MUERTES POR DISEÑO

MUERTES POR DISEÑO

14/07/2021 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

 

 

 

 

 

 

 

Por ARIEL STIEBEN

          Hay 3000 millones de personas en el mundo que no logran lavarse las manos con agua y jabón, una recomendación básica de la OMS. En África, 258 millones de personas no acceden a esta recomendación. Un rebrote creciente de ébola en República Democrática del Congo no pudo ser erradicado. En Burkina Faso 84000 desplazados no tienen dónde vivir. En 43 países del continente hay solamente 5000 camas de terapia intensiva y en 41 países 2000 respiradores mecánicos. La pérdida de empleo se calculó en 2020 que afectó a 20 millones de personas. Sólo el 34% de la población africana tiene acceso a instalaciones sanitarias básicas en sus casas. Se calcula que el continente puede perder en 2021 la mitad de su PBI por la pandemia. Treinta millones de personas serán más pobres este año. No solo la falta de agua es el problema, sino también la falta de insumos médicos y sanitarios, básicos en países atravesados por conflictos armados de importancia.

La migración interregional es común en África subsahariana. Por ejemplo, Botswana y Sudáfrica atraen a trabajadores de países vecinos y las afinidades socioculturales de África Occidental permiten la movilidad laboral. 

Lesotho y Cabo Verde reciben los flujos más importantes de remesas en relación con su tamaño. Las remesas de Tonga  son el 37,6% de su PBI. Las de Sudán del Sur el 34,1%. Egipto recibe 28.000 millones de dólares en remesas.

Tras un 2019 donde dinosaurios de la política africana cayeron, Al Bashir en Sudán y Bouteflika en Argelia, las movilizaciones continuaron en esta última nación ante una clase política anquilosada al poder desde su independencia en 1962. En muchas ocasiones se denunció que el contexto pandémico funcionó como refuerzo de tendencias autoritarias y de reacciones represivas contra las demandas emanadas desde abajo.

Alassane Ouattara fue reelecto en Costa de Marfil, tras semanas de conflictos saldados con más de 55 muertes. Lo electoral también fue un hecho a destacar en Tanzania. John Magufuli, el actual presidente que logró ser reelecto, sostiene un estilo propio que lo llevó a ser comparado con Jair Bolsonaro, en particular por su reacción frente a la pandemia, enfermedad sobre la cual el mandatario alegó que se exageraba. Magufuli declaró que Tanzania estaba libre de Covid-19 por los rezos y ha sido acusado de perseguir opositores y bloquear internet. Las denuncias de fraude se hicieron oír. La violencia acompañó a los comicios.

En Zanzibar se denunciaron muertes por parte de las fuerzas de seguridad. El proceso  del yihadismo en el corredor saheliano fue el más violento de la década con 12500 muertos y 4161 actos terroristas. Particularmente Malí, Níger, Nigeria y Somalía fueron los países más golpeados, como Burkina Faso y Libia debido a lo endeble de sus estructuras. Esta región africana es la zona más crítica del mundo en torno al avance del integrismo radical pese a la intervención internacional.

Cuando la protesta social no se canaliza, muchas veces la alternativa es el éxodo. En 2020, en parte producto a las restricciones a la movilidad causadas por la pandemia, la ruta migratoria hacia las islas Canarias volvió a ser noticia y encendió alarmas recordando la crisis de los cayucos de 2006-2007.

En una semana el gobierno senegalés reportó la muerte de 480 compatriotas migrantes que nunca llegaron al archipiélago español. El peor naufragio es de fines de octubre de 2020 con 120 muertos. 

Se produjeron 45 naufragios con 1851 decesos en esa ruta. Se trata del resurgir de una crisis migratoria, con más de 20000 personas arribadas a las islas, cifra diez veces superior al número de 2019.

 

Como en toda crisis la burguesía africana apela a medidas que le son dictadas por la necesidad, sin seguir ninguna receta. Si la cosa funciona, aparecerá después como una construcción histórica. El mejor ejemplo es ese invento llamado keynesianismo. Esas medidas, en realidad tienen que ver con lo que Marx resumió bajo la forma de ‘contratendencias’ y que son fáciles de sintetizar; aumento de la tasa de explotación vía plusvalía relativa y absoluta (contra la clase obrera) y liquidación del capital sobrante (contra las capas más débiles de la burguesía). El estancamiento de la economía China,  cesó de compensar la tasa de ganancia mediante la plusvalía absoluta que corresponde a una tasa de explotación notable, permitida por una masa enorme de población sobrante. Este estancamiento era evidente hace una década, no sólo cuando se reducían las famosas tasas chinas, sino cuando se veían los movimientos de capital escapando del gigante asiático.

