EL VERANO DEL AMOR

EL VERANO DEL AMOR

2019-01-17 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

 

 

 

 

 

 

 

Por FACUNDO GARCÍA

En el año 1967, en Londres, en Nueva York, Los Ángeles, Paris y muchas otras ciudades, se producía en el mismo momento un gran intercambio de ideas que iban a tener una influencia notable en la cultura, en la política, en la filosofía y en las generaciones futuras. Pero fue en San Francisco donde las señas de identidad del movimiento Hippie se establecerían para trascender las barreras sociales, geográficas y culturales, ayudado por la militante complicidad de las artes y especialmente, de la música. Pequeña crónica de algunos factores que hicieron posible que el verano del 67 fuera el mejor de la historia de la cultura rock.

Sintoniza, despierta, abandona.

“Si la sociedad quiere que me salte las normas

 pues lo hare y no habrá quien me gane.

Es lo que la gente necesita: siempre hace falta alguien que se salte las normas”

Ken Kesey

 

    En 1962 Ken Kesey había conseguido un gran éxito por su novela Alguien voló sobre el nido del cuco, escrita cuando trabajaba dando ayuda psiquiátrica en el Veteran¨s Memorial Hospital. En 1964, recibe un cuantioso adelanto para su segunda novela, Sometimes a Grat Notion, que se iba a publicar a fines de ese año. Parte de ese dinero lo invirtió en un viejo autobús escolar que acondiciono para recorrer toda la costa californiana. Lo pinto con motivos psicodélicos, le hizo un agujero en el techo y planto una plataforma para que la gente pudiera ir arriba, lo lleno de parlantes y cámaras para registrar todo lo que pasaba adentro, y junto a 14 personas partieron decididos a repartir millones de dosis de LSD a quien quisiera abrir su mente, expandir su conciencia, o simplemente, andar volado. Para eso llevaron también a Timothy Leary, psicólogo de prestigio y una de las mentes brillantes de Harvard, que ya hacía años venía trabajando con psicotrópicos y especialmente el LSD, sustancia de la que estaba convencido, era la solución a todos los males de la sociedad. Sabiendo que  los días del LSD como droga legal estaban contados, Leary se dio a la tarea de influir en el debate público y lograr que la mayor cantidad de gente probara la droga. Así, el autobús que llevaba el detonador que iba a desatar la psicodelia unos años después, emprendió la ruta para recorrer América y organizar los Acid Test, el primero de los cuales se llevó a cabo el 14 de junio de 1964. Para la primavera del 65, se calculaba que ya había cerca de 4 millones de consumidores de ácido y, para la prensa y las autoridades, era por culpa de Timothy Leary. En sus charlas, a menudo se presentaba como el jefe del movimiento psicodélico.

 

San Francisco

“If you’re going to San Francisco,

be sure to wear some flowers in your hair…
If you’re going to San Francisco,
Summertime will be a love-in there.”

.(Si vas a San Francisco,
asegurate de llevar flores en el cabello…
Si vas a San Francisco,
el verano será una celebración de amor)

 “San Francisco (Be Sure to Wear Flowers in Your Hair)”  Scott McKenzie

 

El 3  de enero de 1966, en San francisco, comenzó una nueva era. Ese día abrió sus puertas un local con el nombre de Psychedelic Shop y de un día para el otro se convirtió en el lugar de moda. El local ofrecía de todo: vendían libros sobre drogas y filosofía oriental, papel de liar, tuqueras, campanillas y abalorios, flautas, pósteres y una gran variedad de elementos relacionados con la parafernalia hippie. También era el punto de venta de entradas para los bailes del Fillmore y el Avalon, y abrió justo a tiempo para vender las entradas para el Acid test que se celebró en el Fillmore Auditórium el 8 de enero. A pesar de los pronósticos de los promotores, que nunca habían conseguido llenar el teatro, Kesey logro abarrotar el lugar con 2400 personas. En una punta del local, los Grateful Dead armaron su set y tocaron durante todo el encuentro, mientras en el centro se colocó una bañera llena de ponche mezclado con LSD. A partir de ese encuentro, la vida de miles de jóvenes que cada día llegaban a San Francisco de todos los puntos del país, muchos huyendo de sus hogares, empezó a girar en torno al  boulevard que unía el Psychedelic Shop con el Fillmore, donde  prácticamente todos los días tocaban los lugareños de Jefferson airplane, y de ahí al Avalon a escuchar a ese extraterrestre llamado Frank Zappa y sus Mothers of Invention. Los grupos teatrales actuaban en cada esquina, cada día abrían locales como el Pandora Box, que era una cafetería pequeña al que concurrían tantos jóvenes que varias veces  llegaron a cortar el tráfico de la avalancha que producía el movimiento continuo del lugar. En ocasiones, esos atascos de tráfico eran productivos. Por ejemplo, Neil Young acababa de llegar de Canadá cuando se chocó con Stephen Stills y Richis Furay en un embotellamiento. De ese encuentro nació Buffalo Springfield.

