BAREBACK. El sexo más riesgoso
11/11/2018 Desactivado Por ElNidoDelCuco
Por RAMONA SOTO
Se parece a jugar a la ruleta rusa: tener sexo sin preservativos con una persona infectada por el virus del sida. Esta práctica ha crecido en los últimos años, especialmente dentro de la comunidad gay, y se la denomina “bareback”. Una tendencia que saca a la luz un tema tabú y que pone en discusión los límites de la intimidad sexual.
ADIÓS AL FORRO
La expresión inglesa bareback viene del lenguaje ecuestre y significa “montar a pelo” (barebak horseriding). Como otras expresiones, no suele traducirse a otros idiomas sino que se usa en inglés, igual que el sustantivo que define a quién lo practica: barebacker. La práctica de bareback es bien definida. Tener sexo sin protección, especialmente entre dos portadores de HIV, o entre un portador y una persona sin sida. También se lo denomina raw sex (sexo crudo o salvaje) o skin to skin (piel contra piel). Los franceses usan también la expresión no kapote (de “no capote”, no forro). Pero la expresión bareback es la más común y definitoria.
Es innegable que tener sexo sin precauciones es una práctica históricamente común. Pero el bareback se aplica a una relación consciente, buscada, sin preservativos. Práctica sexual que ha generado una subcultura, especialmente dentro de la comunidad gay. El primer llamado de atención sobre el bareback provino de un actor porno norteamericano, Scott O´Hara, que en 1995 escribió en la revista Steam: “Estoy harto de usar forros, ya no los voy a usar más”. Otros actores porno se pronunciaron de la misma manera, como Aiden Shaw que declaró: “No puedo imaginar tener una vida sexual segura. Soy el tipo de persona que toma drogas, que le gusta asumir riesgos, y el sexo no protegido forma parte de esto. Es lo que prefiero. No es que no me gusten los forros, sólo que es un pedazo de caucho, y la diferencia entre coger sin y con es realmente inmensa. Pretender que no hay diferencias es una boludez”.
El bareback creció, sobre todo, gracias a Internet. En la red se pueden encontrar sitios dedicados a incentivar el bareback, o más comúnmente, el chat y los foros de temática sexual ponen en contacto a los internautas que quieran practicarlo. También la prostitución es un ámbito donde el bareback se desarrolla. Aunque en este sentido, el riesgo del sexo sin protección atrae tanto a homosexuales como a heterosexuales. Casualmente, o no, el crecimiento del bareback en Estados Unidos y Europa coincidió con el desarrollo de nuevas drogas para el tratamiento del sida, una mayor supervivencia de los infectados y un mayor relajamiento de la paranoia del contagio.
SÍMBOLOS Y FANTASÍAS
“Abordar el bareback implica necesariamente sacar a la sexualidad de las personas seropositivas del silencio que les rodea”, afirman Jean-Yves Le Talec y Daniel Welzer-Lang, investigadores de la Universidad de Toulouse. El bareback pareciera una reacción a las posturas sin matices que diferencian al sexo seguro del inseguro.
Como afirma Michael Scarce en su artículo El fin del sexo seguro: “El discurso unívoco del establishment antisida (En los Estados Unidos) que clasifica las prácticas sexuales en dos categorías solamente, “alto riesgo” y “riesgo débil o nulo”, deja a numerosos gays, cuyas prácticas se sitúan entre dos extremos, sin ningún sostén en sus actividades sexuales”.
Entre las fantasías que genera el barebacking está la del suicidio (una especie de ruleta rusa) y también la del asesinato (el semen eyaculado como un disparo que infecta y termina matando al otro).
El barebacker busca erotizar el riesgo de contagio. Para Le Talec y Welzer-Lang, “La intimidad buscada durante el acto sexual no protegido toma una dimensión alegórica de la contaminación y la invasión viral. El partenaire que busca una contaminación es llamado bug chaser y la infección se denomina fecundación. El partenaire que contamina es llamado gift giver y asume la paternidad del contagio”.
