CRISIS: UN ESPEJO QUE NOS REFRACTA

CRISIS: UN ESPEJO QUE NOS REFRACTA

10/06/2020 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

 

 

 

 

 

 

 

Por SERGIO DI BUCCHIANICO

            A esta altura de los acontecimientos parece fácil deducir que la epidemia instalada a nivel global, además de encender los más diversos miedos con sus correlatos ideológico sistémicos: recrudecimiento de lenguajes reaccionarios, individualismo exacerbado, patriotismo malvinero, nacionalismo neo militar, etcétera; a dejado al descubierto no solo la cruel diferencia de clases, con la que se nutre el ordenamiento social para poner en funcionamiento la maquinaria económica, sino también la inestabilidad de las relaciones sociales del capitalismo, ¿posmoderno?, y la total indiferencia hacia los más vulnerables, dado que cuarentena de por medio, se ha dejado en la boca del lobo femicida, a la mitad de la población mundial bajo el triste y estéril amparo de una llamada telefónica, no más. Como venía sucediendo desde mucho antes de la aparición del Covid-19, ya que en el plano internacional “el 38% de muertes de mujeres se debe a la violencia conyugal”[1], y los mecanismos de defensa en términos  internacionales, solo han sido a penas reforzados, manteniendo su habitual ineficacia.

Por otro lado, asistimos, al formidable espectáculo -ensayo- del siglo XXI, donde la realidad áulica -tan ponderada durante siglos- ha sido desvastada por la realidad tácita de las llamadas aulas virtuales, con la sospechosa aprobación de aquellos que hace a penas unos días sugerían -en sus manifestaciones antisistema- que el capitalismo debía ser derrotado en el fragor de la lucha de clases con organización popular, partido con programa revolucionario, etcétera, instalando -quizás inconscientemente- en el campo de la obviedad a la tecnología como aliada de esos antojadizos procesos emancipatorios; sin tener en cuenta que el desarrollo tecnológico producido en determinada época es posible, solo si es funcional a la clase dominante de esa época.

Indudablemente esta reflexión habilita a preguntarse: ¿con las herramientas tecnológicas creadas por el sistema y su incidencia en la formación de conciencia, habrá posibilidad de revolución social? En el caso de hallar una respuesta positiva deberíamos sospechar que el capitalismo entonces, construye armas para su propia inmolación; pero si hay algo de real comprobación empírica es que éste, puede ser catalogado de dañino, depredador, injusto u homicida, pero jamás de suicida o autodestructivo.  De lo que se podría presumir que la victoria del capital no solo es material sino también subjetiva, puesto que hasta los autodenominados socialistas parecen reivindicar las supuestas bondades tecnológicas del capitalismo, cuyos beneficios quedarían expuestos en estas circunstancias de pandemia, en cuanto a educación se refiere; dejando pasar por alto que la mitad de la población mundial carece de conexión a Internet. De hecho según Alberto Acosta, economista ecuatoriano y profesor universitario, ex candidato a presidente de ese país, “a enero de 2018 se estima que 3572 millones de personas no tienen acceso a la red” y un porcentaje elevado de gente con conectividad desconoce como usarla para un mayor rendimiento educativo.

Obviamente, dando por seguro que la educación virtual podría ser tan eficiente como la educación en el aula, y que en la construcción individual de conocimiento no sería necesario el encuentro físico de unos con otros, con su bagaje de intercambio informativo, reciprocidad y debate, acaso útiles para la circulación y elaboración de nuevos saberes, ya que el vínculo corporal y su carga de gestualidad y hasta de afectividad conformarían un escenario ideal para la posible generación de hábitos de discusión y polémica; imposibles de llevar a cabo desde la pantalla, por dos sencillos motivos: en primer lugar por la probada deficiencia de conectividad general, y en segundo, porque no somos solo palabras, sino cuerpos que piensan y se manifiestan como tales, que necesitan relacionarse para enriquecerse y producir comunicación creativa en un mutuo contacto real y no virtual, en detrimento del viejo axioma maquiavélico: divide y reinaras, cuya reproducción es mayormente factible en la distancia, pues cuanto mas separados mejor.

Y esto pareciera ser lo más apropiado para sumir al alumno de clase media en mero receptor pasivo, y en expulsado al pertenecer a las regiones sociales mas postergadas -por carecer de los soportes necesarios que viabilizan este novedoso y moderno esquema pedagógico- reponiendo de este modo la estratificación social reinante, en aras de una mejor multiplicación del sorprendentemente aceptado capitalismo y su supuesta revolución tecnológica.

Siguiendo esta orientación, tal vez sería ilustrativo tener en cuenta algunos datos,”En 2018, en la VII asamblea de la comisión interamericana de telecomunicaciones (CITEL) se reconoció que: el 30% de los argentinos no tiene acceso a Internet y el 40% que lo tiene no sabe como usar la red. Además en el 70% del territorio, donde vive el 30% de los argentinos, no hay acceso a Internet o el acceso es de mala calidad”[2].

