LO PEOR EN MI BARRIO, ES ASPIRAR… A SER ALGUIEN

LO PEOR EN MI BARRIO, ES ASPIRAR… A SER ALGUIEN

06/03/2022 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

 

 

 

 

 

 

 

EDITORIAL

           La apertura económica que implantó la dictadura del 76 trajo en su vientre la muerte y la exhibición obscena de la desigualdad. Los ochenta se empezaban a asomar y en la Avenida Roca de Hurlingham los zumbidos de las flamantes motos japonesas acaparaban la atención de todas las pibas. Honda, Suzuki, Kawasaki… pasaron a ser referencias habituales para cualquier joven, la mención a las cilindradas despertaba exclamaciones diversas.

Esta parte de la zona oeste del gran Buenos Aires tiene particularidades difíciles de empardar, la noche convocaba en el mismo lugar a las muchachadas de William Morris, Villa Tesei y el barrio de los ingleses. No está claro todavía, las versiones vienen de tipos que nunca fueron protagonistas, los verdaderos, los que escribieron estas crónicas invisibles están casi todos muertos. Lo cierto fue que de un día para otro los pibes de los arrabales empezaron a calzarse Levis 505, camisas Polaris, zapatillas Pony, chombas Penguin… y andaban en motos, motos poderosas. El coraje para conseguir todo eso lo vendían por gramo, envuelto en papel glasé metalizado. 

Todo empezó un sábado, en la puerta de Yucatán, un bowling que todavía existe y fue centro de la noche hurlinghense por mucho tiempo. Un flaco estaba con una morocha preciosa del barrio Luna, sentados en el pilar de la casa que estaba al lado del boliche, él aseguraba que eran novios. La Kawasaki 750 frenó con ruido a nuevo, el tipo ni se sacó el casco y le hizo una seña a la morocha, ella, soltó la mano del muchacho y de un salto se subió a la moto. Dicen que hay canciones que te dejan sin respiración y si por un momento existe la posibilidad de pensar que esa canción es para vos, te enamoras perdidamente como con una adicción incurable. Con el viento que te pega en la cara, cuando alguien viaja en una moto, también, dicen, pasa lo mismo. El pibe que se había quedado solo en aquella vereda jamás pudo superar aquel abandono público. 

Miles de motos se patentaban en Morón, la mayoría robadas, se las sometía a un cambio de números de motores y se le falsificaba los papeles, los escribanos hacían una fortuna legalizando esas operaciones, la cocaína era la moneda con la que se realizaban las operaciones. Así aparecieron miles de adictos, adictos a las motos, adictos a los Levis, a las Pony, a las pibas que querían beber el viento de las motos. La desigualdad, los sábados a la noche en Hurlingham, empezó a ser menos desigual, en muchos casos a punta de pistola.

En poco tiempo hubo un ejército de motociclistas dispuestos a todo, la gente que los vio nacer los desconocía. Es famoso el caso del barrio que quedó prácticamente desierto después de una redada, la policía buscaba cocaína y se encontró con más de 50 ciclomotores que tenían como destino alquilarlos en Pinamar. La cocaína caló hondo, jugadores de fútbol dejaron su profesión para traficar, inocentes parejas cabezas de familia, abordaban aviones con destinos europeos transpirando a mares por un par de kilos. Ancianas que jamás entendieron de que se trataba, repartían paquetes con changos de feria. Vertiginosos progresos de algunos vecinos mostraban autos nuevos y de vez en cuando aparecían camiones, preparados como para ir a la luna. El barrio se llenó de gritos desesperados, motores acelerados, frenadas bruscas y algunas noches, sirenas lejanas.

 

Fue el empresario corso Ángelo Mariani, fabricante del “Vin Mariani”, quien lo puso a la venta por primera vez en Burdeos en 1863. La bebida era una especie de vino mezclado con una infusión de hoja de coca, se popularizó en toda Europa, Ángelo tenía, además, habilidades publicitarias y en un abrir y cerrar de ojos el Vin Mariani se empezó a vender en Estados Unidos.  

A finales de los ’70, el Dr. John Pemberton leyó por primera vez que pueblos milenarios de Perú y Bolivia masticaban una sustancia milagrosa que actuaba como: digestivo, estimulante, afrodisiaco, prolongador de vida… Pemberton era un boticario conocido en el país del norte y en 1884 creó su French Wine Coca entablando una frontal competencia con la bebida europea. 

Pemberton tenía un interés personal por su invención, era adicto a la morfina, producto de una herida recibida cuando estaba alistado en el ejército. Estaba convencido de que su bebida podía morigerar los efectos adictivos de la morfina. En materia publicitaria John no se quedaba atrás: “la planta de coca no solo preserva la salud de aquellos que la consumen, sino que además prolonga la vida y permite desarrollar un gran esfuerzo físico y mental a sus consumidores”

La publicidad de la época tergiversaba la realidad como la actual, “French Win Cola es una cura radical para los desórdenes nerviosos, problemas digestivos y la impotencia”

Cuando al Dr. Pemberton le empezaba a ir bien, en el distrito de Atlanta, que era donde estaba radicado, se aprobó la ley seca. Fue el 1 de julio de 1886 y estuvo obligado a experimentar una nueva bebida sin alcohol, utilizando la base de las hojas de coca y nueces de cola utilizadas en su French Win Cola. El 28 de junio de 1887 John Pemberton recibía la patente de la marca y fórmula original de la Coca Cola. El hombre moría un año después a la edad de 57 años.

Coca Cola tuvo como proveedor de hojas de coca a Perú, por ese entonces el mayor productor. El mundo daba muestras de un enorme interés por la cocaína que el laboratorio alemán Merk comercializaba garantizado un fino refinamiento. El mismo Freud Sigmund experimentó con la sustancia, recomendó su uso y lo prescribió.

Coca Cola es el símbolo del capitalismo que sin ningún pudor exhibe en su nombre el epitome del mal, no es su efecto ni el peligro a la adicción ni sus componentes lo que nos debe preocupar. Coca Cola es un tatuaje que nos han hecho en la memoria. Fue un experimento en el que se basó el capitalismo, después vino Ford, Levis, Mac Donald, Apple, Motorola, Estándar Oil… esas son las verdaderas drogas.  

Está a la vista que la cocaína es solo un vehículo para llegar a las verdaderas adicciones.


Posdata: Este trabajo está dedicado a todos los pibes de mi barrio que murieron presos o en enfrentamientos con la policía. A los que largaron y al poco tiempo los consumió el VIH, a los que quedaron rengos de por vida por andar en motos que no sabían manejar.

A las novias, que perdieron a sus novios antes de conocerlos.

  

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