Al respecto, Michael Scarce opina: “Para estos hombres, las seroconversiones se vuelven un ritual de adopción más que el fruto del azar, formulado con metáforas referidas al embarazo”.
INTIMIDAD
Algunos recordarán la escena de “Las noches salvajes” de Cyrill Collard, tal vez la primera muestra de bareback en el cine: el protagonista (el propio Collard, que falleció meses después víctima del sida) era seropositivo y bisexual; en el momento que va a tener sexo con Laura (la encantadora Romane Bohringer) toma un preservativo y ella lo rechaza, decide tener sexo con él sin cuidarse. La escena armó bastante revuelo porque iba en contra de lo que se venía diciendo desde los medios sobre la prevención del sida.
El bareback produce necesariamente el enfrentamiento de dos sectores que parecen irreconciliables: aquellos que defienden a ultranza la libertad de vivir una sexualidad arriesgada y los que propugnan un sexo seguro. La discusión de fondo no es sólo si uno arriesga su vida con el bareback sino hasta dónde se está dispuesto a aceptar las normas sociales. En ese sentido, Erik Rémés defendió su obra: “Serial Fucker” es escandaloso porque va en contra de la hetero-normalidad de los gays. Es también un libro metafísico de iniciación que se pregunta sobre lo que hacemos en la tierra. Interroga a cada uno sobre su percepción de la vida, de la muerte y sobre sus deseos de tener prácticas riesgosas: Toda mi obra gira alrededor del sexo y del amor porque éstos representan los últimos espacios de libertad.
Quienes más atacaron a Erik Rémés fueron los integrantes de Act Up. No sólo reivindicaron el ataque a la editorial de Serial Fucker, sino que han publicado artículos en contra de lo que ellos consideran una apología a la epidemia. “El bareback – afirman – se plantea como una práctica ideológica extrema. Y eso no se puede negar; es de extrema derecha”.
Para Act Up, el bareback contiene todos los elementos del liberalismo político que antepone el individuo a la sociedad, el interés individual al colectivo. Su ultraindividualismo no es progresista, aseguran, sino una forma de destruir los avances sociales ante una epidemia todavía no controlada”.
En un capítulo de la serie norteamericana “La ley y el orden”, una jueza se niega a usar como prueba los hábitos sexuales del acusado. El fiscal (el siempre efectivo Sam Waterston) sorprendido y furioso le pregunta por qué no deja usar el dato en el juicio cuando podría ser definitorio en la resolución del caso. “Porque no quiero que el Estado se meta en mi cama”, dijo la jueza. Un personaje de ficción, sin duda. Convengamos que las campañas de prevención (especialmente las realizadas por colectivos de corte sexual o por ONG´s) están lejos de ser el Estado intrusivo. Y también convengamos que muchos de los que practican barebacking no son necesariamente ultraderechistas. Pero lo cierto es que la sexualidad de personas infectadas con sida es uno de los temas tabúes, como la sexualidad de discapacitados físicos o mentales. Con el agravante de que, en algunos casos (en el estado de California, por ejemplo) el contagio de HIV se encuentra criminalizado.
Cada uno debería poder decidir qué hace con su vida sexual. Bah, con su vida. Y que, salvo que se opte por prácticas masturbatorias, esa decisión debe contemplar al otro o a los otros con quien se comparte esa vida.
Michael Scarce insiste en que “más que estigmatizar a los barebackers, un acercamiento más productivo sería que los actores de la prevención se familiaricen con esta práctica. Se quiera o no, estos individuos van a continuar haciéndolo y ellos tienen derecho a una información sobre las estrategias para disminuir los riesgos. Que se reconozca que las prácticas no protegidas tienen su propia escala de riesgo, un acercamiento al barebacking por la reducción de riesgos debería permitir a los individuos hacer elecciones más claras. Pero continuar el camino de reducir todo a un solo riesgo no respondería a lo que se presenta como un gran peligro, mayor aún que el barebacking: la incapacidad de los miembros de la comunidad gay y de sus líderes para discutir cuestiones con una actitud comprensiva y de respeto mutuo”.
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