
INFORME AL JUEZ
2019-07-27 Desactivado Por ElNidoDelCucoPor ALEJANDRO PASCOLINI
De mi mayor consideración:
A continuación se presenta informe de realización de trabajo de acompañamiento psicoterapéutico al paciente designado por usted para tal fin.
Primer encuentro:
Al encontrarme con los profesionales responsables del tratamiento del paciente, se me informa que el nombre del mismo es Luciano Sale, 49 años de edad, diagnóstico de psicosis paranoica, profesional (no se especifica la actividad). No trabaja desde los 35 años, época en la cual contrajo su primera descompensación, lo cuál produjo la internación en la institución donde actualmente reside.
Apenas ingresé a la clínica, me resultó notoria la actitud del psiquiatra del lugar, quién mientras hablaba de Luciano jugaba con un cuchillo de caza, clavando el mismo en los espacios existentes entre los dedos de su mano izquierda, la cual se encontraba extendida palma abajo sobre su mesa de trabajo. Al notar cierta zozobra en mi mirada, se justificó revelando que esta práctica “lo ayudaba a relajarse y recordar qué medicación le concernía a cada paciente”. Al respecto, me hizo saber que es “un hábil cazador con cuchillo” y que muy prontamente acercará a la institución, a los fines de que sirvan de”ameno ornamento”, algunos de los animales por él cazados, los cuales se hallaban disecados en su casa.
Por mi parte, le solicité con prontitud que se me permita entrevistarme con el paciente a los fines de poder conocerlo y establecer con él las coordenadas básicas de trabajo y, al mismo tiempo, poder percibir sus posibilidades para establecer un vínculo terapéutico.
Una enfermera que se encontraba regando las plantas de una maceta, las cuales eran de material plástico, me comunicó que “si encontraba el paciente me lo traería”, pero sin ofrecer plenas garantías de la realización efectiva de esta acción.
Al fin, Luciano se presentó ante mí. Más allá del diagnóstico antes citado, me encontré con un sujeto lúcido, locuaz y sonriente. El primer encuentro consistió en conversar y salir a caminar por las inmediaciones del lugar, visitando locales comerciales y una plaza.
Segundo encuentro:
Habiéndome acercado a la institución con el fin de encontrarme con Luciano e interrogando a la asistente referida en el primer encuentro sobre su paradero, me responde “lo voy a buscar si se me canta el orto”, respuesta que, debo decirlo, produjo en mi cierto desagrado. Para asegurarme de que el paciente pueda entrevistarse conmigo me dirigí al psiquiatra, quién se encontraba regando las mismas plantas de plástico indicadas también en el informe del primer encuentro. Luego de dejar la regadera sobre una mesa repleta de pastillas de diversos colores, una botella de wisky, y diversas líneas de una sustancia de color blanco, me condujo hasta la habitación de la persona buscada.
Pregunté a Luciano si quería salir y debido a que su respuesta fue afirmativa nos dispusimos a tomar un café en las inmediaciones del lugar.
Es necesario aclarar que mientras conversábamos, me costaba concentrarme en los dichos y acciones de mi interlocutor. La respuesta agresiva de la enfermera y la escena obscena del médico tratante me causaron un grado de ansiedad que dificultó seriamente mi estabilidad emocional. Si bien las situaciones mencionadas poseían cierta gravedad, no logré pesquisar con claridad el verdadero motivo del exagerado bloqueo para ejercer mi función.
Con motivo de lo antes referido decido terminar prontamente el encuentro y despedí al paciente en la puerta de la clínica.
Tercer encuentro:
Debo decir que en el momento en que me dirigía al ejercicio de mi función, mientras viajaba en el trasporte que me acercaba hasta la institución de referencia, sentía cierta opresión del pecho y la garganta, tensión muscular, aceleración del ritmo cardíaco y respiratorio. Por otro lado no podía dejar de pensar en las plantas de plástico y curiosamente, venía a mi mente la imagen de un potus artificial diciéndome “regame puto, regame”.
Le pido disculpas por hacer alusión a mis propios procesos psicológicos y no a los del paciente del cual es usted responsable y por lo cual contrató mis servicios. Pero me parece importante que conozca mi estado y aptitud para el trabajo, ya que tanto el ánimo del acompañante psicoterapéutico como su situación psicológica general, hace a la mejoría o no del paciente tratante.
Una vez en mi lugar de trabajo decidí (gracias a un importante esfuerzo de voluntad y una vasta experiencia y formación) no dejarme llevar por las inclemencias relacionales del lugar y abocarme pertinentemente a la labor con Luciano.
Dispuesto a resolver rápidamente el trámite de buscar al paciente para salir a caminar por el barrio, me dirigí a la oficina del psiquiatra para que me facilite ese objetivo.
Cuando abrí la puerta del office del profesional lo encontré teniendo relaciones sexuales con la enfermera ya citada. Mientras la penetraba por detrás (disculpe la especificidad en los detalles), el médico mordía la hoja de su cuchillo de caza. Por su parte, ella al advertir mi figura en el marco de la puerta declamaba: “Si querés ver al paciente te tenés que sumar a la fiesta…”
Como se podrá imaginar, regresé prontamente a mi hogar, no pudiendo visitar a Sale.
