sepan acoger a los suyos, porque aunque un individuo pueda ser universal, la transculturación nunca llega a enraizarse. Más bien se crea una especie de sociedad con anomia y con personas desafectas de toda identidad cultural.

   Hasta ahí entonces, sólo con estas dos perlitas, realmente nada nuevo hay que nos pudiera sorprender más allá de terminar su gira con la reina, a la que saludó con apretón de mano y sin venia alguna (bien por ello) por cuanto a la reina se deben solo sus súbditos y ésta, a su vez, a la banca Rothschild.

   El show de la política a paso de cabalgadura de Trump, de este John Wayne salido de un western de antaño pero no con una Colt en la empuñadura, sino más bien en uso de la dilecta palabra a flor de boca, con esa frase lacerante, la declaración con certificación de muerte para sus ocasionales rivales no en la aridez del lejano oeste sino, ahora, en la arena de sus pares y contrapares políticos. Para los reflectores y para una inimaginable masa de adeptos como de la política como espectáculo.


   Esos mismos reflectores capturaron para la realidad y no para la imaginación, el cómo nuestro pistolero de decir incendiario y ciertas verdades non sanctas de Trump le daba un torque de brazo a la Merkel y compañía al llamarlos al orden en el sentido de que la Unión Europea se la estaba llevando fácil al no cumplir con subir su cuota en los costos de la mancomunidad a un 2% del PBI en los gastos de la defensa euro-occidental. En buen criollo, el hacer sentir a los europeos de la coalición Atlántica del Norte con los germanos como locomotora a la cabeza, el estar en calidad de peso muerto a lomo de mula de la nación gringa.

   Para Trump es inaudito – y no le falta razón – el hecho de que Alemania sea tan dependiente del gas que le compra a Rusia, el enemigo íntimo tan cercano como distante (agregamos aquí) y que, sin embargo, tenga que seguir con protección armamentística al igual que el resto de los otros países de la organización geo-política y estratégica de índole militar, post segunda guerra mundial, por parte de los Estados Unidos.

   Es en ese contexto previo que el vaquero, perdón, el presidente Trump, arribaba a Rusia y la tan esperada cumbre con su homólogo, Vladimir Putin. Una encerrona de dos horas a solas, apenas si con los intérpretes del caso y sin más testigos. Nada de asesores y menos aún de la prensa dizque objetiva, ni medio objetiva, y menos maliciosa como perniciosa.

   Una función a puerta cerrada. El dios Hermes en su hora más simbólica en tiempos contemporáneos para estos dos personajes: Trump y Putin o Putin Y Trump. Como que el show de la política o la política como espectáculo lo tenían que tener como ese omnisciente testigo para dos egos con carácter de actores de primer orden.

Continuará…