EL JUICIO A SÓCRATES
30/05/2023Por FACUNDO GARCÍA
Tan importante es el pensamiento de Sócrates en la Historia, que toda la filosofía anterior a él se denomina pre-Socrática. No escribe ningún libro y no funda ninguna Escuela, pero fue maestro de Platón y enseñaba a practicar la virtud, la justicia y la honradez. Y se volvió peligroso para una Atenas que vivía tiempos políticos tumultuosos. Expuesto a un juicio infame, Sócrates se enfrentó a su destino con ejemplaridad y con una tranquilidad que mostraba la convicción profunda acerca de la inmortalidad del alma, así como la certeza de que la condena había sido injusta.custom design jerseys best adidas running shoes wigs store black nike air max custom design nike air jordan 4 nike air max for sale custom nfl jersey adidas yeezy boost nike air max 270 womens nike air max womens nfl jerseys new nike air max adidas yeezy 450 nike air jordan 1 low
Su pregunta no molesta
Sócrates no caminaba por las calles de Atenas haciendo gala de sus títulos. Había fundado la filosofía moral, era el padre del estoicismo, contaba con innumerables discípulos y era admirado por los estoicos como modelo para una vida superior. Se mantenía alejado de la política, de la asamblea, de los negocios y de la carrera militar. Pero como siempre, su vida transcurre en la pobreza, andaba descalzo, siempre con la misma túnica y comía lo más barato. Subsistió gracias a la herencia de su padre.
A través de la historia se lo describió como un hombre feo, de baja estatura, rechoncho, de ojos saltones y vientre abultado. Pero tenía dos cosas que lo harían sobresalir por encima de toda la filosofía hecha hasta el momento. Tenía una proverbial facilidad de palabra, y tenía un método. Su sistema de enseñanza era la «mayéutica» que comparaba con el trabajo de su madre, que había sido partera, como una forma de ayudar al discípulo a dar a luz sus ideas.
Sócrates enseñaba que el primer paso del conocimiento es admitir la propia ignorancia, la ausencia de conocimiento. Utilizó la pregunta y el diálogo como medios de indagación. En vez de ser un predicador fue un preguntador profesional. Siempre se le recuerda por su oración: sólo sé que no sé nada. Lo cual es un buen comienzo si uno pretende pasar de la ignorancia al conocimiento y de la estupidez a la sabiduría. Y una perspectiva muy diferente a la de quienes creen saberlo todo y se sienten depositarios de las verdades últimas y absolutas. Y justamente por todo eso, no era una persona que convenía al poder de turno, que veía inaceptable que pusieran en duda la base donde ese poder se asentaba.
Otro gallo cantará
Después de la guerra del Peloponeso, se instaura en Atenas la oligarquía dirigida por los Cuatrocientos, pero no duran mucho. Aparece en escena la dictadura de los Treinta Tiranos, que apoyada por Esparta, entra en Atenas a sangre y fuego y somete a la ciudad. Pero poco tiempo después, la democracia se vuelve a instaurar de la mano de Trasíbulo. Es en ese contexto democrático cuando Sócrates es acusado por el político demócrata Ánito, que instigó a Meleto, un poeta mediocre, y a Licón, un orador, para llevar a cabo la acusación de impiedad y de corrupción de la juventud presuntamente atribuidas a Sócrates.
«Yo, Melitos […] acuso, en nombre de la ciudad de Atenas, a Sócrates […] de no creer en los dioses en quienes la ciudad cree, y además por introducir nuevos demonios; también le acuso de corromper a los jóvenes de nuestra ciudad. Pido de este tribunal la pena de muerte para Sócrates». (Diógenes Laercio)
El cargo de impiedad era tal vez el más delicado, no era solo un problema de ortodoxia. En esos tiempos si a algo temía el hombre era a despertar la cólera de los dioses. Teniendo en cuenta la situación inestable de Atenas, la impiedad implicaba una amenaza contra el frágil equilibrio político-social. Y por eso esta acusación llevaba implícito un delito de traición.
