PROTESTAS
01/11/2021 Desactivado Por ElNidoDelCuco
EDITORIAL – AÑO III, N° 20
En estos días se está dando una de las más curiosas paradojas de la protesta social. Cuando la protesta invadió las calles de Chile en 2019, a muchos, (jóvenes en su mayoría), la manifestación les costó un “ojo de la cara”. Los proyectiles de goma fueron implacables en la represión. Las cifras perdieron precisión con el tiempo, pero fueron más de doscientos cincuenta los que quedaron, por lo menos, con un solo ojo debido a los disparos. Los detenidos fueron cerca de 25.000. Todavía siguen privados de su libertad unos 2.500 chilenos que esperan juicio, se los acusa de vandalismo, incendios y atentados contra la propiedad privada. Son más de treinta los muertos y algo menos de 3.000 los heridos, todos cubiertos por el tul oscuro de la pandemia.
Es innegable que las consecuencias de esos días de protesta derivaron en la actual Convención Constitucional, la cual todavía no se pronunció favorablemente para incidir en la liberación de los presos. La Convención no tiene potestad para otorgar una amnistía o algo similar. Lo cierto es, que el pueblo, cuando salió a la calle a evidenciar la enorme desigualdad de la sociedad chilena, tampoco tenía potestad para cambiar la Constitución.
Le Journal, un medio francés, publicó un artículo de Jean Baptiste Roncari el 31 de diciembre de 2015. Con el pretencioso título “Las diez manifestaciones que cambiaron el curso de la historia” el hombre se despacha con “El Boston Tea Party – 16/12/1773”, sin escalas aterriza en Francia e introduce a “La Revolución Francesa del 05/05/1789 al 09/11/1799”, en la incómoda nómina de las manifestaciones. Sigue con Gandhi en 1930, con la marcha por los derechos civiles en Washington, el mayo francés en el ’68…
Las marchas del lunes en Alemania, la victoria de la revolución cantada que llevó a la independencia a los países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania; la revolución de colores o de flores, Le Journal les atribuye una importancia meridional en la historia del hombre, que empezó en Georgia, siguió en Ucrania, pasó por el Líbano y finalizó en Kirguistán.
Euromaidan o la revolución naranja en Ucrania y la primavera árabe son los mojones que nos propone la citada nota para hacernos comprender estas cuestiones que tienen que ver con las manifestaciones populares.
Cuando se escribió esa nota todavía Chile se bancaba sin chistar la desigualdad.
Si de contar grandes manifestaciones se trata, este cronista siempre apela a un colaborador imprescindible, casi integrante del Nido del Cuco, siempre presto para llamar la atención con curiosos hechos y esta vez no será la excepción. Furibundo Tempo, con un cigarrillo apagado entre los dedos, (hace dos años que no fuma), señala el espejo sucio del bar y cuenta: “Mansa Musa fue Emperador de Mali desde 1312 al 1337, allá por 1324 el hombre emprendió una peregrinación a La Meca y, como es de suponer, no fue solo. Lo acompañaron más de 72.000 personas, miles de caballos y ochenta camellos que tenían la misión de trasladar toneladas de oro. La pregunta surge de manera natural: ¿Las peregrinaciones cuentan como manifestaciones populares? El cuento de Mansa Musa pasaría sin gravitación en la historia si el tipo no hubiese recorrido 3.500 kilómetros, sólo de ida.
¿Qué quiso hacer este pobre Emperador? Las razones religiosas parecen evidentes, sin embargo, deja una pregunta flotando en la bruma de la historia, ¿para qué el oro? Para mostrar que Mali era un imperio poderoso. Mansa Musa nunca lo supo, pero condenó a su pueblo a la más espantosa miseria y a uno de los saqueos más obscenos, comparable con el de Potosí. Fue por esa peregrinación que las potencias europeas se enteraron de las riquezas de ese lejano lugar de África”
“¿En qué categoría entran el éxodo, el piquete, o la espera de una multitud a un equipo de fútbol que obtuvo un campeonato? ¿Qué quiere decir el pueblo en la calle? Parece ser que el por qué uno sale a la calle es lo que hace a la calificación. Por supuesto que uno entiende que no es lo mismo que miles de personas se movilicen por cuestiones religiosas o que algunos miles ganen la calle para escuchar un concierto, o los que salen a reclamar comida porque ya no soportan el hambre.
Me parece que ha llegado la hora de replantearse este modo de protestar, algo hay que hacer, la multitud volvió a ser invisible, ya no importa. La indiferencia nuevamente está ganando una batalla asimétrica. Los pobres miserables aparecen en el fondo de una avenida y en interminables columnas que duran cuadras son observados desde los balcones y las ventanas de 42 pulgadas. Sólo en ese momento cobran vida y por un rato pasean su existencia, hasta que el último dobla en una esquina cualquiera y todos se vuelven a perder en su mundo invisible.”
Furibundo Tempo fue, desde la mirada de ocasionales observadores, un devoto creyente en una peregrinación a Luján, hincha fanático de un equipo de fútbol (del mejor, decía él) y se convirtió en parte de los inadaptados de siempre. Como si fuera poco, no faltó a ningún concierto callejero, entre otros, vio a Soda Estéreo y al Polaco Goyeneche en la 9 de Julio. Protagonista de todas las Plazas de Mayo con sello peronista, caminante silencioso de los 24 de Marzo. Fue tozudo piquetero en las rutas, experto tirador de piedras en las injustificadas represiones policiales. Marchó con los pobres, los tristes y los desposeídos y también fue parte de la mitología del Carnaval.
Todos estos pergaminos convirtieron al viejo profesor en un experto en esto de las manifestaciones populares. Sin que le pregunten, cuenta que sus mejores momentos en las calles ocurrieron cuando el pueblo estaba feliz y sentado en el cordón de la vereda, cerca de la madrugada, con una bandera en la mano, alargaba el festejo de un triunfo en primera vuelta.
ALEJANDRO BRAILE
Director
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