EL TIRO POR LA CULATA

EL TIRO POR LA CULATA

17/12/2018 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

Por GISELLE VINOKUR

Terrenal: pequeño misterio ácrata obra de Mauricio Kartun es una relectura contemporánea, una parábola del mito bíblico de Caín y Abel. El dramaturgo lo reescribe con otra clave manteniendo la línea argumental, pero con un resultado diferente. Es, en este sentido, una reinvención de la fábula bíblica donde la línea argumental no se trastoca, pero sí la interpretación de su moraleja.

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      La historia transcurre en algún paraje perdido de la provincia de Buenos Aires. Caín y Abel, dos hermanos constantemente enfrentados, viven un viejo loteo fracasado, herencia de Tatita -su padre- que los ha abandonado allí años atrás y a quien imaginan de gira constante por las fiestas folclóricas del interior. Caín es capitalista, inventor de su propio sistema de pesos y medidas, agricultor de morrones, conservador y reaccionario, que vive pendiente de cuidar su “capitalito” y proteger su propiedad, enojoso y egoísta.

Abel es escéptico, indolente y vive de la venta de isoca para carnada, la larva del escarabajo cornudo o “torito” que los pescadores le compran a la vera de la ruta que va al Tigris. Gusta de beber, ir a las peñas, pescar y compartir. Es un poeta en el sentido romántico, un tipo tristón que vive desengañado del mundo. La acción transcurre en el límite entre los terrenos que su padre les regalara. Caín eligió el de la derecha ; Abel recibió, por defecto, el de la izquierda.

Durante la primera parte de la obra, los hermanos discuten y recuerdan, codo, a Tatita: Caín, con añoranza y fervor religioso, diciendo cumplir la obra que cree le ha encomendado su padre; producir y cuidar el terruño. Abel, aunque lo extraña, no espera que vuelva. Pero luego de veinte años, Tatita regresa. Atorrante irónico, pero también querible, trata de ponerse al día sobre sus vidas, mientras evade las respuestas respecto de la suya. Cada uno le hará una ofrenda: Caín sus morrones y su particular invención métrica, el “metro-morrón”; Abel, la farra en el recreo a orillas del río. Caín se indigna porque Tatita elige la ofrenda de su hermano, prefiriendo la vida libertina -o libertaria según la mira Abel- a su ascética y aburrida existencia capitalista. Indignado por la elección que ha hecho su padre, mata a todos los cascarudos que están emergiendo de la tierra, base de la subsistencia de Abel. Extermina con saña a esa “invasión de oscuro cascarudo” que invade y se procrea para combatir el capital, en obvia alusión al proletariado. (Kartun , 2014;34, Colección Biblioteca del Espectador, primera edición)

Cuando Abel descubre lo hecho por su hermano, Caín lo mata. Tatita se indigna porque Caín no ha sabido mantener la dialéctica entre opuestos que todo lo mueve. La pelea, el vivir a bofetones no está mal, es la manifestación del movimiento. Caín lo echó a perder al eliminar el polo opuesto. El hermano asesino, siguiendo la lógica legal burguesa, reclamará su castigo. Tatita le impondrá el destierro: lo condenará a vagar por el mundo sin detenerse, hasta instalarse en terruños donde edificará ciudades amuralladas en las que nunca se sentirá seguro, deseando siempre que al otro le vaya peor que a él. Nunca podrá descansar. Se irá con la Señorita maestra, el objeto de su deseo, pero ella nunca le responderá; la creerá su propiedad, pero nunca será suya, aunque llenen de prole el mundo. Tatita, además, dará a Caín un cuerno  que deberá llevar siempre como estigma sobre su frente. “La guampa es por cornudo” (Kartun,2014:49), gritará Tatita: la Señorita Maestra ha estado antes con Abel y lleva en su vientre la prole que se diseminará junto con la de Caín, cuestionándolo y enfrentándolo. Ni ella, ni la polizonte sangre de Abel serán suyas ni podrá domarlas o convencerlas, aunque se valga de la represión. En sus hijos, en las entrañas de su mundo, aparecerá siempre el cuestionamiento y el enfrentamiento, la resistencia que no podrá domar “ni a sogazos”.