Cuarto encuentro:
Prefiero no ahondar en los pormenores de este encuentro.
Pero debo hacerle saber que no me encuentro en condiciones anímicas ni emocionales para proseguir mi función.
Mi labor implica no sólo la destreza de poder contener e incluso apaciguar la ansiedad del paciente requerido sino también advertir y registrar mis propios afectos, ya que los mismos son las herramientas con las cuales ejerzo mi tarea. No sólo obro desde una técnica y una teoría la cual implica una metodología y hasta una posición ideológica frente al sufrimiento psicológico. También intervengo desde los más íntimo y sensible de la dimensión emocional que me atraviesa. Desde hace unos días sufro de pesadillas, angustia y micosis, y creo entender que estos síntomas se deben no al vínculo con Luciano, el cual es un sujeto excepcional, sino al clima de perversión que impera en el lugar de trabajo. Además, sigo con la misma imagen recurrente en mi cabeza, aquel potus artificial que me dice “regame puto, regame”.
Quinto encuentro:
Debido a que se me informó que es mi obligación continuar con el compromiso asumido de realizar el acompañamiento, y de que usted no logró conseguir un acompañante que trabaje por 15 pesos la hora, decidí no renunciar al caso y sumar dos encuentros semanales con mi psicólogo, lo cual me brindará la claridad de consciencia necesaria para afrontar las particularidades de esta institución y continuar con mi rol.
En esta oportunidad logré salir (escapar) prontamente del lugar de internación para compartir con el paciente las dos horas en un café de la zona.
Como habrá notado, en mis informes se plasman extensamente las peculiaridades del lugar de internación de Luciano pero no de Luciano mismo. Consciente de que la pertinencia de mis informes implica el proceso singular que lleva adelante el paciente y no tanto los elementos que conforman su contexto, de aquí en adelante me comprometo a brindar sólo información relativa a esto. De todas formas, y disculpe la expresión, me sigue jodiendo el recuerdo del potus…no puedo dejar de pensar en eso.
Una vez en la confitería elegida, Luciano rió ampliamente cuando le pregunté cual fue su último trabajo y carcajeó aún más cuando observó que la edad en la que debió dejar de trabajar y al mismo tiempo ser internado es la misma que la que yo poseo (35 años) en la actualidad.
Su risa me molestó, me inquietó. No sé por qué me recordó las escenas de las plantas, el cuchillo, la sexualidad en guardapolvos…
Luego afirmó que conocía muy bien mi trabajo, le pregunté si antes algún acompañante psicoterapéutico lo había visitado, me respondió que no, y siguió riendo…
Si nos atenemos a su diagnóstico, la paranoia implica una disposición muy importante a ubicar a los otros como victimarios omnipotentes que persiguen, violentan y perjudican de todas formas a la persona que sufre este cuadro. En este caso, Luciano al percibirme en un lugar tan vulnerable, asustado por sus referencias enigmáticas y por los recuerdos involuntarios a lo que me remitían esas señales, logró ubicarme como un ser débil y asustadizo, por cierto como alguien en las antípodas de poder perjudicarlo. Mi impotencia lo aliviaba, me mostraba ante él como lo mas inofensivo, incluso con necesidad de ser cuidado. Ante mi presencia, olvidó el miedo que tiene habitualmente por las personas. Fallando en mi intención de mostrarme estable, acerté brindándole la estabilidad que me faltaba.
Al regresar con él a la clínica, luego de caminar y conversar, una trabajadora social se acercó y me dijo que debía quedarme unos minutos ya que necesitaba conversar conmigo. Me preguntó si conocía qué día y hora eran e insistió en que repitiera mi nombre. Por otro lado, Luciano antes de entrar a su habitación me avisó alegre: “Vamos a ser buenos compañeros”.
Vigésimo encuentro:
Debo comunicarle que le escribo desde una Commodore 64 que se me habilitó en una habitación de la institución. Por algún motivo, no se me permite salir ni hacer llamadas. La trabajadora social sigue solicitándome que diga mi nombre y parece entristecerse cuando le respondo siempre de modo distinto.
Por otro lado, la mencionada perita me comenta en forma divertida que Luciano trabajaba como acompañante terapéutico hasta que comenzó su labor en la clínica donde actualmente nos encontrábamos.
Además me aconseja que trate de alejarme del psiquiatra y de todas las enfermeras, ya que según su criterio, el encuentro con estos seres fue el que malogró mi situación.
Pero no se cuál es mi situación.
Tengo miedo.
Usted me dejo sólo.
Ya no recibo respuestas de mis informes.
Usted organizó esto.
Vos armaste esto.
Séptimo encuentro:
Por si es de su interés, comencé todos los días a regar un potus, que aunque no necesita ser regado ya que es de material plástico, atenúa de manera considerable mi angustia el brindarle agua.
Además me fue asignado un acompañante terapéutico, curiosamente de mi misma edad, el cual, no se porqué, se extrañó notoriamente al verme verter mi regadera sobre unas plantas plásticas…
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