
FIESTAS DE MIERDA
2018-12-19 Desactivado Por ElNidoDelCucoPor ALEJANDRO PASCOLINI
Deduzco que tanto las publicidades, los recordatorios de las empresas e instituciones, los slogans de los programas televisivos, las fiestas escolares, y los videos pornográficos con gente desnuda pero con el gorro de Papa Noel puesto, obran al servicio de alentarnos furiosamente a la comparación, a la rivalidad con el otro, al odio con quienes comparten nuestra cotidianeidad, haciéndonos enarbolar el siguiente grito de guerra: ¡Mi año fue mejor que el tuyo!
Estamos en la mesa de navidad y se me impone realizar un balance de los beneficios y las pérdidas del año que pasó. Mientras arranco la fruta abrillantada del pan dulce para dársela al perro, el cual también rechaza semejante asquerosidad (mirándome con cara de “pasame una tira de asado”), me pregunto por qué al final del calendario se nos hace necesario balancear nuestra vida, evaluar supuestos logros y frustraciones a la luz del año que se va. Imposición cultural vehiculizada por agentes mediáticos de toda índole, que nos induce a comparar el último año con los anteriores, e incluso fantasiosamente, con los que vendrán…
Este empuje a la comparación es el que brinda las condiciones de que sean posibles también otras comparaciones: nuestra vida con la de nuestro cuñado, la de nuestra familia con la familia del vecino, nuestro auto con el del jefe, etc. Entonces, el balance es otra forma de denominación de la guerra mental en la que estamos sumidos, donde se trata de saber quién “tuvo el año más grande”, quién parece más feliz o, en todo caso, a quién se le nota menos la infelicidad.
Pensaba estas cosas mientras realizaba otros balances más específicos relacionados a la mesa navideña: la tercera parte de las personas sentadas alrededor del festejo eran odiadas por mí, la otra tercera parte me eran absolutamente insignificantes o desconocidas; al resto se puede decir que los consideraba humanos.
Volviendo a la cuestión general (mientras veo al perro como se come resignado una pasa de uva y me mira con resentimiento), deduzco que tanto las publicidades, los recordatorios de las empresas e instituciones, los slogans de los programas televisivos, las fiestas escolares, y los videos pornográficos con gente desnuda pero con el gorro de Papa Noel puesto, obran al servicio de alentarnos furiosamente a la comparación, a la rivalidad con el otro, al odio con quienes comparten nuestra cotidianeidad, haciéndonos enarbolar el siguiente grito de guerra: ¡Mi año fue mejor que el tuyo!
Quienes nos inducen a este balance competitivo, celoso y envidioso entre compañeros de clase, entre amigos, entre vecinos, son quienes curiosamente hacen que nuestras cuentas siempre nos den en pérdida. Ellos, el poder financiero con sus sicarios comunicacionales, con su legión educativa enseñante de ignorancia, con su publicidad pedófila, nos estafan primero y luego nos alientan a hacer el recuento de cuanto perdimos en ese robo para que responsabilicemos de esa desventaja a quienes amamos, a quienes luchan con nosotros cada día.
Una vez generado el odio entre compañeros vitales nos prometen que el próximo año va a ser mejor, volviéndonos a penetrar la esperanza de que ellos vendrán por nuestra ayuda.
Obviamente se reinicia así el ciclo de búsqueda de una nueva ilusión prometida por el amo, frustración por la no concreción de esa ilusión, comparación y odio al compañero de clase, pérdida del amor y solidaridad con él y nuevo sometimiento por el saber del patrón.
Ellos, sabiendo que todo examen existencial da negativo para quién lo hace, propagandizan férreamente la idea de que lo hagamos con cierta regularidad para entonces hacernos sentir culpables y débiles y así aceptar que nos violen con sus mandatos.
Me pregunto cómo salir de esta trampa; entre los comensales no encuentro respuesta…
El perro de un mordisco arranca un pedazo de vitel toné y se lo lleva a su cucha…
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