EL SECRETO DE LA VIDA
EDITORIAL
AÑO 4 – N° 24
“El secreto de la vida, sin lugar a dudas es la memoria”. Furibundo Tempo inicia sus charlas en las sociedades de fomento y Centros de Jubilados con esta frase. El viejo profesor se refiere a la memoria como al baúl de cosas que tenemos guardadas, como ese mecanismo que está destinado a recuperar recuerdos. Es de vital importancia encontrar la practicidad de la memoria en nuestras vidas. Parece que nuestro ciclo biológico tiene un montón de relojes que despiertan funciones impresas en un mapa genético que viene desde una memoria ancestral.
“Cuando uno se interesa e investiga de que se trata todo esto de la memoria, se encuentra con un complejo entramado que supera ampliamente al uso que le estábamos dando hasta ahora. Resulta que los que nacimos hace rato, fanfarroneábamos recitando en orden las calles del barrio, teníamos memorizado por lo menos cien teléfonos, aun aquellos a los que le pusieron el cuatro adelante y agregábamos casi sobrando a que barrio o pueblo pertenecían las características. La familia numerosa no era un obstáculo para conocer los nombres completos y los días de los cumpleaños de todos los primos. Vecinos, almaceneros, milongueros, novios y novias fugaces surgían con natural urgencia, con nombre y apellido en cualquier conversación. Las formaciones completas de los equipos de primera división se recitaban sin errores, compadreando, con agregados de campeonatos obtenidos y delanteras implacables. Tiempos en donde sabíamos cuántos besos de amor habíamos dado. Esos tiempos, en que teníamos claro cuantas promesas habíamos cumplido y cuantas todavía debíamos.”
Lo cierto es, que esas habilidades a las que tanta importancia le adjudica Don Furibundo han caducado, algunas quedaron encerradas en un Smart fon, otras ya no tienen sentido, no tenemos vecinos, ni almaceneros, ni milongueros que podamos recordar. Los novios o novias de otros tiempos los olvidamos rápido, pasa que te bloquean.
Hemos romantizado la memoria y más de una vez confundimos la nostalgia que nos produce haber perdido nuestra juventud con vivencias de dudosa veracidad que rescatamos del pasado en las noches de navidad. Todos jugamos a la pelota, a las escondidas en las noches de verano y soñamos con la más linda. Bailamos, cantamos y lloramos con la negra Sosa, brindamos por un año nuevo y nos casamos para siempre. Regalamos la luna, una rosa y nos tatuamos en el alma unos ojos tristes. Todos los días recordamos una esquina, solo para no olvidarla, pasa que aquella esquina con la ochava y la ventana no existe más. La chomba Penguin, el Levis 505 y las Adidas vóley. La bicicleta, la vuelta manzana, el corzo, el baile en el club. Las herramientas del viejo, las masetas del patio, las fotos de la abuela.
Parece que han puesto en marcha una gran conspiración, los medios de comunicación le pagan a unos tipos y tipas para desprestigiar todos los recuerdos que tan prolijamente hemos enumerado. Esta gente que ha estudiado poco pero sabe mucho de televisión, todos los días se encargan de afirmar con un tono contundente, que ya no vale la pena andar recordando esas cosas, ¿para qué?, preguntan… y uno que no está preparado para contestar, se sienta en el viejo sillón y se pone a mirar el gran hermano.
Hace muchos años Furibundo Tempo advertía que esto iba a ocurrir:
“Primero atacarán la nostalgia, los escribanos certificarán que es una peligrosa enfermedad. Borrarán todos los símbolos, calles, clubes, casas donde fuimos felices. Las fotos dejaran de exhibirse en portarretratos, solo estará permitido ver imágenes fugases en brillantes pantallas. Así como un día se prohibió decir Perón, se penará con cárcel a aquel que proponga recordar. No habrá lugares donde compartir un momento con nuestros muertos. Nadie invitará a tomar un café, solo para conversar. Desaparecerán la ternura y los ramos de rosas. Los promotores del olvido gobernarán a un pueblo triste, sin memoria y sin futuro”
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