Además las enseñanzas de Sócrates eran vistas como una amenaza en diferentes ámbitos. En el ámbito teológico, Sócrates criticaba concepciones de Dios demasiado naturalistas así como antropomórficas, negando que los dioses pudieran cometer actos inmorales, impropios hasta de los hombres. El maestro afirmaba su creencia en un dios benévolo incapaz de causar ningún mal y le daba una concepción más racional y religiosa. Por otro lado, la voz divina o daimonion escuchada por Sócrates era considerada como un mandato divino y este sería el motivo por el que le acusaron de introducir nuevas deidades. A pesar de que muchos filósofos anteriores ya habían cuestionado las ideas religiosas tradicionales, ninguno las acompañó de nuevas propuestas como hizo Sócrates. Para los ciudadanos más conservadores la nueva situación religiosa era muy peligrosa porque provocaba confusión y creían que era la causante del declive de la ciudad y la decadencia del Estado.
Respecto a lo político, el posicionamiento de Sócrates no estaba definido concretamente, puesto que estaba más interesado en los problemas éticos. Se le creía antidemocrático pero sencillamente se limitaba a señalar los límites de la democracia y los errores del sistema contrario a ella: la tiranía. Pero no todos sus discípulos fueron como Platón. Entre ellos estaba Critias, un tirano sanguinario, miembro de los Treinta Tiranos, y Alcibíades, acusado de actitudes deshonestas y traición. Esto no le ayudaba a despertar simpatías entre los partidarios de la nueva democracia recién instaurada. Porque como siempre, la clave era la juventud. El hecho de que Sócrates pudiera implantar sus ideas críticas en los jóvenes que se convertirían en los futuros políticos de Atenas, con el riesgo de alejarlos de los principios de la democracia, no gustó ni medio y fue considerado como una amenaza por los gobernantes demócratas de la época, que no estaban dispuestos a aceptar críticas a su modelo de gobierno.
Juicio y Castigo
Durante el juicio, Sócrates desmonta la acusación frente a un Meleto de discurso poco hábil, alegando que él no es responsable de las malas acciones que otros, al acercarse a él, hayan podido cometer. Pese a su brillante defensa, en la que combinaba el conocimiento y la moral, típicas de su pensamiento, su discurso no fue adecuado para conseguir una absolución que requería una imagen opuesta a sus propias creencias. El filósofo no antepuso su vida durante su alegato sino que expuso su verdadero yo, con lo que se vio abocado a escoger su muerte para salvaguardar su auténtica imagen.
«Sócrates estaba más preocupado en mostrar la verdad acerca de su vida justa —sabiendo que la verdad no siempre es persuasiva— que en convencer a los jueces de su inocencia a través de medios que consideraba injustos.» (Miguel Pérez de Laborda. El más sabio de los atenienses: Vida y muerte de Sócrates)
Sin mucha sorpresa, Sócrates es declarado culpable. Meleto propuso como condena la pena de muerte, aunque pocos pensaron que esa medida sería aplicable. Según las leyes de la época, los magistrados establecían que la defensa propusiera una pena alternativa, lo suficientemente dura para que asegurar que los jueces la escogerían frente a la pena de muerte.
No se sabe si los acusadores querían realmente la muerte de Sócrates. Es probable que pensaran en la solicitud de una conmutación de la pena capital por un destierro o tal vez que Sócrates huyera de la ciudad. Pero para Sócrates huir y evitar la muerte hubiera sido una injusticia y le era impensable vivir sin filosofar, puesto que eso sería desobedecer a su dios y, por supuesto, no recurrió a esta opción en beneficio de su paz interior. Además, Sócrates creía en una vida después de la muerte en la que se retribuían las buenas o malas acciones.
Sócrates fue condenado por 281 votos en contra y 220 a favor. En vez de solicitar la conmutación de la pena, solicitó al tribunal vivir a expensas del Estado en el tono alegórico que empleó durante todo el juicio, lo cual enfureció a muchos miembros del tribunal. Terminada su exposición, se volvió a votar…
Los resultados fueron 360 votos en contra y 141 a favor. Pasó un mes en prisión y la sentencia fue ejecutada mediante la ingesta de cicuta, un potente veneno. Rodeado de sus amigos y discípulos, Sócrates se suicidó en el 399 a.?C., a los setenta y un años.
Sus últimas palabras fueron dirigidas a su amigo Criton: “Recuerda pagarle al dios Asclepio el gallo que le debemos». Tan perplejo y confundido quedó su amigo que le contestó: “Descuida, que así se hará, pero fíjate si tienes que decir algo más”.
Al día de hoy todavía se discute qué habrá querido decir el filósofo que transformó el pensamiento antiguo y que influyó en la filosofía occidental incluso hasta nuestros días.