¿CUANDO UN PROBLEMA ES DE GÉNERO?

¿CUANDO UN PROBLEMA ES DE GÉNERO?

05/11/2019 Desactivado Por ElNidoDelCuco
















Por REGINA SIPMAN   

LECCIONES DE LA CIRCUNCISIÓN FEMENINA

 

             Muchas veces cuando mencionamos problemas como el reclutamiento forzado para la guerra, los homicidios, el trabajo forzado o las deudas de sangre, se ha dicho que no eran problemas de género al nivel del que padecen las mujeres. No porque el sufrimiento sea inferior (de hecho es al contrario), sino porque se trata de cosas que ‘los hombres se hacen a sí mismos’. Vamos a tratar un problema que nadie dudaría en calificar “de género”, donde las mujeres son sus principales ejecutoras así como sus víctimas: la circuncisión femenina, también conocida como mutilación genital femenina o corte genital femenino.

La supresión de la sexualidad femenina es generalmente atribuida a varones. Su interés radicaría en preservar la fidelidad de sus compañeras para asegurar que su esfuerzo se ha dirigido efectivamente a criar a quienes son sus hijos, que en muchas culturas heredarán también sus apellidos, títulos y patrimonio. Eso explica (aunque no necesariamente justifica) que promovieran medidas destinadas a reducir la promiscuidad femenina.

En cambio, la razón por las que las mujeres apoyan este tipo de medidas (a veces de forma más entusiasta que los propios hombres), o crean las suyas propias, suele atribuirse de manera simplista a que viven en una cultura patriarcal y no pueden ver más allá. Sin embargo, algunos investigadores apuntan en otra dirección: la economía sexual.

En sociedades donde la fuerza de trabajo humana es factor productivo determinante, los hombres cuentan con ventaja debido a su constitución. Las mujeres en dichas sociedades, utilizaban el sexo como una herramienta de negociación con los hombres. Cuanto menor fuera la oferta, mayor era el valor del producto. Por tanto, estribaba en el interés de muchas mujeres reprimir su propia sexualidad y promover medidas restrictivas para el resto.

El mayor ejemplo de esta tesis puede encontrarse en el trabajo de Roy F. Baumeister y Jean M. Twenge, “Cultural Supression of Female Sexuality” (Supresión cultural de la sexualidad femenina) Review of General Psychology , 2002, Vol 6 N2 166-203.

Los investigadores muestran que se trata de conspiraciones conscientes, deliberadas o explícitas. En realidad las personas pueden haber llegado a participar de estos procesos sin plena consciencia de lo que estaban haciendo, simplemente porque las fuerzas situacionales y el propio interés los empujaron  de forma que contribuían a traer la sexualidad femenina bajo un restrictivo control.

 

SUBINCISIÓN E INFIBULACIÓN

Hasta ahora hemos examinado la aprobación social y otros  métodos para reprimir la sexualidad femenina, pero en algunas culturas se emplean medidas más drásticas. Sin duda las más severas son aquellas que buscan reducir la sexualidad femenina mediante intervenciones quirúrgicas, como cortar el clítoris (subincisión) o cerrar la vagina cosiéndola  (infibulación). Dichos procedimientos reducen directamente la capacidad de la mujer de disfrutar del coito. Estas prácticas están ilegalizadas en la mayor parte de los países occidentales y se practican en las naciones islámicas de África y Oriente Medio.

¿Quién apoya y perpetúa estas prácticas de cirugía genital femenina? La evidencia disponible apunta fuertemente a las mujeres. La decisión sobre si una chica en particular recibirá la operación y en qué momento es tomada por su madre o abuela (HIcks, 1996; Lightfoot-Klein ,1989). La comunidad femenina compuesta por sus iguales considera la operación como una marca positiva de estatus, y las chicas que todavía no la tienen son a veces burladas, molestadas y derogadas por sus pares femeninos. La propia operación casi siempre es llevada a cabo por una mujer como la partera. “Los hombres están completamente excluidos”, según uno de los trabajos sobre el tema (Boddy, 1989, p84).

Estas prácticas quirúrgicas son explicadas por las mujeres con varias justificaciones que bajo examen parecen dudosas cuando no completamente equivocadas. Algunas mujeres afirman que la cirugía mejora la salud, cuando en realidad produce riesgos significativos para la misma. Afirman que es requerida por el Corán, pero los expertos en la escritura dicen que no. Las mujeres dicen que nadie se casará con una chica que no haya tenido la operación. En realidad, sin embargo, los hombres se casan con mujeres que no la han tenido. Shandall (1967,1979) publicó resultados de una muestra sobre 300 maridos sudaneses, todos ellos con una esposa intacta o que tenían una versión limitada de la operación. En efecto, Lightfoot-Klein (1989) observó que las mujeres europeas eran muy deseadas como esposas en las naciones islámicas porque los hombres descubrieron que las mujeres europeas (que no habían tenido cirugía genital) disfrutaban más el sexo. Estos hallazgos son directamente contrarios a la teoría de que los hombres africanos prefieren mujeres cuya sexualidad ha sido suprimida por métodos quirúrgicos.

La muestra de Shandall consistía realmente de 300 hombres con múltiples esposas, incluyendo una que había tenido la operación completa, así como otra que no la había tenido. Esto capacitó a Shandall para evaluar las preferencias de los hombres. Prácticamente todos los hombres afirmaron que preferían a la esposa que no había tenido la cirugía genital. En aquellos casos donde las esposas diferían en el grado o severidad de la operación, los hombres preferían a la mujer con la operación más limitada. Estos hallazgos coinciden con la observación de Lightfoot-Klein de que los hombres prefieren a las esposas que disfrutan del sexo. Shandall concluyó que “algo al margen de la situación sexual de los hombres debe estar en juego para continuar con la práctica”.

