QUÉ NOS IMPORTA LA MEMORIA

          Qué nos importa la Memoria, pareciera decirnos nuestro degenerado sentido común. Ese enano fachista que habita los sótanos y la sala de máquinas de nuestro comportamiento que trabaja 24 por 7. Para qué queremos la memoria si tenemos a Google o Wikipedia. Doña Memoria ya está en el museo de antigüedades viendo resignada el desperdicio de tantos millones de años de evolución.

La Memoria no sirve para evitar cometer los mismos errores. Parece que solo nos recuerda que lo hemos hecho de nuevo. Cucurucho en la frente y a otra cosa. Si la Memoria fuese un mecanismo de defensa, la humanidad ya estaría en una etapa evolutiva difícil de imaginar. Sin embargo, acá estamos, insistiendo en el mismo tropezón de siempre. Una comedia de vodevil desgastada por la repetición.

La Memoria sin un Ethos es un arma cargada en manos de un mono borracho. Esto lo sabían bien los griegos y los romanos. La Memoria Posmoderna está envenenada de Moral pequeñoburguesa. Una Memoria Moral que opera como una enfermedad venérea. Deseo y culpa. Pecado y expiación. Siempre estamos en falta. Siempre el castigo es desproporcionado.

La Memoria enferma se quiere curar respetando los valores “farmacológicos” de la Moral. Las pociones mágicas del brujo demócrata calma la culpa punzante del rebaño enfermo, dejándolo postrado en la ataraxia impune de la indiferencia. Con eso alcanza. Ningún Anticristo podrá agitar tanta apatía.

Epicuro, Spinoza, Nietzsche… Ellos sí sabían la importancia de la Ética y el veneno de la Moral. La diferencia entre Salud y enfermedad. Fueron los filósofos que denunciaron un sistema moral basado en valores “eternos”, categóricos e incuestionables, que sume a toda la humanidad a la condición de la esclavitud y la tristeza. Ya sea Dios, la Democracia o el sistema capitalista, siempre hay un fundamento último que legitima los valores con la fuerza de la ley. El Bien y el Mal ya están definidos sin importar lo que nos parezca.

Esta metafísica milenaria atraviesa todas las dimensiones de las actividades humanas consolidando una ideología. Ya sea cognoscitivo, estético o moral, nuestro juicio se encargará de sentenciar si algo es bueno o malo a priori. Y la Memoria no escapa de estas sentencias. Así como la humanidad está enferma de tristeza la Memoria también. La Historia es un relato maniqueísta donde los buenos y malos cambian de roles de acuerdo al revisionismo de época. Revanchismos y venganzas que nunca saldan sus cuentas y que nos exigen un posicionamiento. Conflictos políticos y económicos que engendran fanáticos e inquisiciones. El opio de la esperanza o la recompensa eterna para los cobardes que agitan el odio para que otros se maten.

La Memoria está enferma y necesita de una crisis extrema para sacudirse tanta tristeza y postración. Una ética que ponga en perspectiva las relaciones de fuerzas con la potencia activa de la alegría, la imaginación creativa, la voluntad de poder (que no es querer el poder, sino lo que la voluntad puede). Una etiología. No un deber ser.

La pregunta no es qué debemos recordar, sino qué puede la Memoria.

El deber es un mandato castrense que hay que impugnar. ¿Qué virtud hay en la obediencia si cualquier esclavo puede? ¿Qué nos importa esa memoria enciclopédica que siempre cuenta lo mismo?

¿Qué puede la Memoria? Esa es la pregunta.

No se trata de Ser o No Ser.

Memoria sana o Memoria enferma.

That is the question.