Muchos hippies vendían marihuana, la mayoría solo traficaba lo justo para poder fumar gratis,  poder pagar el alquiler y cubrir los gastos cotidianos. En la práctica, los vendedores pasaban mucho tiempo con los compradores fumando y no había nadie que tuviera la necesidad ni las ganas de monopolizar el mercado. Distinto fue el caso del ácido. Un químico clandestino, llamado Augustus  Owsley armo su laboratorio en la bahía, en un lugar escondido en el bosque. Estaba muy bien equipado, tenía una prensa de píldoras farmacéuticas con una hendidura en el centro para que las pastillas, que contenían 250 microgramos, se partieran fácilmente. Daba a cada pastilla un color distinto para que sus competidores no pudieran inundar el mercado con copias baratas, cada remesa nueva era anunciada por sus agentes, que recorrían el boulevard o iban al campus de Berkeley a repartir muestras gratis. En cuestión de horas se expandía el color nuevo.  Su posición privilegiada le permitía fijar el precio de mercado. Hasta que finalmente el ácido fue declarado ilegal en California, Owsley se hizo inmensamente millonario.

Cuando comenzó el año, los diarios locales de la zona se contaban con una mano. Hacia fines del 66, el periodismo undergound tenía más de una docena de publicaciones que inundaron la ciudad. El San Francisco Oracle fue el periódico que estaba exclusivamente dirigido a la comunidad psicodélica. Solventado por los dueños del Psychedelic Shop, los titulares del primer número decían: “Un soldado de Vietnam habla claro” y “Campos de concentración listos para los agentes subversivos” (ya en ese momento empezaron las primeras redadas policiales, algunas realizadas de forma violenta por la policía, que no sabía muy bien qué hacer con las miles de personas que deambulaban por la calle, aparentemente todos drogados o con ganas de estarlo) . También contenía una receta para hacer galletas de marihuana, un anota sobre LSD y además todas las propuestas artísticas de la zona.

Conforme el hipismo oscilaba entre la contemplación y la acción, muchos grupos empezaron a organizarse en comunas, pero también en agrupaciones que pretendían cambiar el sistema de una manera radical y sin concesiones. The Diggers fueron los que más lejos llegaron. Pensaban que una sociedad podía ser libre fuera de todos los límites, fuera del nexo del beneficio, la propiedad privada y el poder que se considera indispensable en la cultura occidental. Creían que era imposible cambiar las cosas desde adentro. Y lo que empezaron haciendo fue tomar galpones y locales vacíos y ofrecer alojamiento a los miles de jóvenes que deambulaban por la ciudad, muchos de ellos  buscados por la policía al haber sido denunciadas como personas desaparecidas por sus padres, ofrecer servicios legales a todos los que caían presos por posesión o por dormir en las estaciones de tren,  salas de primeros auxilios y principalmente, alimentar a todos los que quisieran un plato caliente de comida. Para eso fueron al mercado central de San Francisco, y convencieron a los comerciantes que les dieran frutas y verduras del día anterior o que no iban a poder vender. Al estilo Robin Hood, se agenciaron 20 kilos de pollo troceado y se robaron dos lecheras de 75 litros y así se armó el comedor público más grande del país. El segundo número del San Francisco Oracle traía un anuncio que decía: “Comida gratuita: En el cruce de Oak con Asbury, a las 4, todos los días. Lleva un plato y una cuchara. Es gratis porque es vuestra. The Diggers”.

 

Una reunión de seres humanos.

¡La sonrisa es nuestra pancarta política

La desnudez es nuestra forma

De hacer piquetes!

(Jerry Rubin en el Be-In )

 

Cuando The Diggers se enteraron que se estaba organizando el Human Be-In (Reunión de seres humanos), se mostraron muy desconfiados, porque consideraban que el evento era un método calculado de hacer publicidad de parte de los comerciantes hip del boulevard, que además no habían contribuido en nada con las iniciativas de los albergues y el comedor gratuito. Sin embargo, apoyaron el proyecto y una semana antes, fueron asignados a, digamos, la parte publicitaria del evento. O a parte de ella, ya que en un gesto que sí era publicitario, Owsley les envió 10 mil pastillas de ácido. The Diggers se lo tomaron como una prueba. Como las pastillas eran de un blanco inmaculado, y todavía no habían salido al mercado, sería fácil darse cuenta si las ponían en venta. Fieles a su palabra, The Diggers las regalaron todas. Todas las personas que pasaban por la calle recibieron 5, para tomarlas, venderlas, tirarlas o comérselas. Una vez superada la prueba, Owsley les envió unas cuantas más (su legendaria hornada Relámpago Blanco), así como 75 pavos de 10 kilos para que los cocinaran en el Be-In.

