
HOMBRE LIBRE, CORDERO ASADO
2019-11-07 Desactivado Por ElNidoDelCucoPor POL PLIEGUES
Fue un 31 de Diciembre por la mañana que despertamos en Laitec una isla ubicada sobre el pacífico a 10 kilómetros al sur embarcando en Quellón isla grande de Chiloé, Chile. Después de un rato de caminata entramos a una casa de techos bajos toda construida en tronco y madera con pequeñas ventanas y una cocina económica a leña, allí nos esperaba una señora de baja estatura, originaria y muy anciana junto a tres hombre morrudos de buen porte, gran estatura y bien alimentados.
Nos sentamos frente a ellos uno al lado del otro y alineados en una banca larga, éramos seis amigues que habíamos decidido pasar fin de año juntos, en algún lugar que no era nuestras casas de citadinos amaestrados. Al entrar a la casa nos sentimos explorados, nos preguntaron algunas cosas, contestamos con algunas palabras y nos despacharon, uno de los muchachos nos regaló un cordero el cual llevamos cuesta arriba y cuesta abajo sobre nuestros hombros alrededor de cinco kilómetros de caminata hasta la cabaña donde morábamos.
Lo dejamos atado y aprovechamos el momento del mediodía para comer algo de pan que habíamos cocinado a leña por la mañana, junto con algunas provisiones que habíamos traído de la isla grande de Chiloé. En Laitec no hay comercios, no hay provisiones ni nada parecido, solo se produce lo que se cultiva y se cría, por lo tanto harinas bebidas y demás enseres necesarios para pasar la primer semana de Enero fueron comprados mucho antes de embarcar para la isla.
Era ya de tarde y decidimos encarar la cena de año nuevo para lo cual debíamos carnear al cordero. Lo arrimamos mansamente como alguien que pasea a un animal doméstico, y sin que se dé cuenta apoyamos su cabeza sobre un madero y le abrimos la arteria yugular con una pequeña incisión al costado de su cuello. Mi trabajo fue sostenerlo sin mucha fuerza, parecido a un abrazo, pues no hubo intensión que sufriera, el animal se fue desangrando poco a poco y sin hacer mucho espamento. Al pasar unos momentos comenzó a tirar patadas su cuerpo, ya sin su alma el animal se convirtió en carne para alimento.
La sangre que brotaba del animal muerto al estar colgado de sus patas traseras la recogimos en un cuenco, preparamos un picadillo de cilantro, ajo, cebolla, Merkén y lo mezclamos con la sangre tibia, Lo volcamos sobre una bandeja de unos cinco centímetros de fondo y lo dejamos reposar a resguardo del sol en un lugar fresco.
Laitec es una isla que está a la altura de Esquel en Argentina, por lo que aun estando en pleno verano se siente fresco ya que las frías aguas del océano pacífico y el viento hacen que la temperatura baje bruscamente cuando el sol ya no acompaña.
La forma en que cocinaron el cordero fue muy rara pero no intervine pues no era mi casa. Se dispuso un fuego central y en los costados unas estacas en V, que sostenían unos maderos en forma horizontal al suelo a una altura y separación prudente y adecuada al fuego, el animal fue cortado en dos longitudinalmente por su columna vertebral, enroscado en cada uno de los dos maderos y arrimado a la hoguera, cada tanto era rociado con una salmuera y rotado para que así todas sus partes se cocinen parejo.
Eran ya las seis de la tarde cuando cortamos en pequeños cuadrados la gelatina en que se había convertido la sangre cruda y condimentada. Esta preparación se llama Ñachi o Ñache y es una comida de origen Mapuche consumida en Chile que se prepara justamente con sangre fresca de animal recién sacrificado; recuerdo haber comido varios de estos trozos y caer en un sueño profundo y muy soñado. Un par de horas después me desperté cuando la fiesta estaba más animada, el cordero estaba marchando, el vino tinto corriendo y el pisco elevando la temperatura de tamaño asado. A mear al arroyo.
Corría el año 2005 y no estaba implementado turismo alguno, hoy ya puedo decir que es una isla soñada, la fiesta duró hasta el alba con bailes cánticos y abrazos. Nos despertamos el primer día del año después del mediodía, preparamos nuestros enceres para una caminata y nos llevamos algunas sobras de la comida de la noche anterior para reponernos de la larga caminata que nos esperaba hasta Playa Paraíso, frente a un mar azul soñado. Al llegar hicimos una fogata, mientras nos sentábamos mirando el fuego alguien entonaba unas canciones acompañando a una guitarra. Así pasamos varios días en un lugar del mundo despojado del ruido y el común de la gente. El paisaje era lo principal del viaje, desde la isla puede verse la cumbre nevada del volcán Osorno en el continente.
Hoy recordé este maravilloso viaje y me brotaron alguna lágrimas de felicidad remanente.
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