El estancamiento, que antes de la pandemia parecía un aterrizaje suave, es lo que ralentiza cada vez más la demanda de commodities y hace entrar en crisis a economías basadas en materias primas, desde petróleo al agro, pasando por la minería. Con esto entran en crisis los fenómenos políticos asociados al ascenso de estas rentas, sean de izquierda o de derecha.

Como se ve, no es solamente el resultado de la exposición que hace el Coronavirus sino la lógica misma de la acumulación capitalista. 

Estos procesos provocan desde 2011 inmigraciones  masivas a varios países europeos.

Desde el Mediterráneo al Báltico y todos sus puertos intermedios, la seguridad y la vigilancia contra la inmigración ha aumentado desde la fundación de la Unión Europea y más aún desde la última década como consecuencia de la interferencia europea y norteamericana en medio Oriente.

En Grecia hoy se encuentran 42000 detenidos en campos de confinamiento. Libia recibe subsidios anuales por parte de la Unión europea desde 2017 para evitar que los inmigrantes crucen el Mediterráneo. Turquía ha actuado como guardián de la inmigración y el gobierno de Recep Tayyip Erdogan ha utilizado políticamente esta cuestión para obtener apoyo europeo en sus incursiones al Norte de Siria.

En Europa líderes de partidos  supuestamente de izquierda como el alemán Die Linke  han adoptado una plataforma antiinmigratoria para atraer a votantes enojados de la clase trabajadora.

Joe Biden y Boris Johnson han añadido combustible al creciente sentimiento antiinmigrante y sus ideas han encontrado simpatizantes tanto en la clase media de la pequeña burguesía como en la gente trabajadora común.

Un cuarto de los médicos inscriptos en el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido provienen del África subsahariana. El 80% de los médicos de Liberia y de Mozambique trabajan en el extranjero. Ghana, Zimbabwe y Zambia tienen una reducción altísima en los puestos de salud debido a la inmigración. En África las tasas de expatriación superan al 50% de la población con formación académica.

 

Otro elemento sustantivo a las crisis africanas es la innovación tecnológica, que permite la robotización mediante la destrucción de atributos productivos y abarata la fuerza de trabajo, al mismo tiempo que crea una masa de desocupados que se suman a la mano de obra inmigrante para presionar hacia abajo los salarios. Pero lo que ha estimulado más este proceso de degradación en África, es la relocalización del capital en los países que tienen gigantescos bolsones de mano de obra regalada, escondida bajo la forma de desocupación latente rural.

Las crisis en la medida que reconfigura a la clase obrera en los países centrales crea una nueva periferia próspera. Allí represión política y desocupación abundante recrean el paraíso de la plusvalía absoluta que caracterizó a los inicios de la revolución industrial.

De allí que la burguesía de los países prósperos, imposibilitada de enfrentar en un bloque homogéneo al proletariado establece la estrategia de desgaste, enfrentando a un proletariado adormecido por décadas de reformismo. La erosión permanente de posiciones va dando un proceso de degradación creciente en la clase obrera en los países centrales. Un elemento útil para aceitar el proceso es la inmigración, sobre todo clandestina, que crea una nueva capa proletaria en competencia a la tradicional.

Las masas de África hasta ahora no han hecho otra cosa que servir de base del proceso de descomposición estatal. La clase obrera africana no ha podido organizar una estructura política propia, independiente de la burguesía. El resultado es sencillo, se trata de pegarse a una de las infinitas facciones que se disputan sin fin la hegemonía en la región o si no, lisa y llanamente, huir.

La tragedia africana es la manifestación de la impotencia histórica de una clase obrera, que del nacionalismo al fundamentalismo religioso, no ha podido construir un partido propio que plantee una solución revolucionaria.

En ausencia de esta salida, el problema de los inmigrantes es la expresión de la barbarie que emerge cuando el capitalismo se agota.

Quien crea que esto se limita al continente africano, se equivoca.

  

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