El Be-Inn fue dado a conocer además por una rueda de prensa, tres pósteres distintos distribuidos en toda la ciudad y el boca en boca. El Berkeley Barb escribió sobre el evento: “Se pondrá de manifiesto y se demostrará que ha habido una revolución espiritual. Todos juntos rociaremos el país con oleadas de éxtasis y purificación. Barreremos el miedo, expondremos la ignorancia a la luz del día, los beneficios y el imperio agonizaran en una playa desierta, la violencia se sumergirá y se transformara en ritmo y baile”

Con los nombres de “A Human Be-In”, “Pow Wow” y “A Gathering of Tribes” (Reunión entre Tribus), el acontecimiento se celebró el 14 de enero de 1967 en el campo de polo del Golden Park. Durante todo el día llegaron oleadas de gente. No iban a protestar contra nada, no tenían peticiones que hacer, era una simple celebración del hecho de estar juntos. Se criticaron algunos aspectos de la fiesta: The Diggers se quejó de que el escenario estaba lleno de gurús y líderes autoproclamados, otros se quejaron de que las 50 mil personas que se congregaron, había muy pocas que no fueran blancas…

Allen Ginsberg se presentó con su pijama indio blanco, Timothy Leary vestido de gurú, el político de Berkeley Jerry Rubin llego con un atuendo radical, se leyeron fragmentos de The Love Book, Ginsberg coreó el mantra Hari Om Nam Shivaya a Shiva, el dios de los fumadores de hachís. En realidad, apenas se oían las charlas y las lecturas poéticas desde el césped del parque, aunque había poca gente a la que le importara. La multitud solo quería verse y estar con los demás.

Y en el césped, había chicas con vestidos largos y minifaldas, madres con niños pequeños, padres con niños pequeños, gente con máscaras, disfraces, capas de cuero, plumas, pintura corporal y tops transparentes. Había quienes echaban las cartas del tarot, astrólogos, bailarines sufíes, hare krishnas, malabaristas, sombreros hongos, pompas de jabón, globos, gente con cachorros de gato en los brazos, otros fumados de marihuana y todos, absolutamente todos hasta arriba de ácido. Un avión de un solo motor sobrevolaba la fiesta y alguien saltó en paracaídas y cayó en el medio del prado, miles de personas pensaron que habían visto a dios. The Diggers había desmenuzado el cargamento de pastillas de ácido que acababan de darles y las habían mezclado con la masa de pan que hicieron para los sándwich de pavo. El relámpago blanco de Owsley también lo distribuían sus “representantes”, que se mezclaban con la multitud. Los Ángeles del Infierno pasaron a controlar el escenario y el camión con el generador eléctrico después de que alguien intentara cortar los cables de suministro. El mejor entretenimiento era la música, que pegaba bastante bien con el pavo. Los nombres de los grupos bastaban para dar una idea del evento: The Hedds, Moby Grape, Earth mother and the final solution, The Freudian Slips, The Jefferson Airplane, The Grateful Dead, Big Brother and the Holding Company…

Cuando el sol se escondía en el horizonte, miles de personas se volvieron hacia el oeste y caminaron hacia el océano pacifico. Cruzaron la autopista y observaron cómo se ponía el sol en la playa, donde armaron hogueras y pasearon por la arena. Fue un gesto precioso y espontaneo, y también, fue el último día de inocencia del movimiento. Según Allen Ginsberg, fue el último acto hippie idealista.

 A partir de ese momento, cientos de eventos se fueron reproduciendo a lo largo de la ciudad, todos con espíritu comunal y sin mayores pretensiones que de pasar un buen rato. Mientras la canción “Someone To Love” de Jefferson Airplane estallaba en las radios, la atención mundial se fijó en San Francisco. En junio se leyó el siguiente titular en The London Times: “Los niños de las flores invaden San Francisco. La gran invasión Hippie del verano está a punto de empezar, y los agentes de San Francisco no saben qué hacer”,  decía el periódico. “Los hippies se hacen llamar la generación del Amor o los niños de las flores. Llevan una existencia pacifica, apacible, altruista, comunal y en gran parte alienada en la que el sexo, “la hierba” y la autoexploración son lo único que importa”.

En ese contexto, el 16, 17 y 18 de junio se celebró el Internacional Pop Festival de Monterrey. Fue el acontecimiento que puso en el punto de mira a los grupos de San Francisco y que a la vez presentó a dos bandas británicas nuevas y muy importantes: The Jimi Hendrix Experiencie y The Who.

A partir de ese punto, las cosas cambiarían de manera radical. En octubre, conmemorando el aniversario de la ilegalización del LSD una agrupación de organizaciones anunció una ceremonia de homenaje de la muerte del movimiento hippie. Hubo un velatorio a la noche, por la mañana unas 80 personas se reunieron en la cúspide de Buena Vista Hill y quemaron con mucha parafernalia artefactos hippies, entre otros campanas y abalorios, marihuana (o eso se cree) y ejemplares de periódicos underground. Luego bajaron en procesión con un ataúd de cartón en el que estaba la “representación de los hippies”. El destino del cortejo fúnebre era la Psychedelic Shop, que había llenado el lugar con carteles que decían; “Liberense” y “No llores por mí, organícense”. La época hippie había terminado. Había durado poco más de dos años.

  

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