 

ARTE E IDEOLOGÍA: LA FUNCIÓN POLÍTICA DEL ARTE

 

Toda la obra supone una toma de posición política, consciente o no, por parte del autor. Es decir, “una respuesta probable para ese conflicto que se plantea en la obra particular, como producto de una experiencia histórica particular”. De esta manera, una obra puede ser perfectamente lograda, con magníficas actuaciones y con una excelente dramaturgia, pero transmitir un mensaje reaccionario o viceversa. Puede que inclusive el autor quiera presentar un significado determinado y ser leída en forma completamente opuesta a sus intenciones.

Una obra de teatro es una expresión que reúne en sí misma la combinación integral de productos artísticos. Todo lo que opera en ella tiene algo que decir. Así, desde la vestimenta, el tipo de actuación hasta la forma en que se utiliza el lenguaje, confluyen en un único objetivo: presentar un conflicto y todas las condiciones que este implica: Los elementos pueden integrarse en su totalidad al sentido general, aunque muchas veces suelen aparecer elementos contradictorios o no coherentes entre sí.

Mauricio Kartun continúa usando muchas estrategias aprendidas con el maestro con el que se formó, Ricardo Monti. En este caso, recupera elementos que también fueron utilizados por Monti en “Historia tendenciosa de la clase media argentina”, como la utilización del teatro épico como una estética que desnuda, a partir del efecto de distanciamiento, las arbitrariedades del capitalismo, con una función didáctico-política, pero con una propuesta estética que resulta en un amasijo de recursos, en lugar de mantener una coherencia profunda con su programa político y con la tradición brechtiana.

La utilización formal de la estética brechtiana está presente en la parodia, el absurdo, las bromas, la representación acartonada y gauchesca que son los tópicos de Terrenal. Los personajes utilizan un lenguaje del campo, viejo y apolillado, hacen chistes irónicos y de doble sentido. También está presente el estilo del payador, del que cuenta una historia con rimas, casi cantando. La vestimenta, el maquillaje payasesco, la exageración de los movimientos, el énfasis en la entonación de las palabras y la utilización plana del espacio, denotan fuertemente la voluntad de provocar el efecto de distanciamiento en el público. Los personajes se encuentran siempre más o menos en la misma disposición espacial, a la derecha Caín, a la izquierda Abel, en el medio Tatita. Ello, junto con la iluminación tenue, las ropas oscuras, la escasez de fondo y objetos en el escenario, dan una constante idea de poca profundidad en el espacio, de plano y viejo. Todo parece sepia, como una vieja fotografía, sirviendo a la idea de irrealidad de la situación, reforzando el distanciamiento.

 

BURGUESÍA, ANARQUISMO Y FRENTE POPULAR

 

La historia es definida por el autor como una parábola “trucha” del origen del mundo capitalista como un mito primigenio. Para la reescritura y reinterpretación del mito, Kartun sostiene haberse basado en el género del Theatrum Mundi o “varieté mundi”. El Theatrum Mundi consiste, a grandes rasgos, en la utilización de la pieza teatral como una representación del mundo y sus relaciones, donde existe un destino prefijado cuyos actores representan personificaciones sociales sujetas a ese orden. Es un tipo de recurso que a través de la introducción del caos y la simbología pretende mostrar el orden de las cosas, proporcionar una explicación.

