ESPEJOS DE CONTROLES

      Ahora existen los espejos, no de colores sino de controles, herramientas discursivas que nos distraen haciéndonos creer que el responsable de nuestra miseria económica y moral es aquel que se encuentra más a mano, es decir, nuestro compañero de trabajo, nuestro amigo, nuestra familia…

En una lógica especular aborrecemos lo que se sitúa delante de nuestra mirada y esa imagen nos muestra aborrecibles, inundando nuestras relaciones de cada día de ventajismo y desconfianza.

De esa manera, si el más cercano es quién primero y mejor puede atacarnos, es lógico que la mejor táctica sea comenzar a agredir a quien comparte nuestra cotidianeidad.

En una relación de espejo observamos nuestra propia mueca de odio en el rostro del otro y su signo de venganza y rencor constituye, a su vez, nuestra identidad.

Somos (o creemos ser) ese odio del mundo que nos rodea y al mundo que nos rodea lo comprendemos a partir de coordenadas implantadas por deseos miserables de revanchas.

Estamos orgullosos de haber conquistado una pequeña dosis de libertad con la que nos adormecemos en el limbo de la venganza lograda. Sueño del que no nos queremos despertar hasta la necesidad de una nueva pequeña querella, motivada por intereses que desconocemos y que operan gracias al pánico que le tenemos a la verdad.

Pero ¿esa realidad de espejos es la única realidad? ¿O acaso detrás del vidrio que refleja la rutina de nuestros pensamientos hay otras verdades, menos rutinarias, menos burocratizadas por el miedo y los medios?

Detrás del espejo que nos vendieron para pelearnos con nuestra propia imagen en el cuerpo de nuestros compañeros de trabajo, amigos, familia y cuñados (que no son ni familia ni amigos) quizás encontremos otros motivos de lucha insospechados pero imprescindibles.

Quizás del otro lado de este imperio de la imagen encontremos tanto verdades incalculables como mentiras nunca sospechadas.

Pero el verdadero enemigo seguirá con su intento de vendernos espejitos de individualismo y fascinación por la mentira, al servicio de ocultar que lo que consideramos actos liberadores son nuevas modas de sometimiento al mismo colonizador.