BESOS EN LA FRENTE

“Tómame o déjame,
pero no me pidas que te crea más.
Cuando llegas tarde a casa,

no tienes porqué inventar,
pues tu ropa huele a leña de otro hogar.

Tómame o déjame,
si no estoy despierta, déjame soñar…
No me beses en la frente,
sabes que te oí llegar,
y tu beso sabe a culpabilidad”.

Furibundo Tempo sabía explicar la corrosión que produce la infidelidad y la mentira con esta canción de Mocedades, que sonaba allá, en los años ’70. “El autor dejó una huella, un argumento… y ante cada desencuentro o malentendido amoroso la mirada de la muchacha parecía desprender un mágico “Tómame o déjame” y al tipo no le quedaba otra que tomar una decisión urgente, antes de escuchar todo lo otro”. Fue en esos tiempos en que se conoció el significado de los besos en la frente. La mujer y el hombre de barrio, han considerado siempre a la mentira como la más nefasta causa de amargura y tristeza, profesar un amor en esos tiempos era un compromiso  ineludible. Después… pasó lo que pasó, conductoras de televisión diciendo que te quieren o políticos gritando que te aman. Se degradó el compromiso con la verdad. Mentir es un hecho menor, casi no tiene consecuencias. Es más, algunos tipos consideran que no saber es mejor en algunos casos, administremos la información, pregonan. Pasa que en el fondo piensan que conocer la verdad es solo un detalle, ¿para que quisiéramos saber la verdad?

Hace unos días y por casualidad me entero que “El Atlantis” es un transbordador espacial, lo impresionante es que el 8 de julio de 2011 voló por última vez. Como si fuera poco, me dicen, hubo seis y cinco de ellos orbitaron la tierra casi 723 días durante treinta años. Después de 135 misiones uno debería estar informado de este despliegue tecnológico que cambió al mundo, con el que pusieron en el espacio al Telescopio Hubble y además protagonizaron la construcción de la Estación Espacial Internacional. Pasa que para poder dimensionar lo que hicieron con estos aviones espaciales hay que meterse en algunos detalles, primero hay que trepar a más de 200 km del suelo y luego para poder ponerse en órbita hay que viajar a más de 28.000 km por hora.

El 18 de abril de 1981 el Transbordador Columbia hacía su primera prueba de vuelo orbital y aquí en Argentina unos días antes (28 de marzo) Viola desplazaba a Videla.

El 4 de abril de 1983 vuela por primera vez el Challenger, el 30 de agosto del 84 es el turno inaugural del Discovery, el 3 de octubre de 1985 el cielo recibe al Atlantis. Hubo que esperar hasta el 7 de mayo de 1992 para ver despegar a un nuevo transbordador, el Endeauvour. Es que una tremenda tragedia había enlutado al mundo, el 28 de enero de 1986 y a solo 73 segundos del despegue, el Challenger explotaba, falleciendo sus siete tripulantes. De eso sí nos enteramos, las imágenes aparecieron por todos lados, hay escuelas en Estados Unidos que llevan los nombres de los astronautas que tripulaban la nave.

¿Para qué los hicieron?, ¿cuánto costaron?, ¿para qué servían?, son preguntas viejas. Lo cierto es que este cronista, que pocas veces había superado los límites del barrio, ni noticias había tenido durante treinta años de que estos fantásticos aparatos tardaban solo 90 minutos para completar una órbita a la tierra. “Los momentos críticos de cada misión, residen, —me explica un fanático de estas naves— en el despegue y en el ingreso a la atmósfera”. Eso casi lo sabíamos, uno se había desintegrado apenas despegó, el tipo apura la explicación: “En el ingreso el choque de la nave con la atmosfera es brutal, el objeto baja a casi 8 mil metros por segundo, la temperatura que produce el rozamiento del aire supera en los lugares críticos los 1800 grados”. Es en ese momento cuando uno entiende a lo que se enfrenta.

¿Pero qué tiene que ver todo esto con lo que dijimos al comienzo?, ¿se acuerda?, la infidelidad, la verdad degradada, la cultura de la mentira…

El 16 de enero de 2003 a las 10,39 hs del Kennedy Space Center partía el transbordador Columbia con siete tripulantes, era la misión 28, la última para esa nave que llevaba casi 22 años en servicio. Cuando las velocidades se miden en kilómetros por segundos los instantes son una eternidad y ese día a los 81,7 segundos de despegar el destino quedaría escrito para las siete personas que tripulaban esa nave. Un trozo de aislante térmico del tanque de combustible externo se desprendió y golpeó el ataque del ala izquierda de la nave cuando se desplazaba a 6.000 km por hora a 20.000 metros de altura, el impacto dañó la protección térmica. Varios ingenieros dimensionaron el daño y comunicaron que el transbordador Columbia estaba herido de muerte, era imposible que pudiera resistir el reingreso a la atmósfera con el escudo de carbono-carbono dañado. Faltaban 16 días para ese momento. En todo ese tiempo la burocracia de la NASA discutía la manera de afrontar la situación, mientras tanto los tripulantes, dos mujeres y cinco hombres cumplían con el programa de la misión. Todo parecía normal, sin embargo, los altos mandos sabían exactamente lo que estaba pasando, alguien pidió que los astronautas salieran de la nave y constataran los daños que la jefatura calificaba como una sospecha. La grabación del despegue se reproducía una y otra vez, todos sabían que el daño era crítico. ¿Qué hacer cuando en una misión de 16 días en el espacio a los 82 segundos del lanzamiento te das cuenta que no podrán volver?

