LA LIBERTAD DE ALI
14/12/2023 Desactivado Por ElNidoDelCuco
Por DIEGO TAITÁN
En 1967, Muhammad Ali (que había declinado ser Cassius Marcellus Clay cuando se convirtió al Islam) recibió una condena a cinco años de prisión, fue despojado su título de campeón y perdió su permiso para boxear por haberse rehusado a combatir en Vietnam con un argumento simple: “No tengo nada contra el Vietcong. Al menos ellos no me llaman Nigger”. Eludió la cárcel bajo fianza, pero no lo dejaron seguir boxeando por más de tres años.
La pelea con Ringo Bonavena de 1970, en el Madison Square Garden de Nueva York, fue la primera después de que se levantara la proscripción contra él. Aunque era muy niño, tengo grabada la imagen del pequeño televisor con transistores en el que mi hermano y yo vimos el combate. Habíamos apostado: él a favor de Ringo, yo de Clay (el relator lo llamaba con ese nombre de proveniencia esclavista, como lo hacía la prensa racista en Estados Unidos), sin saber muy bien por qué. Obtuve la moneda que mi padre había destinado para el ganador. En cambio, de la extraordinaria victoria contra Foreman en 1974, aunque haya sido la pelea más emocionante de todos los tiempos, apenas recuerdo casi nada y me anoticié mucho después.
Durante los años de proscripción que le valió su desobediencia contra la guerra, y en los que siguieron, Ali se dedicó a dictar conferencias en universidades. En una de ellas (Harvard, 1975), ante una sala colmada de estudiantes, habló de todas las cosas de las que le gustaba hablar: el racismo, la necesidad de transformar el mundo, la violencia, la amistad. Al final de su discurso, alguien gritó desde el auditorio que recitara un poema. Se hizo un silencio profundo. Muhammad Ali hizo apenas un gesto y con un repentismo que no nació del lenguaje mismo (que nació más bien de un cuerpo habituado a ser preciso para dar y evitar los golpes), dijo el poema más breve de la lengua inglesa: “Me We” (Yo Nosotros) -según algunos “Me? We!”, pero su eficacia poética me parece mayor sin los signos.
Solo invirtió una letra, e hizo algo extraordinario. ¿Pero qué hizo en realidad? ¿Qué es un poema? ¿De dónde salieron esas dos sílabas lacónicas cuando le pidieron que dijera uno? Un poema es algo que hace un hueco en el lenguaje. Y eso fue lo que hizo, de repente, creo yo, Muhammad Ali esa mañana en Harvard. Y creo también que quizá no hubiera sido capaz de hacerlo sin ser el extraordinario luchador (en todos los sentidos) que fue.
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