El nombre completo de la obra remite a varias cuestiones. Por un lado, el “misterio”, que es según Kartun el género que la enmarca, remite a las representaciones religiosas que se hacían durante el medioevo con el fin de ilustrar a los fieles analfabetos sobre los pasajes bíblicos y sus enseñanzas. Actos populares que poco a poco fueron tomando sus libertades, introduciendo “escenitas”, momentos burlescos y grotescos que se desviaban de los objetivos de la Iglesia, razón por la cual fueron prohibidos luego. Esta línea puede verse, por ejemplo, en la inclusión d la “Escenita II”, única situación que excede la línea argumental de la fábula bíblica – el genocidio de los escarabajos de Abel, del pueblo de Abel – introduciendo así un momento significativo. La elección de la imaginería religiosa se condice con las prácticas llevadas a cabo por la tradición anarquista en lo que respecta  a su política cultural, cuestión que se refleja en que no se trata de un misterio religioso sino “ácrata”. En ese orden de cosas, los personajes de Caín y Abel son tanto individuos en sí mismos, con sus visiones del mundo contrapuestas, como también personificación de dos programas políticos en disputa. Más allá de la confrontación permanente que la obra sugiere, sin embargo, no se trata de programas antagónicos sino de dos programas de la misma clase. Y ello se debe a que Kartun no construyó un Abel explotado, un Abel obrero, sino propietario. De allí las contradicciones políticas en las que cae la obra.

Paradójicamente, una suerte de explicación “anarquista”, “libertaria” sobre el origen del mundo capitalista y la moral que este ha creado deja a Dios muy bien parado. En ese juego de roles, Tatita aparece como “Dios”, alguien que no es inocente pero tampoco juzgable, quizá como la dialéctica o la historia. Un “Dios-mito” que los dispone en el mundo como un juego de opuestos, de pelea y choque, del bien y el mal, libertad y capitalismo. Kartun ha creado, según sus propias palabras, un Dios “libertario”, anti-represivo, que en la obra está presente como su propia visión del mundo, enfocada a  mostrar  “la dialéctica entre esas dos grandes visiones del mundo: la de quienes quieren habitarlo y disfrutarlo, y la de quienes quieren poseerlo.”

No obstante, el mismo Kartun admite- citado por Dubatti- (Jorge Dubatti: “Mauricio Kartun; “Creo en el Dios Mito. En su metáfora perfecta: Y lo respeto como tal. El mío es un Dios Zurdo.” (Kartun,2014)), que de la confianza que pudo tener en el socialismo y en su vínculo organizativo , el Partido, no queda más que una esperanza utópica. Algún día tal vez llegue el socialismo, no sabemos cómo ni cuándo. Solo queda la crítica al capitalismo neoliberal. Según el mismo, ha perdido “con los años de experiencia”, las certezas y la confianza. Hecho que podría reflejarse, creemos, en su recuperación de las tradiciones anarquistas, pero que nos deja sin soluciones. El programa político de Abel, débil, impotente, cuyo mayor logro es ser un elemento contestatario que nunca desaparecerá de las entrañas del mundo de Caín, resulta ser funcional a la dominación de Caín. La rebelión es siempre impotente. En el mejor de los casos, la opción más racional termina siendo alguna forma de acomodación al orden existente que asegure una vida más o menos soportable. No extraña, entonces, que esta confrontación sin fin que no llega a ningún lado  termine en una forma de política burguesa, la del mal menor, inaugurada en 1936 en la Argentina por el Partido Comunista, el Frente Popular ayer y el kirchnerismo recientemente.

Esta estrategia ha reflejado siempre las aspiraciones de la pequeña burguesía que representa Abel, con su impronta progresista, pero también con su debilidad congénita: a diferencia de Caín, que expresa cabalmente a su clase – de allí su potencia – , Abel no pertenece a la clase explotada, carece de conexión orgánica con ellos, con sus “toritos”. Abel pertenece a una clase social distinta a la de los negros escarabajos, pero es, no obstante, su programa, su dirección, su intelectual. Esa clase no parece tener dirección propia. Está, por lo tanto, a merced de la piedad de algún miembro de la clase dominante. Como éste, Abel, carece  de toda capacidad transformadora, la clase está condenada. Lo que parece un llamado a la bofetada, a la rebelión transformadora, se convierte en su opuesto.

 

No te pierdas la entrevista exclusiva a Mauricio Kartún.

 

 

  

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