QUE UN RAYO DE LUZ TE PARTA LA CARA

QUE UN RAYO DE LUZ TE PARTA LA CARA

19/10/2023 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

 

 

 

 

 

 

 

Por ARIEL STIEBEN

      Ernest Miller Hemingway tenía miedo a la oscuridad, después de haber sido herido en la I Guerra Mundial; tenía que mantener la luz encendida toda la noche y su hermana debía sentarse cerca para mantenerlo tranquilo. Le habían disparado en una batalla nocturna, y dijo que sintió que su alma se separaba de su cuerpo y luego volvía misteriosamente. Estaba seguro de que si encontraba de nuevo la oscuridad total, su alma abandonaría su cuerpo de manera permanente.

Toda la vida de Hemingway estuvo dividida de una manera no muy equilibrada entre el escritor, cuya obsesión fundamental era escribir cada vez mejor, y el hombre preocupado por valores aislados como el honor, el coraje, la lealtad, la honestidad, y finalmente el hombre empeñado en descubrir la mejor manera de vivir, la forma segura de resistir. Esa convicción de resistir, sólo fue desplazada en los últimos tiempos, cuando la angustiante idea de que ya era hora de terminar se hizo insoportable. Esos desencuentros le mostraron que mientras él buscaba y encontraba algunos placeres, las circunstancias lo obligaban a entender que la vida humana, incluyendo la suya, estaba salpicada de dolor. Y que hay que resistir ante todo en ese juego.

SOLO ESCRIBE UNA FRASE VERDADERA

El viejo Ernest siempre sostuvo que el orgullo era un pecado mortal; si bien atentó contra ese credo, su ambición, el ansia de ser insuperable en todo lo que intentaba y de reafirmar su supremacía, la necesidad de ser admirado y exhibir fuerza y superioridad, tenían sin duda un reverso: su obstinada generosidad y gentileza.

Lo verdadero es que Hemingway fue una colección de contradicciones tremendas. Ese hombre desbordado era muchas veces un hombre tímido y retraído. Esa bestia arrogante lloraba con frecuencia y no solamente en los últimos tiempos, cuando el desmoronamiento de su personalidad era avanzado.

Supo ser generoso en sus juicios con la misma facilidad con que fue intransigente; odiaba la literatura fácil y mediocre con la misma espontaneidad con que redactaba cuentos a pedido de revistas sofisticadas para ganarse la vida y cuyo único valor visible era su firma.

Su rechazo a las posturas intelectualizadas ocultaba a un lector ávido y dueño de una cultura nada insignificante.

Las suyas eran mentiras bien construidas, la narración de inventos para sobrevivir y no encontrar nada de malo en trasladar esa conducta al acto cotidiano.

…”Todos los que son buenos y firmes son alegres. Ser alegre es mucho mejor y es señal de una cosa; de que se es un inmoral mientras se está vivo. Es algo difícil ya que no quedan muchos así. La mayoría de los luchadores jóvenes desapareció. Quedan poquísimos”.

El orgullo; uno de los pecados mortales de su credo fue alimentado por su fascinación por la virilidad, con su aguante con la bebida, con su prestigio, con su confianza y coraje resumido en sus hazañas en la caza y en la pesca.

Inmune a todas las modas, insistía en la idea de que un escritor es ante todo un marginal y un rebelde. Cuidaba la conciencia como un objeto delicado y peligroso. Detestaba la burocracia, los documentos, la propaganda y la retórica. Decía que el mejor gobierno es aquel que menos se empeña en gobernar.

Su posición política era el conjunto de todas las contradicciones de su personalidad. Tenía un instinto que lo impulsaba a defender los derechos humanos a través de muchos actos llenos de valentía y de todo lo que escribió. Estimaba valores que temía ver perdidos en la humanidad, sobre todo la honestidad y la verdad. Buscar el honor entre los hombres, es siempre una búsqueda desesperada.

EL OFICIO DE ESCRIBIR

Varios escritores norteamericanos cambiaron toda la concepción narrativa a partir de 1920. Hemingway, Scott Fitzgerald, Caldwell, Dashiell Hammeth, Ring Lardner, publicaron sus primeros libros por la misma época. Todos nos hicieron pensar que contar una historia es la mejor manera de contar la historia.

Cuando la década del ’50 se terminaba la crítica literaria lo despedazó después de publicar “A través del  río y entre los árboles”, todos decidieron por unanimidad que Hemingway estaba acabado. El periodismo crítico siempre lo envidió, nunca lo quisieron y esperaron el momento. Hemingway se encerró y emprendió la redacción de un libro sobre el mar que para desgracia de sus detractores le hizo ganar el Premio Pulitzer y después un lugar en la eternidad de la literatura con el Premio Nobel.

“El viejo y el mar” se convertiría en una novela de culto. La valentía, la soledad y la lucha contra la adversidad son los valores que encarna Santiago, el protagonista. Un hombre a quien la suerte parece haberlo abandonado, mientras se sube a su barco, porque los barcos son como las personas, entienden a su manera.

En Hemingway hay siempre una valorización de los espacios no cubiertos por la escritura. Es decir, vale tanto lo que queda afuera del relato, como las palabras que cubren la historia.

Es uno de los pocos escritores que se dio el lujo de cerrar su obra con una memoria, como “París era una fiesta”; es que Hemingway es también una fiesta, a veces desgarrada y trágica.

…”Ahora entiendo cómo puede haber hombres capaces de suicidarse; simplemente a causa de la inmensa acumulación de cosas por hacer que no logran emanciparse del desarrollo opresivo”.

UNA BALA PARA EL ECLESIASTÉS

El domingo 1 de Julio de 1961 en una casa alejada del centro, un viejo de cabellos blancos y desordenados se despertó temprano. Mientras todos dormían bajó silenciosamente los escalones que lo llevaban al comedor. Luego se dirigió al sótano por una escalera más corta. El sótano olía a humedad como una sepultura.

Eligió una de las escopetas, la misma “Boss” que durante años había usado para cazar palomas. 
Nadie supo si él vio o no el sol de la mañana a través del ventanal. Atravesó el comedor y se detuvo en un vestíbulo apoyando el arma en el suelo, sin hacer ningún ruido. Inclinó la cabeza hacia adelante hasta que los caños tocaron la frente. El doble estampido despertó a la casa; el viejo había matado a uno de los más grandes escritores del siglo XX, poniendo fin a la leyenda creada en torno a su vida.

La “Boss” de dos caños había terminado con la lucha de un viejo y sus fantasmas, sin que esta vez el vencedor hiciese alardes de ningún tipo.

Sea como fuere, el mundo al que aspiraba se había vuelto inviable hacía mucho tiempo. Las nociones intuitivas del honor, honestidad, lealtad, coraje y justicia fueron transformándose poco a poco en blancos frágiles, en ideas traicionadas, y el mundo se mostraba cada vez menos propicio para buscar la paz.

Hemingway fue sin duda un hombre que amó demasiado muchas cosas. Sus sueños – si existieron – nunca permitieron que se mantuviera ajeno a nada; exigiendo siempre muchísimo del mundo, de la vida, de los hombres. Por eso necesitó resistir a cualquier precio. Sea como fuere; ese gusto por la aventura como vehículo para acceder a la vida.

  

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