PORQUE SÓLO ES ESTO TODO LO QUE TENÍAS PARA DAR

PORQUE SÓLO ES ESTO TODO LO QUE TENÍAS PARA DAR

2019-07-28 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

 

 

 

 

 

 

 

Por SERGIO OMAR

             Sólo ver en la contratapa que un nuevo disco del Flaco se inauguraba con un tema que se llamaba “El Enemigo”, instauraba en el ánimo una promesa candente (algo que por otra parte cada disco de Luis provocaba de forma invariable y múltiple).

Enseguida la frase pivote, “hay que impedir que juegues para el enemigo”, pasaría a engrosar las líneas capitales de una poética inscripta en piedra.

La potencia de esa frase (que de manera sabia una vez más, el Poeta eludía articular en un hilo argumental o una retórica discursiva), se amplificaba sin embargo en el segundo estribillo con un reemplazo que era tan disruptivo como profundamente desestabilizador: “porqué sólo es esto todo lo que tenías para dar”.

La urgencia crucial de la frase madre, que suena a orden imperiosa y llama a la acción (impedir que juegues para el enemigo implica estrechar filas para combatirlo), muta aquí en una pregunta ineludible que interpela a la propia conciencia en relación con el compañero, no con el enemigo.

En la cómoda pasividad de quien recibe lo que la canción viene a darnos, ese requerimiento es un despertar y un desafío: no hay música ni poesía sin entrega. Pero, y esto es lo principal, no hay música ni poesía sin el otro.

Más allá de la emoción (que es inalienable), y de la experiencia de la belleza (que es un acto transformador de la fe), lo que nos entrelaza para siempre con una expresión artística es el proceso de identificación.

Este solo aspecto debiera bastarnos para comprender que nada es secreto; que no hay sufrimiento que no sea compartido; que todo lo que pensamos ya fue pensado antes; y que aquello que le fue revelado a alguien puede sernos revelado también.

Es allí entonces donde lo íntimo y lo personal definen una ética y una manera de insertarse en el mundo. Y lo que se pone en juego es la decisión o no de trascender. Pero entendiendo la trascendencia como la facultad de despegarse de uno mismo y confundirse con los otros.

Las alegrías, cuya energía vital es esencialmente expansiva, aparte de su efecto contagioso, ejercen un poder de atracción que favorece lo colectivo. Pero el dolor es excluyente, tanto, que puede hasta desembarazarse del pudor y de la dignidad, para imponerse a los demás.

Quienes hacen de su dolor el eje sobre el que todo lo demás gira, paradojalmente, no dejan lugar en su órbita al dolor de los demás. La identificación con el otro (que encuentra su forma sublimada en el arte y que es una doble vía fantástica: yo me identifico con el otro que se expresa, pero identifico también en lo que el otro expresa de sí, aquello que en común tiene conmigo), se convierte entonces en un subrayado innecesario de la propia identidad.

Algunos contemplamos el universo y elevamos cantos. Otros elegimos el azorado silencio para tratar de escuchar mejor aquello indescifrable que el universo tiene para decirnos. Otros le hacemos incontables preguntas que no esperamos ver respondidas. Pero los hay que se deshacen en quejas por aquello que el universo no es o les ocasiona, en demandas insaciables que adoptan una falsa apariencia de rezo, en comentarios cuyos enunciados son siempre negativos (“no está tan pálida la luna hoy” y “hoy la luna brilla más”, parecen describir lo mismo, pero no significan lo mismo).

En la soledad del living, estamos siempre cantando con aquél que decidió cantarnos porque, “si tienes voz tienes palabras, déjalas caer”. La poesía es una voz colosal, sin identidad, que nos habla a través de un desconocido, y de golpe adquiere nuestro tono para decirnos desde dentro lo que ignorábamos saber.

En el divorcio de las voluntades, ese divorcio de las miradas que parecen mirar para el mismo lado pero ven cosas distintas, no sólo acecha el enemigo: un animal escondido tiembla relamiendo sus heridas, y es la bestia que aun así no rehusaría nunca enfrentarse a ese enemigo una vez más.

Sanar a la bestia es algo que la música y la poesía saben hacer mejor que nosotros. Y como dijimos antes, no hay música ni poesía sin el otro.

El compañero que perdió de vista el objetivo común, es una sombra que vemos alejarse con la lejanía ya alojada en nuestros corazones. Su desaliento es una sombra que contagia oscuridad. Y ese desaliento nos aísla, como una enfermedad, de lo colectivo.

Entonces nos damos cuenta que nos abandona la esperanza, y ninguna batalla puede darse sin ella.

Pero la esperanza nunca se encuentra en el espejo. Mucho menos es una bestia asustada y hambrienta en las cavernas de nuestra mente.

La esperanza tiene siempre la forma del otro, y de lo que tenga para dar.

  

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