SOLDADITOS DE PLOMO

EDITORIAL

11 de Julio de 2019

           Sin darnos cuenta de que el famoso segundo semestre aparentemente ya habría sucedido, ha comenzado el último semestre de este gobierno. Y como corresponde, empezó oficialmente la campaña en vistas de las PASO de agosto. Nada fuera de lo común, los spots televisivos y radiales oscilan entre las obviedades de uno y otro lado, y mucha ambigüedad con respecto a cualquier idea sobre las medidas concretas que tomarían en caso de ganar.

Bastante lógico si se piensa, no es momento de ir avivando giles. Por supuesto, el gobierno no tiene otra alternativa que anunciar la tierra prometida que ya se ve en el horizonte después  de haber atravesado el desierto estos 4 años, y por  el otro lado el peronismo no es tan ingenuo de mostrar las cartas tan rápido y exponerse al desgaste de una campaña en contra de ese fantasma que vuela nuestro cielo llamado Populismo. De hecho el periodismo independiente oficialista ya está en esa frecuencia anunciando el caos que se generaría si el gobierno perdiera holgadamente las PASO haciendo irremontable el resultado para Octubre.  

Fracasado el intento de lograr un peronismo atomizado como en el 2015, fracaso que  se fue materializando día a día desde el anuncio de la formula FF, y que dejó a la gran esperanza blanca de Lavagna y su compañera de fórmula más solos que perro malo. Polarizar la elección es una jugada a todo y nada donde el  gobierno y la oposición deben a esta altura jugar todas las fichas. Porque hay algo de cierto en las elucubraciones periodísticas, una contundente derrota del oficialismo en las PASO cambia necesariamente el panorama y ya sería cuestión de hablar solo de cómo hacer un traspaso ordenado.

Igual que la última vez que el país se estaba yendo al carajo, De la Rua se tomó el palo definitivamente, sin poder limpiar su responsabilidad por las casi 40 muertes que dejó el final de su gobierno, pese a los esfuerzos de políticos y periodistas para los que el bueno de Fernando fue una víctima de una crisis que no supo manejar. Porque los males vienen de afuera, las cosas pasan, De la Rua era débil, no como Macri que lleva con timón firme el gobierno contra una crisis que también lo golpea, que también es exógena.

La prueba es que este gobierno no se irá en helicóptero sino en todo caso por el voto popular. Pero si eso pasa, se mostrarán como víctimas de los vaivenes del mundo, del  populismo arraigado en la sociedad, de la mala suerte. Y no hay ironía en esto, ese es el mecanismo psicópata del discurso oficial: Los fallecidos por el frio no aceptaron albergarse, son responsables. Santiago se ahogó, es responsable. Los tripulantes del ARA fallaron, son responsables. Perdés el trabajo y no tenés capacidades de reinserción, sos responsable.

Igualmente saludos al genio de la campaña oficialista que pensó que no hay nada como un buen desfile militar para seducir al electorado de centro y los indecisos. Porque, hay que reconocerlo, al garca le gusta lo milico: las botas, el paso firme, sentirse respetado, hacer caso, esa cosa del honor y los fierros. Cómo les gusta que los fierros estén en manos de los que tienen que estar. Son los que opinan que acá hace falta que vuelva la colimba, mucha disciplina así estos guachos aprenden lo que es el respeto, el orden, el miedo. Las cosas lindas de la vida…

En el país donde lo único que creció fue la expectativa de vida de las vacas, en el mes de mayor angustia colectiva por tener que recordar nuestra independencia, miles de personas gritan viva la patria mirando  a los soldaditos desfilar orgullosos, olvidando los ríos de sangre, la tragedia, el infierno vestido de verde oliva. Los casi 40 muertos del 2001 son algo así como “daños colaterales”, “la crisis produjo dos nuevas muertes”… Notas al pie de página, estadísticas.

Negar los muertos siempre es la estrategia, porque en la memoria de esos nombres esta la historia de los pueblos que pretenden silenciar. Es nuestra tarea gritar esos nombres, sostener la memoria, pero sobre todo, ser protagonistas de nuestra historia y dejar de reaccionar solamente cada vez que el agua nos llega al cuello.