BROTHER TO BROTHER

       Podría haber sido un disco flojo de un cantante no muy conocido, pero con semejante título, creo que habría aprendido a quererlo igual. Resultó ser sin embargo, un disco perfecto para esa época. Y lo que es otra prueba contundente y no muy frecuente: absolutamente perdurable.

Vannelli nunca volvió a sacar un disco igual, salvo su sucesor, “Nightwalker”, que funciona como un lado b dignísimo o una continuación lógica y necesaria.

Hay algo que, por estos días de balances, reordenamientos, listas y revalorizaciones, surge para asombrarnos y estimularnos con determinados planteos. Y es aquello que a través de las cifras y los cálculos puede demostrarnos una verdad ignorada.

Pongamos, por caso, lo siguiente: ¿cuántos miles de discos se acumulan en nuestros estantes, y cuántas veces en los últimos tiempos hemos sacado de su lugar este disco para volver a escucharlo? A la vez, pensemos ¿qué número sorprendentemente alto de títulos no hemos vuelto a tocar durante el mismo período? Pero hay más. Habremos completado sin duda en ese interín, nutridas colecciones de Pink Floyd, Jethro Tull o Dylan, y agotado horas de conversaciones sobre los Rolling, Clapton o los remasterizados y desmasterizados de Queen o Rush. Pero si una omnisciente conciencia registrara en algún rincón del universo todas las cifras secretas ¿no quedaríamos perplejos frente al archivo que reflejara cierto impensable dato? Por ejemplo: que en los últimos diez años de nuestras vidas, escuchamos 138 veces “Brother to Brother” y apenas en dos ocasiones (y la segunda sin terminar) el doble de “The Wall”.

Sin embargo, en la permanente re-significación que las grandes obras permiten a través del tiempo, hay otra cosa más trascendente que aflora hoy con claridad. Y es esa fuerza del título, sostenida con coherencia en un disco cuyo crédito principal nos confía que está producido y arreglado por tres hermanos, Gino, Joe y Ross Vannelli.

Escuchar el tema homónimo en el corazón del álbum es ser testigo de esa hermandad, y sentirse parte de ella.

Es un símbolo pertinente por estas horas, pero también es un testimonio y una celebración.

En el recorrido siempre renovado y vital de un álbum que es también como un hermano de sangre y de vida, ese hilo conductor se muestra como pocas veces antes, cuando conmovidos llegamos al final con un abrazo musical que se llama “People I Belong To”.

Hoy volví a este disco por muchas razones, pero también porque sí nomás.

Con esa misma naturalidad y amplitud de sentido, llegaron y siguen llegando los mensajes de tantos amigos, y el llamado de mi hermano.

Voces y sonidos de una canción infinita, así, circulando como ondas en el aire, de hermano a hermano.