A partir de lo aquí expuesto, las palabras de Herbert Marcuse en El Hombre Unidimensional parecen tomar cierta relevancia a tener en cuenta: “La transformación tecnológica es al mismo tiempo transformación política, pero el cambio político se convertirá en cambio social cualitativo sólo en el grado en que altere la dirección del progreso técnico, esto es, en que desarrolle una nueva tecnología, porque la tecnología establecida se ha convertido en un instrumento de la política destructiva”[3].

En efecto, parece difícil comprender -ante la ausencia de una “nueva tecnología” o un cambio de “dirección en el progreso técnico”- que quienes pretenden modificar las actuales relaciones materiales de producción, cada vez más sustentadas en el desarrollo tecnológico de la sociedad industrial capitalista, crean beneficioso ese desarrollo impulsado por políticas para la destrucción, la explotación y el dominio; y que la transmisión virtual de conocimiento sea apreciada como inofensiva, positiva y neutral, cuando en realidad “…no puede sostenerse la noción tradicional de la neutralidad de la tecnología.

La tecnología no puede ser separada del empleo que se hace de ella; la sociedad tecnológica es un sistema de dominación que opera ya en el concepto y construcción de técnicas”[4]. En este sentido, “En tanto universo tecnológico, la sociedad industrial avanzada es un universo político, es la última etapa en la realización de un proyecto histórico especifico, esto es, la experimentación, transformación y organización de la naturaleza como simple material de dominación”[5]. En consecuencia parece inaceptable adoptar alegremente los instrumentos educativos propuestos -imbricados en el proyecto tecnológico capitalista- para quien esté construido bajo el canon del materialismo dialéctico, supuestamente imbuido de al menos: espíritu crítico. No obstante, cualquiera que cuente con un atisbo de rebeldía o un mínimo de sospecha en cuanto a las intenciones del bendito sistema ya mencionado, sería capaz de esbozar, aunque más no sea, un exiguo repudio en lugar de la aceptación displicente, con la aparente finalidad de cobijar mezquinos intereses direccionados y/o corporativos.

Por cierto, estos momentos de crisis se presentan como reflejo de lo que realmente somos en términos sociales e individuales, como quedaría explicito en los párrafos precedentes, pero no es solo en el abandono del estado frente a la situación de cuarentena y sus efectos nocivos respecto a las relaciones maritales, o en el beneplácito por el reemplazo del aula real por la virtual, donde se reflejaría nuestra esencia, sino también -como referíamos al inicio de ésta exposición- en el curioso paroxismo nacionalista expuesto en los medios públicos y privados y su inmediata transpolación a la conducta social, principalmente en los sectores más populares -como cantar el himno en tono mundialista todos los días a la misma hora- que recuerda los instantes más nefastos de la historia vernácula de la patria (mundial 78`, Malvinas, etc.) entendiéndola -a la patria- como “…ese deseo cósmico por intentar pertenecer…”[6].

A pesar que hasta el momento, no se ha tocado la billetera de: empresarios, banqueros y terratenientes, menos aun la de cadenas de supermercados y monopolios alimenticios; mientras la voracidad del contagio cava sepulcros colectivos en las barriadas pobres y hacinadas.

Sin embargo, parece ser que tanto guerras como mundiales de futbol y pestes, son formidables disparadores de fraternales uniones masivas abrazadas a nobles paradigmas, dignos de ser adoptados como lugar de pertenencia, que nos unifica como un cuerpo dentro de los limites territoriales de aquello que designamos nación, aunque los platos rotos de esas giras patrioteras los paguen siempre los más necesitados, los imbéciles apasionados de discursos populacheros y los manipulados demagógicamente por la casta partidócrata.  

Ahora bien, intentar descifrar los mecanismos que activan las conductas antes descriptas podría ser una tarea vana, si el interés motivador fuera impedir tales practicas, puesto que tal vez, todo gire alrededor de las configuraciones subjetivas reinantes -estructuradas en concretos intereses particulares y sectoriales- en quienes gobiernan, en quienes enseñan y en la inmensa masa de ciudadanos que creen pertenecer a un colectivo integrado por valores que superan ambiciones sectarias, protegidos en su conformación por la indefinida, inconsistente y mítica argentinidad.

Pero sea como sea, lo realmente sugestivo y hasta alarmante, es que la crisis sería un espejo que nos refracta como entidades posicionadas en un orden eficaz para el funcionamiento del poder establecido, donde cualquier alteración del mismo afectaría intereses personales, que nadie estaría dispuesto a postergar. Pues como dice don José Larralde en su milonga Cuando la vida me nombra: “En una chupa de buche puede el mundo acomodarse/ pero puede reventarse si alguno intente moverse/ siempre hay quien prefiere hacerse/ donde otro quiere sentarse/.

 

……..

[1] Revista El Aromo nº 110 29-3-2020

[2] De Luca Romina, Revista El Aromo nº 110, “De lo efectivo a lo aparente”. 7-4-2020.

[3] Marcus Herbert, El hombre unidimensional. Pág. 255 -256

[4] Marcus Herbert, El hombre unidimensional. Pág. 26

[5] Ídem.

[6] Symns Enrique, La vida es un bar “De que hablamos cuando hablamos de patria”. Pág. 30.

  

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