La Papisa Juana – Referencias históricas

La Papisa Juana – Referencias históricas

25/07/2018 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 
 

A continuación dejo un extracto con referencias históricas con respecto a la existencia de la Papisa Juana y el Bulo del Papa. 

La Iglesia católica lo podrá seguir negando, pero la historia no es tan fácil de esconder cuando un hecho tan extraordinario ha ocurrido.

Si llegaste a esta nota sin haber leído antes la historia de la Papisa, entrá a este link: 

http://www.elnidodelcuco.com.ar/2018/07/25/johanna-la-mujer-que-fue-papa-historia-inedita

Por AndrésGarcía

Referencias históricas

 

     El monje benedictino Marianus Scotus (1028-86), pasó los últimos 17 años de su vida en la Abadía de  Mainz. La misma ciudad alemana donde Juana había nacido 250 años antes. Este cronista, en algunos de sus manuscritos de su Historiographi, donde describe eventos hasta el año 1083, tiene una anotación en el año 854 que dice: «El Papa León murió en las Calendas de agosto. Fue reemplazado por Juana, una mujer, que reinó por dos años, cinco meses, y cuatro días». También menciona a los Doce Apóstoles y una cena secreta la noche anterior a su muerte. (Marianus Scotus, Hist. sui temp. ciar.; RGSS I, p.639; citado en The Femóle Pope, Rosemarie and Darroll Pardoe, 1988, p.14).

Posteriormente, en el siglo XII, tenemos dos cronistas que hacen referencia a la Papisa Juana. Cronológicamente primero está Sigebert de Gemblours, un monje benedictino nacido en 1030 y muerto en 1112 o 1113. Su historia, la Chronographia, termina en el año 1112 y contiene la siguiente corta narración bajo el año 854: «Se rumora que este Juan es una mujer, y conocida así solamente por su familiaris (compañero) que terminó embarazándola. Dio a luz mientras era Papa, debido a lo cual ciertas gentes no la cuentan entre los papas. Krista, su custodia, confesó el plan de Juana de querer instaurar a su hijo como el Hijo de Dios…».

El segundo cronista es Gotfrid de Viterbo, secretario de la Corte Imperial. En su obra El Pantheon, de 1185, incluye una nota después del Papa León IV, donde especifica que Juana, el Papa femenino, no es contado. “La historia de Juana consiste, por otro lado, en que ella nació en Ingelheim, cerca de Mainz, Alemania y, debido a que en ese entonces a las mujeres se les negaba la educación, Juana viajó disfrazada con un hábito de monje benedictino -juntamente con otro monje de la misma orden- desde Fulda (Alemania) hasta Atenas. Allí rápidamente adquirió tal conocimiento que después, cuando fue a Roma, deleitaba a filósofos, cardenales y teólogos con su enseñanza (The Chair of Peter, F. Gontard, 1965, p. 190). Una vez elegida Papa, y estando ya embarazada por su amante, se descubrió su verdadero sexo cuando en el transcurso de una procesión del Coliseo a la iglesia de San Clemente, dio a luz a un niño en plena calle, lo que frustró sus planes de una nueva iglesia comandada por mujeres (Ibid.).

Las referencias más amplias y precisas respecto a la Papa Juana datan del siglo XIII, y fueron registradas por Martín Polonus. Martín, un sacerdote que pertenecía a la Orden de los frailes Dominicos, era originario de Troppau en Polonia, y se le conoció frecuentemente como Martín von Troppau. Cuando fue a Roma, obtuvo el nombramiento de capellán papal y penitenciario. Sus deberes le dejaban bastante tiempo libre para el estudio, así que se dedicó a un pasatiempo muy popular en la Edad Media, la compilación de una crónica histórica. Para esto se valió de los Archivos Vaticanos, a los cuales tenía fácil acceso dada su posición en la curia papal. Su obra, Chronicon Pontificum et Imperatum, en donde registra el caso de la Papa Juana, fue un best-seller de su tiempo y se difundió por todo Europa, alrededor del año 1265. La obra se consideró de carácter casi oficial, pues reflejaba la autoridad y opiniones de la misma Iglesia.

En la crónica de Martín la primera fuente citada respecto a la Papisa, en orden cronológico, es Anastasio el Bibliotecario, un hombre estudioso del siglo IX a quien se le atribuye la autoría del Líber Pontificalis, una colección de biografías papales que empieza desde el Papa Nicolás I (858-67). Anastasio participó intensamente en la intriga política que rodeó al papado en ese entonces, y por ello fue capaz de basar su narración sólidamente con su propia experiencia y observación. En el Líber Pontificalis de Anastasio no se menciona a Juana, sólo a Benedicto III. Pero existe un manuscrito de su autoría donde se hace mención de la Papisa, de sus políticas y secretos de alcoba, sus Pretorianas y de los Doce Apóstoles, entre los cuales se incluye. Está codificado en los Archivos secretos del Vaticano como MS 3762 (ver Elude sur le Líber Pontificalis, Louis Duchesne, 1886, p.95; una copia del manuscrito en cuestión aparece en Un pape Nominé Jeanne, H. Perrodo-Le Mayne, 1972).

Con respecto a la institución del Bulo del Papa y la famosa Sella Stercoraria, tenemos tres testimonios. Uno de Gontard (The Bad Popes, E. R. Chamberlain, 1969, p.91). Otro fue el inglés William Brewyn, que en 1470 compiló un fascinante libro guía de las iglesias en Roma. Cuando describe la capilla de San Salvador en la Basílica de San Juan Laterano, dice: «…en esta capilla existen dos o más sillas de mármol rojo, con aberturas en ellas, sobre las cuales según he escuchado, se prueba si el Papa es hombre (A XV th Century Guide-Book to the Principal Churches of Rome, William Brewyn, 1900, p.33).

