VIDAS DE CELULOIDE – Gracias por el cine

VIDAS DE CELULOIDE – Gracias por el cine

11/11/2018 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

Por GERMÁN GOMEZ

 

El Jueves 6 de Julio de 2006 nos sorprendió una noticia tan triste como inesperada: Juan Pablo Rebella se había suicidado. Junto a su compañero, Pablo Stoll, se habían convertido en un valor importantísimo del cine rioplatense. Cuando buscar explicaciones parece inútil sólo resta celebrar lo heredado, nos dejaron dos de las mejores películas de lo que va del siglo, 25 Watts y Whisky.

    “Los libros que más me conmueven son los que, al terminar de leerlos, a uno le dan ganas de que el autor que los escribió fuera amigo tuyo para poder llamarlo  por teléfono en cualquier momento”, nos confiaba Holden Caulfield desde las inolvidables páginas de El guardián entre el centeno, de J.D.Salinger. Tras ver reiteradas veces 25 Watts y Whisky es imposible no parafrasear a Holden, uno quisiera ser amigo de Juan Pablo  Rebella y Pablo Stoll, levantar el tubo e iniciar una conversación larga distancia con la vecina orilla. En la historia del cine rioplatense se han visto pocas historias tan complicadamente sencillas, tan cercanas, con tanta simpatía y tanta melancolía  como las que estos tipos nos regalaron. Personajes tan distintos y a la vez tan parecidos como el Leche -un joven de pocas luces a punto de recibirse del liceo- y Jacobo Koller -un cincuentón tosco y gris, dispuesto a representar una mentira- forman parte del perfecto mosaico de Montevideo que la dupla de directores presentó al mundo entero. El cine es un arte que, por definición, es colectivo, ya que involucra a  infinidad de personas en las distintas etapas del proceso de producción aunque tiende a ser presentado como la obra de una sola persona: su director. Por eso la sorpresa cuando, en 2001, se estrenó una película de Rebella-Stoll ¿estamos hablando de dos personas o se trata de un apellido compuesto? Eran dos y la pregunta obligada tenía que ver con cómo realizaban el trabajo. “La clave es transar, ceder. Yo soy obsesivo y demasiado romántico y explicativo. A veces dejo que Pablo decida. A veces al revés. Además en el equipo somos mucho más que dos”, contestó en una oportunidad Rebella.

Se conocieron mientras cursaban la carrera de comunicación audiovisual en la Universidad Católica de Montevideo. Comenzaron a trabajar juntos en la facultad y todo pareció encajar. Co-dirigieron algunos cortos en los que trabajaron con varios de los amigos que más tarde los acompañarían en el salto más grande de su carrera, el primer largometraje. A los veinticinco años estaban rodando 25 Watts, cuyo guión habían comenzado a escribir cinco años antes.

 

DAME LUZ

Dos jóvenes en una vereda montevideana, un sábado por la mañana. Uno recoge una bombita que yace en el cordón. Se la muestra al otro y le dice: “Mirá, se te cayó otra idea” “¿Si? ¿Cómo sabés que es de las mías?”. “Porque es de 25 watts”.

25 Watts, la ópera prima de Rebella y Stoll, que contaba la historia de tres jóvenes a lo largo de un sábado gris en un barrio de Montevideo, revolucionó el cine charrúa. Premiada en Rotterdam, Buenos Aires, La Habana, Bogotá, Valencia, Lima y Barcelona, no sólo le abrió las puertas a sus jóvenes directores sino que ubicó al cine uruguayo en el mapa de la cinematografía mundial. Sin ser pretenciosa, la película jugaba desde lo formal. Las apuestas estéticas eran muchas. Rodarla en blanco y negro, en la era del technicolor, no era la menor. Planos inusuales, alteración de la velocidad de las voces, metáforas visuales (uno de los personajes se ahoga literalmente en un vaso de agua) y otras originalidades (alguien pone un disco y durante toda la escena la cámara gira, como si estuviera ubicada sobre la bandeja del Winco) hacen de 25 Watts una película fresca en la que cada plano y cada elección formal tiene una razón de ser.

 

DIGAN WHISKY

Un hombre excesivamente alto y una mujer pequeña posan delante de un fondo celeste. Podrían parecer un matrimonio, pero hay algo en el espacio que se impone entre los dos, en la incomodidad de las poses, en el silencio que los domina, que nos dice que no lo son. Una voz en off le pide al hombre que se agache un poco, para componer la imagen. Al rato se oye otra frase que precede a la sonrisa falsa y un poco incómoda: “digan whisky…” Tras lo que se escucha un flash.

EL NIDO DEL CUCOSi bien comenzaron a trabajar en el guión poco después del estreno de 25 Watts, esta película se hizo esperar lo que, teniendo en cuenta las expectativas, pareció una eternidad: cuatro años.

Premiada en Cannes, La Habana, Huelva, Chicago, Tokio, Gramado y con el Goya a mejor película extranjera, Whisky volvía sobre aquel Montevideo gris que, en este caso, sus directores catalogaban de marrón: “El uruguayo es como marrón. No gris, como suele decirse, sino marrón. Las calles de Montevideo son grises, pero los interiores son marrones. Por eso es que en Whisky ésa es la tonalidad que predomina.” Nuevamente un trío como protagonista, sólo que esta vez se trataba de dos hombres y una mujer, cincuentones, parcos, silenciosos, con el peso del mundo sobre sus hombros y una mentira bajo la manga. Rebella y Stoll comprenden que el cine tiene que ver con mostrar, con contar a través de la imágenes y de eso se trata en gran medida Whisky, conocer a sus personajes, comprender sus sentimientos y sus estados mentales a través de sus acciones y de los objetos que los rodean y con los que interactúan y no por medio de las  palabras: en Whisky lo que reina y lo que más dice es el silencio. La película se rebelaba en contra de un cine autoexplicativo y condescendiente, ése que no cree en la capacidad de los espectadores y siente la necesidad de entregar un producto ya digerido. “Siempre intentamos hacer las películas en contra de algo y Whisky está en contra de esas películas que nos aburrieron tanto. Parece que sus autores no creyeran en los espectadores ni en sus personajes ni en su poder comunicativo y necesitan sobreexplicar y agarrarse a lo obvio. No creen en las sugerencias. Whisky trata de ser un iceberg y apelar a la imaginación de cada uno.”

 

“Nosotros nos sentimos más espectadores que cineastas y como tales buscamos que las películas nos emocionen”. Tal vez esta es la clave que deberían seguir tantos cineastas pretenciosos que ambicionan decir mucho, hablar de temas importantes, hacer grandes producciones, jugar con efectos especiales. 25 Watts y Whisky, el cine de Rebella y Stoll es importante no sólo para la fundación de una cinematografía uruguaya sino también para una renovación de nuestro cine y el de todo el mundo.


Hago cine porque soy un inútil, no sé hacer casi nada, y más o menos lo único que puedo hacer es esto. Aparte de porque me encanta.
Juan Pablo Rebella.