VIOLENCIA DE ESTADO – El Poder perverso

VIOLENCIA DE ESTADO – El Poder perverso

18/11/2018 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

Por ANDRÉS GARCÍA

El Estado tiene el monopolio de la violencia. Pero esa violencia no siempre es necesariamente física. Las fuerzas de seguridad actúan cuando la otra violencia no alcanza o no es efectiva. Y esa otra violencia es psicológica, ejercida por perversos, es decir, por personas clínicamente enfermas y peligrosas. Su modus operandi es idéntico al del hombre golpeador o el femicida. Luchar contra esto es luchar contra el mismo Sistema.

El Poder perverso

       No sé si se dieron cuenta de que el discurso oficial de gobierno, es el típico discurso del hombre golpeador. Por ejemplo, hace un tiempo, Mauricio Macri le dijo a una mujer en su casa: “Tengo que estar tranquilo, porque si me pongo loco les puedo hacer mucho daño”. Amenaza explícita: “No me pongas loco porque te fajo”. También esto: “Sabemos lo que les cuesta, pero doce años de despilfarro alguien los tiene que pagar, no queremos hacer esto pero no hay otro camino…” palabras más, palabras menos. Es como el que después de darle una paliza a su mujer le recrimina: Mirá lo que me hacés hacer, yo no quería, pero vos me obligaste. Una lógica perversa que termina entrando a fuerza de golpes,  poniendo a la víctima como causa de sus propias desgracias. La culpa siempre es del otro, nunca viene de parte del violento, que se pone en lugar de la víctima y justifica sus actos por una provocación o una reacción al otro, es empujado a hacer lo que hace como algo inevitable. Por eso no esconde su delito, lo justifica. De esta manera ejerce la violencia con una sonrisa, buenos modales y palabras tranquilizadoras. Típico en todo el Gabinete Nacional. Típico de perversos.

El perverso goza con el sufrimiento ajeno. No le importa tanto infligir daño físico sino más bien el daño moral, psíquico. Goza específicamente provocando la culpa y la angustia en el otro, de la misma manera que lo hacen las religiones judeo-cristianas: La culpa es tuya. Y la culpa es una deuda impagable (como la deuda externa, que es eterna). Dosis fatales de angustia son provocadas a diario, con un poder de daño más grande que el de cualquier tortura física.

Domina a través de procesos de apariencia comunicativa. Con él es imposible el diálogo, porque sumerge al otro en un mar de incertidumbre y confusión. Jamás está claro de qué habla… su discurso está sobrecargado de abstracciones y fraseologías vacías de contenido. Jamás contesta una pregunta, evitando el tema, hablando de cualquier otra cosa con total naturalidad. Se comunica a través de un tono frío, sin tonalidad afectiva, que inquieta y, cuando quiere, produce temor. Su estrategia es hablar sin decir nada, sosteniendo siempre que tiene la razón, aunque haya caído en  contradicciones en la misma oración. No le importa la verdad ni la mentira porque el mentiroso siempre es el otro. Descalifica y usa la burla, el sarcasmo y el desprecio. Patologías totalmente explícitas en los llamados gobiernos de derecha o en los procesos militares. Y en cualquier conferencia de prensa o anuncio de los lacayos de turno. Son de manual, como estas mismas definiciones, y permítanme el atrevimiento, entran también en la categoría de femicidas.

Voluntad femicida

Este punto es interesante. En los femicidios el victimario suele amenazar a la mujer antes de matarla: Si no sos mía, no sos de nadie. Le habla como si fuese un  objeto que le pertenece. Y cuando la mujer se muestra libre y afirma sus derechos, el hombre se siente amenazado, teme perderla. Ante esto, la respuesta es destruir su autoestima y su cuerpo.

No quiero abusar de la alegoría, pero esto es lo que ocurre cuando la clase popular comienza a construir libertad y derechos. La oligarquía corporativa se siente amenazada, y teme ante una pérdida sustancial de poder y privilegios,  reaccionando de manera violenta sobre el cuerpo social: Si este país no es nuestro, no es de nadie, nos dicen entre líneas. Y es el punto de partida de una escalada de violencia psíquica y física que destruye la autoestima del ser nacional y el tejido social. De inmediato los cómplices, esbirros mediáticos, justifican al violento acusando al otro de provocador y promueven inquisidores para una nueva purga que termine de una buena vez con esa purulenta grieta. Los desclasados se suman a Torquemada y piden mano dura y ajuste con tal de mantener a raya a las feminazis: “¡No vuelven más!”, “¡Uno menos!”, “¡En el fondo les gusta que les peguen!”, “¡Algo habrán hecho!”, “¡Con los milicos estábamos bien!”, “¡Se robaron todo!”, gritan extasiados mientras son molidos a palos por el mismo golpeador que apoyan.

Este fenómeno de los desclasados es inquietante. Son parte de las víctimas, pero hechizados por el perverso. En el fondo creen que el perverso o la clase dominante, en este caso, en algún momento les va a dar lo que ellos creen que les falta. Es una cuestión de fe, de esperanza de recibir alguna vez lo que los haría completos, que no es otra cosa que las falsas promesas del perverso (¿les suena?). En esa eterna espera que consume sus vidas en la miseria, el perverso goza su gran triunfo sobre sus fieles víctimas. Por algo esta nueva ola política, protagonizada por empresarios, tiene tanto parecido a un show evangélico. Prometen el Paraíso sin firmar ningún contrato, esquilman a sus fieles sin argumentos convincentes y, luego, cuando el milagro no ocurre, los culpan por su falta de fe o sus pecados abominables. Es la doctrina de un Origen culposo y un Juicio final. Una Voluntad suprema y una Moral de esclavos. Durán Barba lo sabe. Ha demostrado ser el mejor ingeniero del Ilusionismo.