Alguien del equipo sugirió que se preparara el transbordador Atlantis y se lo lanzara en una misión de rescate de muy alto riesgo. Nada se hizo, todo siguió como si nada hubiera pasado. La transmisión del aterrizaje de la nave era en directo por una cadena de televisión, un hombre de la NASA iba actualizando altitud y posición del aparato:

• “El curso del Columbia continúa su vuelo sobre la frontera entre Arizona y Nueva México”. “Como ven las cuatro esquinas de los EE UU”. “Su curso lo llevará a pasar casi directamente sobre Alburquerque, Nueva México”. “Altitud 67 km ó 221.000 Pies”. “Velocidad: 23.000 Km/h”. “A 2.873 Km. de tocar pista en el Centro Espacial Kennedy”. “Ladeándose ahora a la izquierda. La segunda maniobra de cuatro similares que se realizarán para aminorar velocidad en la nave espacial, mientras se comporta como aeronave en su descenso hacia Florida”. “El ángulo de las alas es de 75 grados hacia la izquierda”.

Un minuto y diez segundos después, en aquel 1 de febrero de 2003, la misma voz decía:

• “El Columbia sigue su viaje a Florida”. “Aproximándose ahora a la frontera de Nueva México y Texas”. “Altitud… 64 Km”.

En ese momento un tripulante de la nave interrumpe el informe:

• “Sintiendo el calor…”
• “Velocidad: 21.243 Km/h”. “Distancia para el aterrizaje 2.253 Km”. “El transbordador en su ladeo izquierdo, con sus alas a un ángulo de 57 grados respecto a la horizontal”.

Otra voz interviene:

• “Columbia es Houston, vimos sus mensajes de la presión en neumáticos, pero no copiamos el último…”
• “Entendido eh bu…”

Faltando 15 minutos para aterrizar no hubo más contacto con la nave. El transbordador Columbia quedó esparcido en cientos de kilómetros cuadrados, en el suelo de Texas, como se puede ver en muchas filmaciones fue una verdadera lluvia de pedazos incandescentes de la nave.

Un comité de expertos investigó durante siete meses la tragedia, el Diario “El País” de España publicó algunos segmentos comentados del largo informe:

“El informe es un aleccionador repaso del comportamiento de las grandes burocracias, como la de la NASA, que es sin embargo, para Harold Gehman, presidente del comité de investigación del accidente del Columbia, “una organización extraordinaria que se atreve a hacer cosas únicas y especiales”. El accidente pudo haberse evitado, montando incluso una operación de rescate de alto riesgo, concluyen los 13 miembros del comité, aunque reconocen la complejidad del proceso que lo produjo.

La tragedia se pudo haber evitado si la NASA hubiera tenido las medidas de evaluación de riesgos y comunicación fluida entre departamentos a las que se comprometió tras el accidente del Challenger, en 1986. “Estamos convencidos de que la forma de trabajo de los mandos que supervisaban el programa del transbordador fue la causa del accidente tanto como la espuma que golpeó el ala izquierda”, dice el informe”.

“La causa física de la pérdida del Columbia y su tripulación fue una brecha en el sistema de protección térmica en el borde de ataque del ala izquierda, causada por un trozo de espuma aislante que se desprendió de la sección izquierda (…) del tanque externo a los 81,7 segundos del lanzamiento, y golpeó el ala cerca de la mitad inferior del panel de carbono-carbono reforzado número 8. Durante la reentrada, esta brecha permitió la entrada de aire muy caliente a través del aislante del borde de ataque, y progresivamente fundió la estructura de aluminio del ala izquierda hasta que el aumento de las fuerzas aerodinámicas causó la pérdida de control, el fracaso del ala y la destrucción del transbordador”. Se calcula que el trozo de espuma impactó el borde del ala a una velocidad de casi 900 kilómetros por hora y causó un agujero de unos 25 centímetros de diámetro.

La ignorancia jamás puede ser virtuosa, la infidelidad, el engaño, la mentira solo nos llevan a lugares oscuros. Tal vez por eso en el barrio alguno siempre revelaba la verdad. Cuesta creer que siete personas que estaban condenadas, quedaron en la más absoluta soledad sin la posibilidad de conocer un desenlace que ya estaba escrito en su destino, nadie, ni un solo compañero fue capaz de sentir culpa y darle, al menos, un beso en la frente.

El corona virus nos tiene encerrados y en periplos increíbles en el espacio cibernético descubrimos los detalles de estos truculentos acontecimientos, mentiras globales. Qué lejos vivimos de todas esas cosas, sin embargo, parece que esta vez también nos toca y el virus mata preferentemente a los viejos. Parece que hay tipos que ya saben lo que va a pasar, pero son como los de la NASA, prefieren administrar la info, somos distintos, aclaran, somos humanos, dicen… y te besan en la frente.