ESPEJISMOS

ESPEJISMOS

2018-11-20 Desactivado Por ElNidoDelCuco

Por SERGIO BUCCHIANICO

La repentina irrupción de Bolsonaro en la escena política de Brasil y la aceptación masiva de su discurso reaccionario, abrieron canales de observación en el espectro político local, regional e internacional, que están más cerca de la alucinación que de una mirada objetiva e histórica, dejando anclado el análisis político en la peligrosa fascinación que producen los espejismos, donde la objetividad queda sepultada por la fantasía.

            Entre otras acepciones – según el diccionario – espejismo es “una imagen, representación o realidad engañosa e ilusoria” y “estos pueden producirse en los desiertos y en las carreteras cuando hace mucho calor”. Por lo tanto, si tomamos este término como metáfora para referirnos a falsas interpretaciones, seguramente afirmar que Brasil va camino al fascismo sería como ver agua donde hay arena o asfalto, o en última instancia alucinar  caca ante la presencia de  dulce de leche, para decirlo en términos criollos.

A menudo se suele observar que en los medios, en la opinión pública e incluso hasta en ámbitos del quehacer académico, muchos asocian discurso reaccionario con fascismo, como en el caso de Bolsonaro, catalogado como una especie de mesías neonazi pronto a establecer un cuarto Reich en el gran país tropical,  cuando en realidad se trata de un reaccionario que supo sintetizar el repudio popular hacia el PT y la clase política en general, enredada en sus propias contradicciones y enlodada por la corrupción sistémica, inherente al capitalismo, pues hablar como un facho no lo hace tal, así como ser de izquierda no significa ser revolucionario.

Tal vez sea necesario ensayar una interpretación  del fascismo teniendo en cuenta procesos  históricos que estuvieron asociados con el mismo. En primer lugar el fenómeno que nos ocupa fue siempre un movimiento de masas surgido por la amenaza del avance comunista que atentaría contra la sagrada propiedad privada, columna vertebral del poder burgués (Italia), por ello la base de todo fascismo fue siempre la pequeña burguesía, organizada en grupos civiles paramilitares, contando sólo con gestos de aprobación de algún sector popular, como sucediera con la gran marcha sobre Roma en 1922 encabezada por Mussolini que lo llevaría al poder.

O sea, que al menos que estemos confundiendo caca con dulce de leche, o gordura con hinchazón, podríamos afirmar que en algún país se encuentra amenazado el poder burgués, es más, la sobredosis de parlamentarismo y reformismo de las izquierdas parecieran reforzar dicho poder.

Por otro lado, basta ponerle un poco de atención a las tapas de los diarios o a los informativos, para comprender que la represión y el autoritarismo no son características exclusivas del fascismo, son más bien instrumentos de la clase dominante para hegemonizar su dominio, utilizándolos cuando lo considera necesario, a través de los aparatos ideológicos y represivos del estado (Althusser) en los sistemas democráticos, y una prueba de ello fue la militarización de las favelas durante el gobierno de Lula. Sin embargo, ante los ojos de aquellos con tendencia a ver espejismos, allí no veían fascismo sino progresismo.  

La imposibilidad de la existencia de gobiernos filo-nazis de derecha no es un capricho, es un dato objetivamente histórico, primero porque ésta gobierna casi todo el planeta sin esvásticas y segundo porque no hay en marcha ningún proceso revolucionario capaz de disputarle poder real a quienes concentran la riqueza del mundo y manejan los hilos de las marionetas que por estas latitudes tienen partidos, instituciones y marcos jurídicos funcionales a los mercados globalizados, es decir al monopolio internacional.

Resulta sorprendente ver que por estas horas, Bolsonaro se haya convertido en “el terror de la abuela” de buena parte de la izquierda parlamentaria de nuestro país, cuando en realidad su discurso no difiere mucho del que tenía Rukauf o del diputado Olmedo – ambos peronistas –  o al de Berlusconi y Le Pen, o al de Trump, comprador de limones argentinos. Lo cierto, es que estos personajes parecen ser una vuelta más de rosca de la élite financiera internacional, para reacomodar los escenarios  económicos y políticos que le garanticen mejores ganancias con menor esfuerzo, como ha sido siempre la historia de este bendito y aparente único sistema posible, como suele decir la tilinguería política y farandulera de los grandes medios.

Pero lo que sí nos parece realmente curioso es que quienes asocian a Macri con la dictadura defiendan al candidato del PT de manifiesta amistad con este último y que, al mismo tiempo, vaticinen aterrados la llegada del fascismo de la mano de Bolsonaro, entonces ¿Macri es igual a Bolsonaro o a Haddad?. El interrogante nos desborda ¿será ceguera o espejismo?.

 También es realmente insólito que a tanta intelectualidad progre asustada, ni se le ocurra pensar que quizás tanto populistas como liberales y fachos, sean los rostros del mismo monstruo, dueño ya no de los medios de producción y de comunicación, sino también de los esquemas simbólicos que nos permiten interpretar la realidad y de nuestras subjetividades que nos distinguen en el reino animal y que acaso la gran tarea militante del siglo XXI sea intentar revertir el proceso de derrota en la batalla cultural, cuestionando el paradigma republicano, capitalista y cristiano dominante, como lo vienen haciendo los movimientos feministas en su guerra contra el patriarcado. Porque al fin de cuentas, probablemente el verdadero desafío sea – como plantea Alfredo Grande – batallar contra la cultura represora, a veces fascista, a veces liberal, a veces populista.  

Decíamos que los espejismos son frecuentes en los desiertos; seguramente los espejismos políticos sean el resultado del proceso de la desertificación ideológica de las masas, donde la falta de espacios independientes, democráticos, clasistas y revolucionarios, sea el caldo de cultivo necesario para que  estos adopten un formato ilusorio en la realidad. Entonces nos encontraríamos atrapados en verdaderos laberintos borgeanos de carácter virtual, de los cuales solo podríamos escapar de ellos – en principio – fertilizando esos desiertos ideológicos, para así ingresar en las contradicciones del orden establecido, desvinculado de los intereses realmente populares.

Por último, resultaría interesante tratar de entender que el discurso anti política podría corresponderse con el que se vayan todos, expresado por los trabajadores brasileños y que, ante la ausencia de un programa realmente revolucionario, producto del incomprensible alineamiento de la izquierda con el PT, la clase trabajadora no tenga otra salida ante la avanzada liberal más que refugiarse en el discurso reaccionario de Bolsonaro; entonces, en ese caso, la culpa no sería del chancho sino de quien le da de comer. Y aunque este escenario sea antipático para quienes aspiramos a vivir en un mundo mejor, no es el que necesitaría el fascismo para apropiarse del poder, puesto que el capital concentrado no lo requiere.

También entendemos que ningún espejismo dura toda la vida, en las carreteras y en los desiertos se diluyen con la llegada de la noche, pero tal vez aquellos que habitan en la conciencia colectiva de los pueblos, exijan esfuerzos relacionados con la voluntad de reconocerse como tal, para desaparecer definitivamente, y sólo así, quizás algún día podamos afirmar, parafraseando al Indio Solari “…pasará… este espejismo pasará”.

Desde los arrabales andinos, Sergio Di Bucchianico.

  

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