La misma explicación da Bartolomeo Platina, que fue Prefecto de la Biblioteca Vaticana bajo el Papa Sixto IV (1471-84). En su obra Vida de los Papas (1479) dice: «Algunos han escrito que debido a esto, cuando los papas van a ser entronados en la silla de Pedro, son primeramente examinados por el diácono más joven que esté presente « (La Légende de la Papesse Jeanne, Eugene Müntz, 1900, p.330).

Otros testimonios bastante interesantes respecto a la existencia de la Papisa Juana y que tuvieron lugar también durante la Edad Media, consisten en lo siguiente: Resulta que el Palacio Laterano, lugar donde residen los papas, fue donado por Constantino a la Iglesia en el siglo IV. Anteriormente había sido un palacio imperial, pero después se convirtió en la principal residencia del Papa en Roma. La basílica que Constantino construyó a un lado, donde estaban las barracas de su caballería, se convirtió después en la catedral episcopal del Papa como obispo de Roma. El Palacio Laterano, no obstante, se encuentra en el lado opuesto de Roma en relación a los focos de actividad papal que son el Vaticano y la Basílica de San Pedro. Desde entonces y a través de toda la Edad Media, siempre había procesiones papales yendo de un extremo al otro. La ruta entre ambos extremos incluía el paso por el Coliseo y la Basílica de San Clemente, la cual se construyó sobre un Mithraeum (lugar de sacrificios a Mithra) del siglo III. Sin embargo, el punto es que estas dos antiguas construcciones están conectadas por la Vía S. Giovanni en Laterano y, en la Edad Media, esta ruta directa era evitada por los papas por causa de que allí había dado a luz y había muerto la Papa Juana cuando se dirigía a la Basílica de San Pedro (Pardoe, op.cit., p.43).

En 1486 John Burchard, obispo de Estrasburgo y Maestro papal de Ceremonias bajo el Papa Inocencio VIII (1503-13), Alejandro VI (1492-1503), Pío III (1503) y Julio II’ (1503-13), organizó una procesión para Inocencio VI que rompió con la tradición de evitar la ruta directa. En su Líber Notarum registra la dura crítica a la que se hizo acreedor como resultado de su decisión: «En su ida así como en su regreso, él (el Papa) vino por la ruta del Coliseo, y por aquella calle recta donde la estatua del Papa mujer (imago papissae) está localizada en recuerdo, se dice, por haber dado allí a luz a un niño el Papa Juan VI. Por esta razón muchos dicen que a los Papas no se les permite pasar a caballo por allí. Por lo tanto el señor arzobispo de Florencia, el obispo de Massano, y Hugo de Bencii, el subdiácono apostólico, me enviaron una reprimenda» (Líber Notarum, John Burchard; RISS, XXXII pt. 1, vol. I, p.176).

La estatua de la Papisa (imago papissae) que aquí menciona Burchard en el año 1486, también fue vista por Martín Lutero cuando visitó Roma a finales de 1510. Lutero hizo un comentario acerca de la estatua expresando su sorpresa por que los papas permitiesen que un objeto tan embarazoso permaneciera en un lugar público. La estatua que Lutero vio era la de una mujer con vestiduras papales, sosteniendo un niño y un cetro (La Légende de la Papesse Jeanne, Eugene Müntz, 1900, p.333). Teodorico de Niem afirma que «la estatua fue erigida por el Papa Benedicto III, con el fin de inspirar horror al escándalo que sucedió en ese lugar» (Pope Joan – A Histórica Study, Emmanuel D. Rhoides, 1886, p.82). El dato es confiable porque cuando Teodorico escribió al respecto en el año 1414, la estatua tenía apenas poco más de 50 años, lo cual no deja mucho margen de error.

Por otro lado, en relación al fin o desaparición de la estatua de la Papisa, existe el testimonio de Elias Hasenmuller quien en la última década del siglo XVI fue informado por una autoridad confiable que la estatua había sido arrojada al río Tíber por Pío V (1566-72). Según lo registra el mismo Hasenmuller en su obra Historia lesuitici Ordinis (1593, p.315). Esto explica también por qué el famoso Cardenal jesuita Roberto Belarmino (1542-1621), quien intervino como miembro del Santo Oficio en el juicio contra Galileo, cuando hace referencia a la estatua en su obra De Summo Pontífice en 1577, siempre se refiere a ella en tiempo pasado, con la clara implicación que la estatua en ese entonces ya no existía.

Un testimonio más, concerniente a la existencia de la Papisa Juana, lo encontramos en el juicio que se le hizo al valiente y  gran reformador de Bohemia, John Huss. En el mes de noviembre de 1414 se convocó un Concilio general en Constanza (Alemania), con el fin de decidir una disputa entre tres idiotas que querían ser papas al mismo tiempo. John Huss fue llamado a comparecer ante este Concilio porque se le acusaba de herejía. Huss argumentó en su defensa, entre otras cosas, que la única cabeza de la Iglesia podía ser Cristo mismo y no el Papa. Razón por la cual también, dijo Huss, la Iglesia había podido seguir funcionando durante todo este tiempo sin una cabeza terrestre a pesar de los papas corruptos. Y fue precisamente aquí, cuando a manera de ejemplo de tal corrupción papal, Huss citó entonces la existencia de la Papisa Juana. Como bien dice el historiador del siglo XVIII James L’Enfant: «Si esto no hubiese sido en ese entonces un hecho innegable, los miembros del Concilio seguramente habrían tratado de corregir a Huss con disgusto, o se hubieran reído de él, como ciertamente lo hicieron por cosas de menor importancia» (The History of the Council of Constance, James L’Enfant, 1730,1, p.340).

 

Obras de Arte que hacen referencia a la Papisa Juana

 

  

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