TODO ES RELATIVO (porque lo digo yo)
Por ALEJANDRO PASCOLINI
Si la modernidad se caracterizaba por la creencia de que la humanidad gracias a la ciencia y al conocimiento se dirigía ineluctablemente hacia el derrumbe de las creencias religiosas y la evolución racional a niveles de desarrollo cultural más elevados, la posmodernidad supone la caída de estos grandes relatos que además de asentarse en proyectos de carácter científico se articulaban a concepciones filosóficas y políticas.
La cultura posmoderna rechaza radical pero sutilmente toda idea de mejoramiento de la comunidad mundial, subestimando las utopías revolucionarias y los proyectos políticos que impliquen un compromiso mayor a dos horas por semana de militancia.
En el mismo sentido y en el plano de las relaciones amorosas, empuja a desatender cínicamente la tenacidad con la ternura que implica cualquier vínculo amoroso.
Todo lo que no implique rendir culto al cuerpo: viajes, dietas, gimnasio, ropa y sexo, es “no ocuparse de uno”, cuestión que para la religión laica posmoderna es un pecado mortal.
Entonces, ocupados cada vez más en nosotros, en un vértigo abismal de atención interiorizada y en un presente debilitado de historia y de proyectos, rechazamos radicalmente pensar en una cosa: la verdad
Para la cultura posmo no hay verdad, cada uno tiene su versión de las cosas, respetable, escuchable, pero nunca conmovedora. No hay enamoramiento a un ideal ni odio a quién profesa ideas opuestas, ya que tanto el odio como el amor suponen un compromiso y una atención frente al objeto al que se dirigirían esos sentimientos. Indiferentes al mundo, no nos entusiasmamos con la emancipación que supone el encuentro con lo verdadero ni, por el contrario, nos ocupamos en reprimirlo, ya que se reprime lo que se considera peligroso, y la verdad ya no se considera peligrosa, sino inexistente.
Como todo es relativo “según el cristal donde se mire”, no hay orientación digna ni sentido valioso, “todo depende del contexto”. Contextualización compulsiva sin marco que dé cuenta que se intenta leer en esa puesta en relación infinita y estéril de los elementos de la realidad.
En “este contexto” es que la verdad como tal es relativa pero he aquí la paradoja; el hecho de que todo es relativo adopta el carácter de absoluto: La posmodernidad en su seductor trabajo de desarticulación de cualquier sentido existencial genuino por medio de la tecnología de la relativización creó la noción absolutista de que nada es estable ni consistente.
Absolutización violenta y autoritaria, culpógena y burlóna (acaso no nos creemos más inteligentes que quienes profesan alguna religión o arriesgan su conveniencia personal por algo que los trasciende).
Absolutización que promueve las condiciones para el discurso político actualmente en ciernes donde el racismo, el individualismo y la misoginia adoptan una adhesión sorpresiva para las lecturas progres alertando sobre la incapacidad de quienes formamos parte del campo popular para teorizar más allá del “todo es relativo y todas las opiniones son válidas”.
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