Por lo tanto, subincisión e infibulación no parece que produzcan un mayor placer sexual en los hombres. Pueden quizás, ayudar a la fidelidad de la esposa al afectar la capacidad de la mujer de disfrutar del sexo extramarital. Sin embargo, la preferencia de los hombres por las mujeres sexualmente intactas contradice la teoría del control masculino.

En años reciente ha emergido una protesta organizada contra estas prácticas quirúrgicas. Las protestas han sido apoyadas por mujeres con formación occidental, incluyendo algunas voces feministas internacionales. Sin embargo, otras feministas cuestionan la protesta. Germaine Greer, una feminista que no comparte la visión de que la sexualidad femenina haya sido suprimida por la influencia masculina, ha tachado las protestas occidentales de etnocéntricas. Greer rechazó explícitamente la idea de que la infibulación y subincisión estuvieran dirigidas por los varones: “es sin duda una curiosa explicación sobre algo que las mujeres se hacen unas a otras”. Sus propios viajes y aparente investigación informal en países como Etiopía arrojaron conclusiones similares a las que Shandall encontró en Sudán; concretamente que los hombres no prefieren a las mujeres que han tenido cirugía genital.  Según pudo determinar Greer, la mayoría de los  hombres ni siquiera sabía si las mujeres de sus familias habían tenido la cirugía o no. Greer defendió que las feministas occidentales deberían reconocer estas prácticas quirúrgicas  como algo arraigado en la cultura femenina y los grupos sociales femeninos, y que por lo tanto debería o bien tolerarse como tal o articular sus objeciones como debates entre mujeres sobre lo que es mejor para ellas.

Previsiblemente, la mayoría de los observadores concluyen que las prácticas son defendidas con más fervor entre las mujeres. Los hombres generalmente se muestran indiferentes (consistente con la impresión de Greer de que los hombres a menudo ni saben). Algunos padres (varones) han objetado a que sus hijas sean cortadas o infibuladas, pero las objeciones de los hombres son rechazadas por las mujeres de la familia, que insisten en que se realicen las operaciones.

Hicks (1996) también publicó varios hallazgos indicando que los hombres defendían prácticas quirúrgicas menos severas  pero que eran frustradas por el firme apoyo de las mujeres a estas prácticas.

Las actitudes de los padres fueron evaluadas en un estudio de Williams y Sobieszczyk (1997). Claro está, no puede asumirse que las actitudes de maridos y mujeres sean fenómenos independientes. Aun así, el peso de la evidencia indicaba que los procedimientos quirúrgicos eran principalmente apoyados por mujeres. En casos donde el padre apoyaba la cirugía, el 100% de las madres dijo que su hija la tendría. En casos donde el padre se oponía, el 41% de las madres dijo que se asegurarían de que su hija fuera operada de todos modos. En casos donde el padre era indiferente, el 97% de las madres planeaba que su hija fuera operada.

La decisión parece estar en manos de la madre, y muchas parecen dispuestas a insistir en la operación pese a las objeciones del padre. Sin embargo, ninguna madre estaba dispuesta a rechazar la operación cuando el padre la apoya. Por lo tanto, una vez más, la cirugía genital parece estar arraigada en la cultura femenina y controlada por ésta. Por lo tanto, la evidencia con respecto a la subincisión e infibulación indica que las mujeres controlan y mantienen la práctica. Esto también apoya la teoría del control femenino y contradice la del control masculino.

 

La circuncisión femenina no es la única práctica donde las mujeres son tanto víctimas como ejecutoras. Otro ejemplo es el infanticidio femenino, denunciado especialmente en India y China. En estos y otros países, tradicionalmente, al casarse la mujer abandona a su familia para unirse a la del marido. Su madre, por tanto, depende de los hijos varones para mantenerse en su vejez, especialmente tras la muerte de su marido. De ahí que muchas madres, sobre todo las más pobres, decidan matar a sus hijas. Una variante es el feticidio femenino; abortar a los bebés cuando se detecta que son niñas.

¿Son estos casos menos graves por el mero hecho de que víctima y ejecutora comparten el mismo sexo?

¿Dejan por ello de ser problemas de género?

Alguien podrá objetar que todavía no es igual, que las mujeres quizá sean víctimas y ejecutoras en ambos casos debido a las estructuras sociales, políticas económicas y culturales que las empujan a estos extremos.

¿No ocurre igual con los varones? El crimen, por ejemplo el relacionado con el narcotráfico y que ha sacudido especialmente a Méjico, donde tanto los ejecutores como sus víctimas son en su mayoría varones. ¿Tendrá esta guerra contra las drogas algo que ver con las políticas de los gobiernos (incluyendo los vecinos), la situación económica del país, la demanda existente en EEUU y un largo etcétera? En los reclutamientos forzados para la guerra o el trabajo es incluso más evidente. Y sobre las deudas de sangre, también explicamos que hunden sus raíces en problemas económicos, no puramente ‘de honor’.

Concluyendo, si cuando las mujeres son víctimas y ejecutoras se califica un problema como “de género”, ¿por qué no se admite la misma categoría a fenómenos donde los hombres son víctimas y ejecutores? Invitamos a quienes mantienen este doble estándar a publicar objeciones argumentando alguna razón legítima.

  

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