Y como todo golpeador, después de la violencia viene la puesta en escena de una mezcla de arrepentimiento y culpa: “Teníamos buenas intenciones”, “Lo hacemos por el bien de todos, aunque duela”, “No va a volver a pasar”, “Esta vez va en serio”… dice Mr. President sin la más mínima convicción. No es que lo sienta, es parte del ilusionismo, es casi una muestra de empatía con el padecimiento ajeno para que el otro sienta todavía más culpa, por dudar, por haber desconfiado, por perder la fe. El violento pide una nueva oportunidad, jura que va a cambiar, que esta vez va en serio. La víctima generalmente accede entre llantos, quiere creer que el perverso va a cambiar porque en el fondo está convencida que la culpa es suya, que ella lo provocó y le pide perdón al victimario y le jura que va a ser un esfuerzo para salir adelante juntos.

Es un problema más viejo de lo que pensábamos. Quizá haya nacido con el surgimiento de las religiones monoteístas y su lógica de Origen–Pecado–Juicio Final. Esto ya lo denunció Nietzsche a mediados del siglo XIX: “El sacerdote mismo se halla reconocido como lo que es, como la especie más peligrosa de parásito, como la auténtica araña venenosa de la vida”. Y no hablaba sólo del sacerdote. El mundo está gobernado hace siglos por perversos.

En el sacerdote se ve la verdadera naturaleza del perverso: la obsecuencia. Todo el mal que hace lo hace por Otro, Superior, Poderoso. En este caso Dios. En el caso de nuestro Presidente, lo hace por Héctor Magnetto,  Christine Lagarde, Donald Trump, etc. Todo lo que hace es para recibir palmaditas en la espalda y halagos de alguien que considera superior a sí mismo. Es un empleado que le da a su jefe lo que éste necesitaría para estar completo. El perverso, en definitiva, roba para la Corona. Y él también está atrapado en una doble ilusión: la de la libertad y el poder. Pero en realidad es un empleado full time al servicio del goce del Otro.

 

La subversión Feminista

“Se ha de defender siempre a los fuertes contra los débiles”.

Friedrich Nietzsche

 

Estamos en una especie de limbo generacional, en un siglo que todavía no termina de nacer. En el siglo XX quedó sepultado el romanticismo revolucionario. El Fascismo fue el instrumento militar de la reacción política y económica del Capitalismo contra el Comunismo y el Socialismo. El Neoliberalismo es el usufructo de aquel genocidio. Y pareciera que todo desembocará en una Teocracia conservadora de extrema derecha, con esta aparición de iglesias evangélicas financiando el Pogrom político. El Patriarcado en su máxima expresión es lo que se ve por todos lados, sin que haya una alternativa nucleada en un proyecto político concreto con perspectiva. Parece que estamos lejos de un nuevo Renacimiento, de un Romanticismo revolucionario.

Sin embargo, dentro de las pocas voces que se alzan hoy con fuerza contra esta milenaria lógica perversa, contra este patriarcado exasperado y reaccionario, están los movimientos feministas en todas sus variantes. Su protagonismo histórico es parte de una reacción a este régimen de violencia latente. Con un espíritu que roza lo subversivo, le pasa por arriba a la tibieza política de reformismos baratos o progresismos de status quo. Arde en medio de esta multitud la llama de una juventud que no está identificada con ningún siglo, que generalmente es inmune al discurso hipnótico del perverso y que por eso lucha para derrocarlo. Por eso este es el verdadero nicho de subversión, quizás el único movimiento que puede subvertir los valores de esta hegemonía política, es decir, de la Ideología dominante. El feminismo le da un golpe en el centro neurálgico al Poder. Ésta sí es una verdadera batalla cultural, siempre y cuando no termine siendo cooptada por la vieja política y su hipnótica droga pequeño-burguesa; y siempre y cuando pueda construir un proyecto político que trascienda el contexto y la coyuntura. Porque la batalla no debe ser económica, ni cosmética, ni reformista, ni reivindicativa; debe ser profundamente cultural y de clase, una verdadera subversión de todos los valores que termine derrocando al Patriarcado y a los burócratas de la perversión.

Entiéndase bien: No es una guerra entre hombres y mujeres, es una lucha de clases. Es una lucha entre fuertes y débiles y los débiles, aunque parezca contradictorio, ejercen el poder. Un violento, un golpeador, un perverso, es un enfermo, un ser débil y diminuto usando medios violentos para imponerse. La fuerza no es violencia. La Fuerza es potencia creadora, es empatía, es amor. Pero el ilusionismo macabro del poder nos hace creer lo contrario: que ellos son fuertes y nosotros debemos obedecer.

La lucha contra el Patriarcado y los dogmas religiosos es la lucha contra el Capitalismo (Ideología). Por eso veo en el Feminismo un nuevo Renacimiento, un nuevo Romanticismo Revolucionario, cuerpos y espíritus libres, sin culpas, sin sometimientos, sin miedos, sin Origen, sin Pecado, sin Juicio final. Incluso un hermoso acto irónico de la Historia contra Nietzsche, que creyó que la subversión era una tarea exclusiva de hombres y filósofos.

  

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